sábado, 26 de octubre de 2013

FIESTA DEL CINE Y OLÉ

Sí, yo también fui uno de esos 1.513.948 espectadores que corrieron raudos y veloces a las taquillas a ver pelis a 2'90 € por cortesía de las federaciones de productores (FAPAE), distribuidores (FEDICINE) y cines (FECE), entidades que durante tres días al año se ponen de acuerdo para saltarse el 21 % del IVA y atraer a las buenas gentes a los cines. ¿Los cines? Sí, ya sabéis, esos sitios donde se solían ver antaño las películas de estreno sin miedo a que te clavaran 10 € por la entrada y otros 10 en palomitas, bebida y demás. La iniciativa contó con el apoyo del Instituto del Cine y las Artes Audiovisuales (ICAA) del Ministerio de Educación, Cultura y Deporte, que también quisieron salir en la foto por habernos aflojado las cadenas durante tres días, los muy cínicos... Se ve que ésta era la quinta edición y todo, ¡y yo que me he enterado este año! Claro, como antes no pagaba nunca :(
 
Total, que en esos 21, 22 y 23 de octubre tenía previsto saquear la cartelera como hizo mi amiga Pili, pero al final entre pitos y flautas sólo pude ir a ver dos films: Gravity en 3D y Las Brujas de Zugarramurdi, las cuales procedo a destripar -y en varios sentidos, ya que en la crítica de Gravity hay SPOILERS-. Avisados estáis.

Basura espacial
GRAVITY

Tras la seminal Avatar, la tecnología de efectos especiales en 3D ha entrado en una nueva era de brillantez y perfección, capaz de dejarnos a todos ojipláticos por el nuevo camino de posibilidades que se abre ante nuestras pupilas. Lo que ya sería la hostia es que estas películas tan apabullantes visualmente tuvieran tal virtuosismo también en el guión, o que al menos éste ocupara una servilleta escrita por las dos caras.

Y eso que Gravity empieza de forma espectacular, con un plano secuencia de 13 minutos destinado a pasar a la antología del cine como los de Sed de mal, The Player o Snake Eyes. Haciendo gala luego de una capacidad técnica increíble para convertir al espectador en un astronauta más flotando por el cosmos junto a Matt Kowalski -George Clooney- y Ryan Stone -Sandra Bullock-, apretando tuercas aquí, sorteando basura espacial allá, surcando de nave en nave o, en fin, disfrutando de las mejores vistas de la Tierra antes de que nos la carguemos del todo. El problema es que, una vez pasado el impacto inicial, uno se acostumbra a lo bueno y ya no parece algo tan extraordinario compartir órbita con Bullock y Clooney, queremos más, queremos una historia que aunque se pase por el forro cuestiones físicas y aeronaúticas que uno no tiene por qué saber -es imposible pasar tan alegremente del Hubble a la Soyuz, o de la Estación Espacial Internacional al módulo chino, están en órbitas distintas y muy lejos unos de otras- no resulte tan trillada y sentimentaloide como al final acaba deviniendo.

En efecto, la historia enseguida se torna muy previsible, y uno se va imaginando todo lo que va a pasar antes de que suceda, como si la velocidad mental de los guionistas -el propio director Alfonso Cuarón y su hijo Jonás- se desplazase a través de esa misma gravedad cero que inunda la trama de principio a fin. SPOILER Las continuas e irreales licencias tecnológicas que se toman para allanar el camino a Stone en su odisea espacial tampoco ayudan demasiado, al final acaban siendo tan molestas como la música de Steven Price. FIN DE LA CITA, DIGOO DEL SPOILER

 
Al menos, la película aborda un tema que a mí siempre me ha inquietado: que con la cantidad de residuos de satélites destruidos y basura espacial que hay orbitando peligrosamente alrededor del planeta, y que, fíjate, nunca haya impactado con ningún trasbordador  USA, con el Hubble o con, yo que sé, el satélite Meteosat... Por lo visto, si pasa muy a menudo lo que nos cuenta Gravity, en un futuro cercano la Tierra tendrá un anillo de porquería rollo Saturno, y habrá que fletar una misión como en Armaggedon pero con astronautas rumanos y albanokosovares para, ejem, deshacer el anillo ese, compuesto de cobre y materiales similares.

