domingo, 3 de mayo de 2020

PELÍCULAS PARA UNA CUARENTENA (II)


41. Richard Jewell (2019) 

La última película de Clint Eastwood cuenta la historia real de Richard Jewell, el guardia de seguridad que salvó decenas de vidas al descubrir una bomba a punto de explotar durante los Juegos Olímpicos de Atlanta’96, pero que pasó de héroe a villano al ser falsamente acusado por el FBI y los medios de comunicación de haber sido él quien colocó el artefacto.
El largometraje está narrado con el habitual estilo clásico de Eastwood que tanto se echa de menos en la actualidad, y resulta ciertamente notable en su descripción de los hechos y en el retrato de su protagonista -magnífico Paul Walter Hauser-, un hombre sencillo aupado a héroe nacional pero convertido en villano a los tres días por culpa de una ambiciosa periodista y la incompetencia del FBI, cuya imagen queda aquí bastante desprestigiada, si es que en realidad fueron tan negligentes como apunta el film. La entrada en escena del abogado de Jewell -un combativo Sam Rockwell- y el apoyo de su madre Bobi -Kathy Bates, nominada al Oscar- sirven para apuntalar el típico esquema de David contra Goliat tan del gusto del Eastwood director -Sully, Ejecución inminente, Mistic River, El intercambio-: la victoria del individuo contra el sistema para garantizar que el propio sistema funciona.
Richard Jewell resulta así mismo una interesante reflexión sobre la necesidad que tiene la sociedad de construir modelos a seguir; falsos ídolos que pueden ser  manipulados y destruidos con facilidad por los mismos mass media que los crearon. En este sentido, es significativo que en una escena salga de fondo en la tele John Wayne en Arenas sangrientas, y Jewell la apague enfadado para que no se oigan bombas y explosiones, pues el FBI ha colocado micros en su casa. El detalle que sea esa película no es casualidad, pues simboliza el afán USA de crear héroes a pesar de que estos sean tan postizos como el Wayne patriótico de sus cintas de la Segunda Guerra Mundial. Una contienda en la que el actor nunca llegó a combatir en realidad, alegando excusas como una vieja lesión en el hombro, ser padre de cuatro hijos o el rechazo de la Warner a rescindir su contrato. Esa negativa de Wayne a ser llamado a filas pero a la vez alardear de héroe de Iwo Jima o Filipinas en la pantalla era algo vergonzoso para John Ford, y se lo estuvo recriminando toda la vida, humillándole delante de otros actores condecorados en la guerra de verdad como Woody Strode, Robert Montgomery o James Stewart. Curiosamente Eastwood y Wayne no se llevaban muy bien, ya que el Duke acusó a Clint de mancillar el western tras ver Infierno de cobardes, rehusando su oferta de protagonizar juntos un film del Oeste. Pero volvamos a Richard Jewell, una gran película con todo el aliento de los clásicos y que mereció mejor suerte en los Oscar, ya que sólo obtuvo esa única nominación para Kathy Bates como mejor actriz secundaria por su emotivo retrato de la madre del protagonista.

42. Le Mans ’66 (2019) 

Otra película de factura clásica muy recomendable, aunque uno no sea amante de los coches. Christian Bale a veces pone un poco nervioso con sus gestos de actor intensito, pero bueno, lo hace bien, parece un piloto profesional y experto en mecánica, y su química con su familia y con Matt Damon es muy buena. La película cuenta con un guión muy sólido, basado en hechos reales que se van integrando en el relato de forma bastante efectiva, manteniendo en todo momento el interés y la tensión dramática al ir añadiendo continuamente pequeños conflictos que deben superar sus protagonistas. Muchos de ellos provocados por el tóxico y superficial personaje de Josh Lucas -tan inepto que parece un infiltrado de Ferrari- poniendo trabas a los que de verdad saben y pretendiendo llevarse el mérito cuando el grupo triunfa a pesar de sus injerencias: lo que viene siendo un trepa de manual. El film ganó un merecidísimo Oscar al mejor montaje, no sólo por la perfecta descripción de las escenas de carreras sino porque su ritmo apenas decae en los 152 minutos que dura, y que pasan en un suspiro, casi sin darte cuenta.  Y es que las comparaciones son odiosas, pero esto significa que dura 33 minutos más que La favorita, 41 más que Flash Gordon, o que es como ver dos veces seguidas Colt 45, por poner ejemplos de películas mucho más cortas pero que se me hicieron más largas que un día sin pan. Como ocurría con Yo soy Dolemite, es mejor googlear luego todo aquello relacionado con la carrera de Le Mans en 1966 y sus protagonistas para disfrutarla más. Al Howard Hawks de Peligro: línea 7000 seguro que le habría gustado esta película.


