martes, 14 de junio de 2022

Top Gun: Maverick

(Incluye spoilers para gente con imaginación)

La mejor manera de disfrutar de Top Gun: Maverick es haber revisado poco antes el Top Gun original y apreciar así, con la mente fresca, los constantes guiños y homenajes que le guarda esta entretenida y tardía secuela, una continuación con la que la Paramount estuvo tentando durante lustros a Tom Cruise y que este juró que no rodaría nunca. Aunque se ha dado por hecho que la claudicación de Tom a los deseos del estudio tiene que ver con lo bien que les ha ido a ambos con la franquicia de Misión Imposible -o al hecho de jugar sobre seguro y evitar traspiés estilo La momia u Oblivion-, visto lo visto, la razón principal estriba en realidad a que Cruise ha estado cuidando este proyecto con mimo a lo largo de años, trabajando con los guionistas para que fueran amoldando e integrando todas sus sugerencias en la película; y, una vez rodada, retrasar su estreno -exclusivamente en salas- dos años hasta encontrar las condiciones más propicias y free covid. Algo que denota la predilección y el cariño especial del actor por Top Gun, el film de 1986 que le convirtió en una estrella de cine, la última que queda de verdad para muchos. Top Gun: Maverick se suma así a esta moda reciente de revitalizar franquicias con solera destacando en el título el nombre del protagonista -Rocky Balboa, John Rambo, Jason Bourne o la anunciada Axel Foley, cuarta entrega de Superdetective en Hollywood-, a modo de certificado de calidad o denominación de origen virgen extra.

La película tiene uno de sus puntos fuertes en la espectacularidad de las escenas aéreas, con los nuevos aviones y equipos de filmación digitales dejando en pañales a los de 1986, que entonces nos parecían el no va más y ahora lucen como carracas grabadas con el móvil. Sin embargo, como decía Einstein, el tiempo es relativo y sobre todo si hablamos de Tom Cruise, que parece que haya permanecido un par de horas en el planeta de las olas de Interstellar mientras el resto del mundo se marchitaba 36 años esperándole en la nave. Esto provoca paradojas como que Cruise sea ahora más viejo que su tocayo Tom Skerrit cuando interpretó a Viper en el original, o que Kelly McGillis no haya sido considerada ni de broma para retomar el papel de Charlie. No es solo que Cruise era cinco años menor que ella entonces, sino que ahora aparenta unos 25 menos, tal es la capacidad inmarcesible del eterno y casi sesentón Tom. Y es que si uno viera a ciegas escenas de Maverick como la de la moto o el deporte en la playa, resultaría muy difícil aseverar si estas son de ahora o de la película de Tony Scott -a quien por cierto está dedicado este film-.


El virtusismo a la hora de recrear el original no solo se acota al juvenil aspecto de su protagonista, sino que la película le brinda contantes referencias y paralelismos, empezando con lo primero que vemos en pantalla: el mismo texto explicando qué es el programa Top Gun y unos aviones en cubierta resaltados sobre el crepúsculo mientras suena Danger Zone, todo calcado del arranque de la cinta primigenia. Sin embargo, la historia pronto nos sitúa en el presente y en cómo le ha ido al rebelde Maverick, reciclado en piloto de pruebas de aviones supersónicos para el gobierno. Tras un epatante prólogo -con cameo de Ed Harris- en el que Maverick pone su nave en Match 10, le mandan de vuelta a California, a la base Top Gun para adiestrar a unos pilotos encargados de realizar una peligrosa misión -con escasas probabilidades de éxito- en un país enemigo random. Allí se reencontrará con personas de su pasado con los que mantiene heridas por cerrar…

Top Gun: Maverick triunfa como blockbuster porque es tan sólido como eficaz, da lo que promete sin tregua. La trama oscila entre sus grandiosas escenas aéreas con otras de nuestro héroe interactuando con el resto de personajes, ya sean los pilotos, en especial Rooster -Miles Teller, el hijo de Goose, que le guarda rencor-, Penny Benjamin -el rol de Jennifer Connelly, a la que ya se aludía en Top Gun 1 y que ahora es una MILF divorciada y dueña del bar- o los habituales y gruñones superiores como el que encarna Jon Hamm, cansado de las sempiternas indisciplinas de Maverick pero consciente de que está ante el único hombre del mundo capaz de liderar la misión suicida de destruir los misiles y salir indemne. Todo está muy bien medido y el espectador no tiene margen para el aburrimiento: encima hasta se le escapará una lagrimita con la aparición de Val Kilmer-Iceman, el otro personaje que repite del original aparte de Maverick, y que durante todos estos años se ha convertido en su protector ante los jefazos. Una única escena pero conmovedora y emotiva, en la que ambos interactúan por los viejos tiempos y en la que realidad y ficción se dan desafortunadamente la mano, debido a los graves problemas de salud de Kilmer, integrados a la fuerza en la diégesis.


El clímax de la misión resulta muy efectivo porque administra perfectamente la tensión y el  suspense, con los pilotos llevando a la práctica los ejercicios aéreos entrenados durante toda la película, con el guión detallando cada uno de sus recovecos y pormenores para que nadie se pierda, ya sea mediante mapas, infografías o cronómetros. Y si alguien lo hace, recordarle el ataque de los X-Wings a la Estrella de la Muerte de La guerra de las galaxias, muy similar y un referente evidente para los guionistas. Si se le puede poner algún pero a este tramo, es en lo concerciente al personaje del arrogante Hangman -Glen Powell-, que se supone que es el Iceman de esta historia pero al que inexplicablemente dejan en el banquillo cuando llega la hora de la verdad: esto no cuadra, piensa uno, es como dejar a CR7, Mbappé o Messi fuera del once en la final del mundial y que no proteste… este tiene que hacer algo importante antes del final. Pues claro, lo hace, aunque eso diluya la sorpresa buscada y relacionada con el destino de otros protagonistas.


Como curiosidad, añadir que antes de la película se proyecta un breve video donde sale el propio Tom Cruise presentándosela a los espectadores, al estilo de Cecil B. Mille con Los diez mandamientos en su calidad de estrella indiscutible y productor del film, dándoles las gracias por haberse desplazado hasta la sala de cine, porque es sólo allí donde se podrá disfrutar de este espectáculo, que para eso se lo han currado y grabado en las cabinas reales de los jets con cámaras Sony Venecia 6k, ejercitando a los actores para resistir la fuerza-G en vuelos reales hasta echar la papilla. Vamos, que no creo que Netflix le vaya a fichar para ninguna película, pues esto es otra muesca más en la guerra personal de Tom contra los estrenos cinematográficos en plataformas de Video Bajo Demanda.

En resumen, una película para disfrutar de la experiencia audiovisual de ir al cine, con bastantes dosis de fan service pero sin tratar de tonto al espectador o traicionar a los personajes; justo lo contrario que propuestas recientes que se movían por parámetros comunes y fracasaron en el intento, como El ascenso de Skywalker.

Criticoll