PÁRRAFO DE SPOILERS La película plantea así mismo varios interrogantes: ¿Alguien me puede explicar por qué el personaje de George Clooney se suicida de repente, en un pseudo-homenaje a Titanic? ¿Por qué la morralla espacial viaja a esa velocidad tan rápida? ¿Qué coj... hace una raqueta de ping-pong en el módulo chino? ¿A cuánto ascendería la factura por todos los artefactos y naves USA, rusas y chinas que destroza Stone? ¿Por qué los chinos no traducen sus manuales de instrucciones a otros idiomas? FIN DEL SPOILER


Preguntas, preguntas sin respuesta. En fin, que respecto a Gravity, lo mejor será no pensar demasiado en sus agujeros argumentales y verla definitivamente en 3D -en 2D pierde bastante-. Todo sea para deleitarse de las asombrosas vistas de la Tierra desde el espacio por cortesía del chivo Lubezki, o, para los más masoquistas, por experimentar la sensación de que te tiren tuercas a la cara todo el rato. Pero en verdad, para disfrutar de esta película al 100 % las condiciones ideales serían verla en 3D, en una pantalla IMAX de 180º y en una sala con gravedad cero. Bueno, y ya puestos -nunca mejor dicho-, bajo el influjo así mismo de ciertas sustancias psicotrópicas para flotar aún más, tío, o al menos, para poder olvidar los ladridos de Sandra Bullock en esa escena o lo fea y caravinagre que sale todo el rato. Y es que... ¿qué fue de aquella guapísima Sandy de Miss agente esp@cial?

Criticoll

Todas Brujas
LAS BRUJAS DE ZUGARRAMURDI

Tras jugar a ser Berlanga, Saura o incluso Billy Wilder en sus dos últimas y patéticas películas, Álex de la Iglesia ha entrado en razón y comprendió que, aunque le vayan a subvencionar igual cualquier truño que ruede a estas alturas, puede que lo suyo sean después de todo las comedias gamberras estilo El día de la bestia (1995); su segunda y mejor película y la piedra de toque con la que comparar el resto de sus obras.

En efecto, como si nos hubiésemos subido al DeLorean, parece que con Las Brujas de Zugarramurdi hayamos viajado a 1996 con un Álex de la Iglesia con la muñeca aún caliente, decidido a continuar por la misma senda cómica, salvaje y enloquecida de su exitosa cinta del año anterior. En la que dio en la diana porque quizá con ella sólo buscaba un divertimento sin más pretensiones que las de entretener; con un buen guión -coescrito con Jorge Guerricaechevarría-, y con su proverbial ojo para los actores. Sin esa pretenciosidad de films posteriores suyos de querer abarcar más de la cuenta, y en los que, desviándose progresivamente de la comedia al drama o prescindiendo de su genial co-guionista, poco menos que se pensaba que estaba reescribiendo el cine español.

Así pues, y como si fuese un follow up directo de El día de la bestia, la divertida Las brujas de Zugarramurdi nos presenta a otro trío de perdedores -Hugo Silva, Mario Casas y Jaime Ordónez- que, agobiados por sus mujeres, deciden atracar una tienda de "Compro Oro" en plena Puerta del Sol para solucionar sus problemas económicos. En su atropellada huida a Francia, se verán retenidos cerca de la frontera por un grupo de brujas navarras -Carmen Maura, Terele Pávez, Carolina Bang- dispuestas a practicar con ellos sus artes oscuras...