Woody Allen estaba en forma en 2010 -al año siguiente ganó el Oscar al mejor guión original por Medianoche en París- y lo demuestra con esta resultona historia sobre las peripecias sentimentales de varias parejas en Londres. La película corrobora una constante en el cine de Woody: los matrimonios en sus films tienen menos futuro que Arévalo en la NBA, siempre se acaban rompiéndose por infidelidades con terceras personas. Igual la película me gustó más de lo normal en Woody Allen porque tiene elementos comunes a dos de sus mejores películas: Delitos y faltas y Match Point, como que cuando un personaje comete un delito para obtener un beneficio, no lo pilla la policía, aunque aquí al final se le dé una interesante vuelta de tuerca. Precisamente un fallo grave de este film que no tenían los otros dos es que su historia acaba de repente, cuando más interesante estaba la cosa,  y quedan inconclusas muchas subtramas, lo que fastidia bastante. SPOILERS: Así, no vemos si Anthony Hopkins averiguará de quién es el hijo que espera la pedorra de Lucy Punch -tiene todos los números de que no es suyo- cuando le haga la prueba de paternidad; si despertará del coma el amigo de Josh Brolin y le denunciará con razón por usurparle la novela; o si se alinearán pronto los planetas para que la madre de Naomi Watts le preste el dinero para montar su galería de arte. Por cierto, no queda nada creíble que Naomi Watts te declare su amor y tú pases tan alegremente de ella y no le des ninguna oportunidad porque te has liado con una pintora borracha y porrera. Eso no pasa ni en las películas de Woody Allen.

44. El desentierro (2019)  

El desentierro -vaya título, no se te queda- es un confuso film noir que pretende ser La isla mínima a la valenciana cambiando las Marismas por la Albufera, pero que aparte de eso no tiene demasiado interés. Se ve que para Amazon Prime Video tampoco, pues la meten con las películas de miedo ¿? -Hombre, tanto terror no provoca-. La cinta parece la típica producción española diseñada para trincar subvención, que sobre el papel parecía mucho mejor; con actores malos importados haciendo de valencianos, como el inenarrable Jan Cornet -el de La piel que habito- que no sé cómo ha podido destacar tanto, dado su escaso talento interpretativo. Me gustó la escena en la que le dan una paliza y le disparan en un pie, al menos cuando grita de dolor no tuve que poner los subtítulos para enterarme de qué coño decía. En contraste, el actor argentino Michel Noher -pronto en la serie La unidad- lo hace bastante bien. Al espectador de la terreta le sonarán localizaciones por las que deambulan los personajes como Salitre, Spook, el hospital de la Malvarrosa, Chelva o Sueca.

