SOBRESALIENTE
La crème de la crème. Películas que lo daban todo y que por distintas razones superaron mis expectativas hasta alzarse como las mejores del año.
Cisne negro
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Cisne negro cuenta la historia de Nina -Natalie Portman-, una bailarina de una compañía de ballet de Nueva York que es elegida como protagonista de El lago de los cisnes, un exigente papel dividido en dos partes -cisne blanco y cisne negro-, que la obliga a expresar inocencia y dulzura primero y luego la maldad más hijoputesca que se pueda aparentar llevando un tutú puesto. Pero para la joven -una chica introvertida que seguía diciendo mecachis y jopé, bastante reprimida por su madre y que no se acostaba después de las 12 ni en nochevieja- resulta difícil alcanzar la furia y la oscuridad que le demanda el sexual cisne negro; encima con el hándicap de tener un coreógrafo francés dándole caña todo el rato, y a una trepa como Mila Kunis acechando para quitarle el puesto. Al final la presión termina por ser demasiada y Nina-Portman acaba más zumbada que un sonajero, adoptando el nombre artístico de Darth Natalie, dejando que un bailarín montonero le haga un bombo y fichando por películas como Thor, Sin compromiso o Caballeros, princesas y otras bestias. Ante el rumbo que tomaban los acontecimientos, un asustado George Lucas decide borrar a Amidala de la trilogía de Star Wars en Blu-Ray y sustituirla digitalmente por Jar Jar Binks, en otra decisión acertadísima del hombre que ya nos hizo disfrutar con Indiana Jones IV.
Lo que hay que escribir para no destripar finales, en fin… que Cisne negro era la mejor película del año, intensa, arriesgada, extraña y con toques de terror; es decir, ya de entrada tenía todos los ingredientes para que la Academia de Hollywood la descartase y no se atreviera a premiarla con el Oscar -a pesar de nominarla, qué hipócritas-. Al menos, donde los académicos demostraron más vergüenza fue en el apartado a mejor actriz, categoría en la que evitaron otro ridículo y no tuvieron más remedio que rendirse a la evidencia: que la interpretación de Natalie Portman era tan superior a las de las demás actrices, que probablemente ninguno llegó a votar a otra -encima con el recuerdo aún fresco del robo al pobre Mickey Rourke-. Y es que el arte de Natalie para mutar su físico al de una bailarina profesional resultaba espectacular -las dobles ésas de cuerpo no hicieron casi nada, coñe-, mientras que psicológicamente, la Portman lograba desplegar su abanico interpretativo 180 grados con una variedad de matices asombrosa, desde el candoroso cisne blanco al cabrón del negro; una transformación que ya la habría deseado para sí Pau Gasol -Gasoft según fans crueles- para acallar esas voces que le quieren fuera de los Lakers. Una película, en resumen, que traspasó el celuloide para hacerse un hueco en la cultura popular a base de parodias del Saturday Night Live o en publicidad, hurtos del cartel de paradas de bus, alusiones en el Congreso o rajes indirectos como los de Kobe en el play-off hacia Pau, exigiéndole más negro y menos blanco. Y es que no sólo las abuelas que tenía delante en el cine se quedaron con la boca abierta tras contemplar el arrebatador desenlace de Black Swan, con Tchaikovsky y El lago de los cisnes resonando a toda pastilla en la pantalla; un final poderoso que permanecía en tu cabeza hasta un buen rato después de haberlo aplaudido. Posiblemente si al salir a la calle hubiera pasado por al lado de alguna marquesina con el póster yo también lo habría mangado; aunque creo que se me adelantaron las señoras.
El origen del planeta de los simios
Pocos podían prever que la trillada saga simiesca fuera a renacer de forma tan sobresaliente después de que el remake de Tim Burton la redujera a cenizas en 2001. Pero en Hollywood los milagros a veces ocurren, y El origen del planeta de los simios, a pesar de su lastrante condición de reboot y precuela a la vez, pronto se reveló como un más que digno sucesor del original de 1968; elevándose contra pronóstico como la verdadera película del verano por encima de Super 8, Cowboys & Aliens, Los pitufos o ejem, Zoo loco. Y es que este film -que probablemente le habría encantado a Heston, Boulle o Schaffner- es un ejemplo de manual sobre cómo deberían de ser las películas comerciales del futuro: entretenidas y espectaculares, sin menospreciar la inteligencia del público y hasta deslizando un mensaje que invite a la reflexión. Y todo gracias a una feliz combinación de factores, empezando por un guión de hierro que imaginaba con ingenio el inicio de la saga y que incluía numerosos guiños cinéfilos a las películas precedentes; con un gran ritmo narrativo, personajes bien definidos y la justa emoción para llegar al corazón del espectador. Con un director -el inglés Rupert Wyatt-, que sabía lo que se traía entre manos y capaz de sacarle el máximo partido tanto a su reparto de carne y hueso -James Franco, Freida Pinto, John Lithgow-, como al de píxel -Andy Serkis / César-. También con su sabia alternancia de momentos intimistas con otros más épicos -como en la batalla del Golden Gate, una de las secuencias del año-; o por su crítica al ser humano por pasarse de la raya y jugar al dios creador. Esto último, paradójicamente, dentro de una película que contaba con unos prodigiosos F/X recreando desde la nada su fauna de monos con alto grado de perfección, simbolizado en la mirada de mala leche tan humana del ya famoso César -y que, a pesar de lo que se haya dicho en algunos cine fórums, no porque a los guionistas se les olvidara escribirle una novia-. No en vano, el realismo alcanzado por el chimpancé fue tal que incluso hubo rumores de nominación al Oscar para Serkis como mejor secundario por otra de sus impresionantes composiciones de captura por movimiento. Pues mira, no; la Academia -con el decisivo voto en contra del gremio de actores- no parece dispuesta para semejante revolución, encima estando por ahí Christopher Plummer, Albert Brooks y… ¡Jonah Hill! ¿Pero estamos todos locos o qué?
Contagio
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Otra cosa es que fuera poco recomendable como película para una cita, ya que en ese caso resultaba una elección tan desastrosa como el cine X que escoge Travis -Robert De Niro- para quedar con Betsy -Cybil Shepherd- en Taxi Driver. Y es que al salir de ver Contagio daban ganas de llevarse puestos a casa los guantes del "Coge y Mezcla" de las chucherías y no tocar nada ni mucho menos a nadie, a modo del Howard Hughes de El aviador para evitar gérmenes. Aunque bueno, uno podría remontar la situación otro día si hubiera una segunda oportunidad con Hitch, especialista en ligues.
Criticoll
Tendré que ver "contagio". La verdad es que parece que hayan hecho 4 ó 5 iguales (p.ej Estallido, que me gustó bastante), pero si tú le das el sobresaliente...
ResponderEliminarLas otras dos las tenía vistas ya y coincido en la nota.
Hola Nxo, Contagio está muy bien, pero en realidad si en la bola hubiera puesto otro día no me habría parecido tan de sobresaliente, para qué nos vamos a engañar. El hecho que aparezca aquí es un homenaje al buen gusto de Soderbergh y del guionista Scott Z. Burns, por elegir mi cumpleaños como el día de los primeros a los que les toca el antídoto. También por el impacto que me causó ver esa escena en el cine, me empecé a reír y la gente se pensaría que estaba loco, sólo había 1 posibilidad entre 366 y va y sale, tú. Eso merecía un premio.
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