La película tiene buena estrella y conecta con el público ya desde los créditos, en los que vemos a una sucesión de mujeres de armas tomar de la historia, como Salomé, Cleopatra, Isabel la Católica, Mata -Hari, Margaret Tatcher o Angela Merkel, ésta sin duda la foto mental de bruja que flota en el imaginario colectivo actual. Unas imágenes que resumen brillantemente el mensaje del film: las mujeres son en realidad las que cortan el bacalao, y los hombres, unos pobres peleles a su merced.

El film homenajea Los Goonies, Abierto hasta el amanecer, Los Cazafantasmas  o La matanza de Texas, pero en realidad hunde sus raíces en el cine de humor español más tradicional y costumbrista, desde Los Tramposos a Atraco a las tres o Torrente, con ese trío de antihéroes que no saben dónde se han metido ni de las fuerzas tan poderosas contra las que luchan, y que bien podrían haber sido en otra época Tony Leblanc, José Luis Ozores y José Luis López Vázquez, o Alfredo Landa, Pepe Sacristán y Andrés Pajares.

Si la película triunfa es básicamente gracias a dos factores: el primero, su ingenioso guión, con Jorge Guerricaechevarría como el héroe en la sombra, el guionista al que tanto se le echó de menos en los últimos títulos delaiglesianos  y que ha hecho las paces con el director para volver a poner orden e interés en su cine; y el segundo, a la hábil dirección de actores de de la Iglesia para escoger a los intérpretes ideales para cada papel, por mucho que esto esconda alguna sorpresa, como ahora veremos. Como protagonistas del film tenemos a Hugo Silva, que aquí se aleja de su imagen de galán para interpretar a un padre divorciado que se lleva a su hijo al atraco "porque le tocaba tenerlo ese día"; Jaime Ordónez, familiar rostro televisivo de La hora de José Mota o La que se avecina como el taxista aficionado al esoterismo; y Mario Casas como Toni, el mascachapas sonado roba-escenas que tiene las mejores frases de la película y que merece una nominación al Goya como secundario, aunque la categoría que mejor le pegue en realidad sea la de actor revelación, tal es la sorpresa de comprobar que sepa interpretar sin quitarse la camisa y todo. De hecho, me vino a la mente aquello que le dijo John Ford a Howard Hawks tras ver al John Wayne de Río Rojo: "¡no sabía que ese hijo de puta fuese capaz de actuar!".

Otros actores destacados son Carolina Bang, que a fuerza de ser incluida en todas las películas de su novio ha aprendido a decir sus frases con más o menos soltura y a no tropezarse con los muebles, como lograron antes que ella Faith Domergue, Juliette Greco o Lina Romay; las veteranas Carmen Maura y Terele Pávez encarnando a las otras brujas de la familia,  Macarena Gómez y su proverbial vis cómica, o Javier Botet como el esperpéntico Luisma, cuya barba y voz de pito provoca que ya no vaya a darnos miedo REC 4. Y mención especial para Carlos Areces y Santiago Segura, verdaderas mascotas del director y que aquí tienen un hilarante cameo como dos señoras vascas muy respetables que también son brujas en sus ratos libres. Aunque por otro lado, donde no hay no se puede sacar, y la dicción de muchos actores españoles sigue siendo lamentable, dejando inaudibles varias frases graciosas. Tampoco de la Iglesia parece que se repasó la escena de las maracas de Con faldas y a lo loco, para aprender a hacer pausas entre chiste y chiste y que las risas del público no tapen el siguiente y tal.

Aunque Las Brujas... no se libra del habitual bajón final de todas las películas de su director -el clímax con el monstruo es demasiado largo y aparatoso-, al menos aquí el desenlace no resulta tan molesto, siendo más resultón y digno de lo esperado. En fin, esperemos que Álex siga por esta senda que es la que mejor le sale, y que en sus películas posteriores valga la pena gastarse los 10 € de la entrada, por si acaso no coincide con sucesivas fiestas del cine o le toque compartir cartelera con Avatar 2, 3 o 4.
Criticoll