45. Sesión salvaje (2019) 

Un interesante documental para frikis sobre el cine español de serie B y Z, cuyo  auge fue desde finales de los '60 hasta bien entrados los ‘80, y desarrollado en subgéneros como el chorizo-western, el destape, el fanta-terror, el quinqui o las comedias de Mariano Ozores. Con películas de culto del estilo de Pánico en el transiberiano, La trastienda, Mil ojos tiene la noche, La invasión de los zombies atómicos, Navajeros, La grieta o Los bingueros. Para hablar de todo esto salen actores y directores que participaron en ellas, como Eugenio Martín, Jorge Grau, Simón Andreu, Emilio Linder, Antonio Mayans, Fernando Esteso, Esperanza Roy o el fallecido Álvaro de Luna, que ilustran sus recuerdos con anécdotas jugosas de los rodajes. Ya fuera sobre la falta de presupuesto suplida con imaginación, los choques con la censura por la violencia o los desnudos, o cómo era el trabajar con actores extranjeros legendarios como Peter Cushing, Christopher Lee, Lee Van Cleef o James Mason. Todo ello en una España en plena Transición y no acostumbrada a ese tipo de cine de género -exterminado por la famosa Ley Miró de mitad de los ’80- y que en la mayoría de los casos, acababa siendo más valorado en el exterior. En este sentido, el productor Enrique López Lavinge cuenta su encuentro con Quentin Tarantino en Sitges hace años, y cómo este, admirador de La residencia y ¿Quién puede matar a un niño? le preguntó que por qué nadie le producía en España otra película a Chicho Ibáñez Serrador. También aparecen otros actores y directores actuales hablando desde la perspectiva fan, de cómo vieron esas cintas de niños en cines de barrio o videoclubs, y cómo influyeron en su cine. Si bien alguno se viene demasiado arriba: Nacho Vigalondo y Alex de la Iglesia llegan a decir que el bodrio de Supersonic Man (Juan Piquer, 1979) les parece mejor que el Superman de Richard Donner ¿?

46. Corazones indomables (1939) 

La primera película en color de John Ford está ambientada en la Guerra de la Independencia USA del siglo XVIII, y nos muestra a un grupo de colonos norteamericanos del estado de Nueva York luchando no sólo contra los ingleses, sino también contra los indios mohawks, aliados de estos. La película, al ser de 1939 -como La diligencia y El joven Lincoln- se inscribe en el periodo en el que los nativos americanos no estaban muy bien vistos ni en el género del western ni en el cine de Ford, pues aquí son retratados como unos salvajes que no dudan en matar a los colonos y saquear sus cosechas; La legión invencible y El gran combate quedaban aún lejos.  Si bien hay una escena bastante ridícula, en la que varios mohawks  que están quemando una casa, obedecen dócilmente a la colona dueña de la vivienda cuando esta les obliga a escobazos a que saquen fuera de la habitación su cama, un recuerdo de familia ¿? Y en otra escena políticamente incorrecta, Henry Fonda abofetea a Claudette Colbert y le dice que su deber como esposa es obedecerle; definitivamente eran otros tiempos.

47. Timadoras compulsivas (2019) 

Prescindible remake de Dos seductores, muy inferior a las versiones anteriores: la de David Niven y Marlon Brando de 1964, y la de Michael Caine y Steve Martin de 1989. Aquí Anna Hathaway es productora y se nota, su personaje es muy listo y siempre queda bien, se las sabe todas. A su lado, Rebel Wilson como la aprendiz de timadora no llega a resultar tan cargante, a pesar de que se esfuerza y mucho por conseguirlo. No creo que vuelva a ver ninguna película más de estas dos, qué pereza dan. Desde luego Anne Hathaway se está luciendo al elegir sus proyectos, después de Ocean´s 8 y el desastre de Serenity. El propio Amazon Prime Video no debe tener mucha confianza en la capacidad de esta película de despertar alguna risa en la audiencia, pues la mete también en la categoría de drama ¿? Se supone que la acción se desarrolla en la Riviera francesa -en el mismo Saint-Tropez de El gendarme-, pero por lo visto se rodó en Mallorca.

48. La calle del misterio (1950) 

Un título bastante absurdo al no tener nada que ver con la trama de la película, pues estamos ante un thriller en el que un teniente de policía -Ricardo Montalbán- investiga el asesinato de una joven prostituta con la ayuda de un profesor de Harvard -Bruce Bennett- que emplea métodos revolucionarios para la época, como el estudio del ADN. Dirige John Sturges, otro director de westerns de los '50 que se fogueó en el cine negro en la década anterior, como Delmer Daves, Anthony Mann, etc. Tristemente, esta fue la última película en la que se le pudo ver andar bien a Ricardo Montalbán, quien en su siguiente film -Más allá del Missouri-  sufrió un accidente al caerse de un caballo que le produjo serios problemas de movilidad, como una cojera irreversible.


Una película de espías ambientada en los días previos a Pearl Harbor que transcurre casi toda en un barco, con parte del equipo recién salido de El halcón maltés -Humphrey Bogart, John Huston, Mary Astor, Sydney Greenstreet-, y en la que los japoneses planean hacerse nada menos que con el control del Canal de Panamá. La historia empieza bien pero se va deshinchando poco a poco, quizá porque la iban escribiendo sobre la marcha. De hecho, ni el propio John Huston parecía muy interesado en ella: cuando ya había dirigido casi toda la película, fue llamado a filas y dejó su puesto a Vincent Sherman, que se encontró con el marrón de resolver un cliffhanger en una escena de Bogart acorralado en un cine por unos matones. Sherman le preguntó a Huston que cómo salía Bogie vivo de allí y este le contestó que le daba igual, que se inventara algo que él se iba a las Aleutianas a la guerra… Los personajes japoneses de este film -como era habitual en las películas de propaganda durante la Segunda Guerra Mundial- están encarnados por actores chinos, ya que los norteamericanos de ascendencia nipona estaban todos en ese momento recluidos en campos de concentración en suelo estadounidense. Un oscuro episodio de xenofobia y racismo de la que hablaba Bienvenido al paraíso (1991) de Alan Parker.

50. Air Force (1943) 

Notable y poco conocida película bélica de Howard Hawks, como siempre centrada en uno de esos grupos de profesionales que pueblan su filmografía. En este caso, en la tripulación de un bombardero del ejército de aviación USA, que debe realizar varias misiones peligrosas por el Pacífico poco después del ataque japonés a Pearl Harbor. En su reparto no hay un protagonista que destaque, siendo el colectivo el que importa. Así, junto a actores habituales de Hawks como Harry Carey, George Tobias o Stanley Ridges, aparecen jóvenes promesas como John Garfield, Arthur Kennedy o Gig Young que había que usar porque estaban en la nómina de la Warner. Una película ganadora del Oscar al mejor montaje de 1943 y que influyó bastante en They Were Expendable, de John Ford. Y de aquí sacó Quentin Tarantino el nombre de Winocki para la historia del reloj de Pulp Fiction: es el personaje de Garfield.


Tras el buen sabor de boca que me dejó Air Force, decidí hacer un mini-ciclo de películas de la 2ª guerra mundial, algunas relacionadas con la incursión Doolittle del 18 de abril de 1942, cuando un grupo de aviones norteamericanos realizó una peligrosa misión en Japón para bombardear enclaves estratégicos del mismo Tokio. Un hito que sirvió para levantar la moral USA tras la afrenta de Pearl Harbor así como para provocar las primeras dudas en el ejército nipón, que tras esta sorpresiva incursión del enemigo hasta su cocina ya no vio tan clara la victoria. La hazaña, dirigida por el Teniente Coronel James H. Doolittle, fue la base de varias películas, como Treinta segundos sobre Tokio, Destino Tokio o The Purple Heart.


Superproducción de la Metro que narra pormenorizadamente los preparativos, la ejecución y el destino que sufrieron los participantes de la incursión Doolittle, interpretado aquí por un Spencer Tracy que aparece destacado en el cartel pero que en realidad sale muy poco; el protagonista es Van Johnson, secundado por Robert Walker y Robert Mitchum, en su primer papel en una película A. Con guión de Dalton Trumbo, el film fue rodado en Florida durante tres meses, y contó con el asesoramiento del propio James H. Doolittle y 50 bombarderos B-29 de verdad; en la Metro lo hacían todo a lo grande. De hecho,  el director Melvin LeRoy tenía a los pilotos dando vueltas en círculo mientras esperaba que se formaran bancos de nubes en el cielo lo suficientemente fotogénicos para empezar a rodar. La película se centra en la tripulación de uno de aquellos 18 aviones que participaron en el ataque: vemos las semanas previas de preparación, su salida hacia Tokio desde el portaaviones USS Hornet, el bombardeo de menos de un minuto, y cómo se les acabó el combustible y tuvieron que aterrizar de emergencia en China y esquivar a los japoneses para poder volver sanos y salvos a casa.
La vi con el doblaje original de 1946 que esconde varias sorpresas, como que Fernando Fernán Gómez ¿? doble a Robert Mitchum, o que digan todo el rato Tokío en vez de Tokio. La película ganó el Oscar a los mejores efectos especiales por la secuencia del bombardeo, rodado con maquetas y planos aéreos aprovechando un incendio real que se produjo en Oakland y rodado por cámaras de la MGM. En el otro lado, lo peor son las escenas sensibleras de Van Johnson con su mujer -Phillys Tatcher, la Martha Kent de Superman (1978) en su primer papel en el cine-. Algunas enseñanzas que se desprenden de este film y de los otros que he visto de la 2ª Guerra Mundial es que los aviadores iban de guays, eran la élite del ejército y no caían muy bien a la infantería ni a la marina. Por otro lado, se hace raro ver a los chinos como grandes amigos de los aviadores USA, ya que les cuidan de maravilla y les protegen de los japoneses cuando aterrizan en sus costas malheridos.

52. The Purple Heart (1944) 

Considerada la mejor de las películas de propaganda antijaponesas, The Purple Heart es otra mirada a ese raid de Tokio del 18 de abril de 1942, esta vez centrada en el post-bombardeo. El film narra las peripecias de los ocho tripulantes de uno de aquellos aviones que, tras participar en la misión se estrellan en China, donde son capturados por los japoneses. Ya en suelo nipón, son torturados de uno en uno para sonsacarles si partieron de un portaaviones y, de ser así, dónde se encuentra este, a la vez que se enfrentan a un juicio sumarísimo con pocas garantías procesales. Al ser acusados falsamente de bombardear escuelas y hospitales, quedan excluidos de la categoría de prisioneros de guerra; si bien daba igual, porque Japón no había firmado la Convención de Ginebra. La película no se estrenó en España y se deja ver, aunque a veces cae en la caricatura de mostrar a los japoneses como demasiado inhumanos y perversos; unos fanáticos que de repente se ponen a brincar cómicamente con sus katanas al conocer la noticia de la toma de las Filipinas.
El film supone una eficaz denuncia a las torturas sufridas por los prisioneros norteamericanos en Japón, donde destaca el contundente alegato final de Dana Andrews amenazando al país del sol naciente con la furibunda respuesta de USA para vengar sus muertes; algo parecido a la carta que escribe a su esposa su personaje en The Oxbow Incident, y que lee un emocionado Henry Fonda, en otra historia de denuncia social producida por Darryl F. Zanuck. Añadir que el Corazón Púrpura es la condecoración más antigua otorgada a soldados que han sido heridos o han muerto sirviendo a los Estados Unidos, si bien Kennedy extendió su validez también a civiles a partir de 1962.

53. Destino: Tokio (1944) 

Película de submarinos de la Warner protagonizada por Cary Grant, cedido por la Columbia, en un papel rechazado por Gary Cooper -yo creo que sí debió hacerlo, le pegaba bastante-. La película, dirigida por el fiable Delmer Daves, actuaría como una precuela de las dos anteriores, ya que cuenta la historia de cómo un submarino se infiltró en la costa de Japón semanas antes del bombardeo de Tokio para fijar y marcar sobre el terreno los objetivos que había que atacar, como fábricas de suministros y hangares. Me impactó la escena en la que a un marino del submarino le operan de apendicitis aguda apenas con un cuchillo de cocina afilado y éter, un hecho que por lo visto sucedió en la realidad. Menos mal que cuando me operaron a mí de lo mismo no estaba en un submarino, ni entonces las urgencias estaban tan colapsadas por el puto covid-19.

54. Guadalcanal (1943) 

La Fox también quería contribuir al esfuerzo bélico durante la Segunda Guerra Mundial y lo hizo, además de con The Purple Heart, con films propagandísticos como este sobre los marines USA. Su historia nos muestra a un grupo de soldados durante la sangrienta campaña en la isla de Guadalcanal, conquistada por el cuerpo de marines tras una larga lucha -del 7 de agosto de 1942 al 9 de febrero de 1943-, y que supondría un decisivo impulso para Estados Unidos en el frente del Pacífico contra las aspiraciones japonesas. Un escenario en las Islas Salomón que también servía de marco para La delgada línea roja (1998) o varios episodios de la serie de HBO The Pacific. Como en estas, aquí también estamos ante otra trama coral con personajes estereotipados, como el chistoso de Brooklyn, el latino, el joven inexperto, el religioso, o el que sabes que palma fijo porque ha enseñado una foto de su familia. De entre todos ellos, destaca el carisma de Anthony Quinn como Jesús -el latino valiente-, que realiza varias heroicidades que provocan su lucimiento, un papel que debió suponer un buen espaldarazo en su carrera.


Ya que me dio por películas de la 2GM, por qué no ver la mejor y más realista según Eisenhower: También somos seres humanos, de William A. Wellman, o la invasión de Italia vista a través del corresponsal de prensa Ernie Pyle -Burgess Meredith, el Mickey de Rocky-. Pyle convivió durante meses con soldados de infantería de una misma compañía, y los reportajes y columnas que escribió sobre sus experiencias con ellos le acabaron valiendo el Premio Pulitzer.
El director, Bill Wellman, había sido piloto de la Escuadrilla Lafayette en la Primera Guerra Mundial, y por ese elitismo propio de las fuerzas aéreas no quería hacer la película, porque esta se centraba en la infantería, la plebe del ejército. Pero tras entrevistarse con el propio Ernie Pyle en su casa y leer sus reportajes de guerra, estos le emocionaron profundamente y cambió de opinión. El resultado fue una película antibelicista que le quitaba todo el glamour al combate, al mostrar realmente como era el día a día de los soldados: un ambiente sombrío con personas cansadas y deprimidas, donde el frío, la lluvia, la suciedad o la muerte eran lo habitual. Un realismo tanto físico como psicológico que Wellman logró al ordenar que los actores hicieran instrucción antes de comenzar el film, o luego en el rodaje, al exigirles cargar con mochilas de 8 kilos y comer el rancho de la tropa. Muchos extras eran soldados de verdad, y tras participar en este film fueron enviados al frente del Pacífico, de donde la mayoría no regresaron. Como el propio Ernie Pyle, que falleció en la batalla de Okinawa en abril de 1945 y no llegó a ver nunca la película terminada. Una cinta donde no hay patriotismo ni fariseísmo, y donde se muestra la guerra desde un punto de vista muy humano. Desde luego, los jóvenes no saldrían corriendo a alistarse después de ver esta película. El film supuso la única nominación al Oscar en la carrera de Robert Mitchum -como actor secundario-, y, lógicamente, un gran impulso en su trayectoria.

56. Malaca (1949) 

Película extraña que empieza con James Stewart de protagonista y acaba con él de secundario y Spencer Tracy como chico -más bien señor, que tenía 50 años- de la película. Durante la Segunda Guerra Mundial, un periodista -Stewart- recibe el encargo del gobierno USA de ir a Malasia y conseguir extraer allí de contrabando grandes cantidades de caucho, a pesar de que los japoneses han ocupado ya la zona. Para ayudarle en esta peligrosa misión, contará con la colaboración de un viejo amigo preso en Alcatraz -Tracy-, liberado porque tiene los contactos necesarios en el país asiático. Esta fue la única vez que coincidieron en pantalla dos leyendas como James Stewart y Spencer Tracy, y por ello la cinta ya tiene interés, más allá de su trillada historia. Si bien Fred Zinnemann no debió de verla -como pasaba con Colt 45-, ya que entonces tampoco le hubiera dado a Ian MacDonald el papel del temible Frank Miller en Solo ante el peligro, tras ver cómo aquí le da una paliza Spencer Tracy con su consentimiento, para engañar a los japos, pues interpreta a un portugués que le vende el caucho pero quiere hacerles creer a los nipones que se lo habían robado. Frank Miller no habría permitido esa afrenta.

57. Midway (2019) 

Para contrastar la visión de tantas cintas contemporáneas a la 2GM, decidí ver la última versión de Midway de 2019, en la que un director tan destrozón como Ronald Emmerich no deja pasar la oportunidad de decir la suya sobre la Segunda Guerra Mundial, y rodar no sólo la batalla de Midway sino también un prólogo ambientado en Pearl Harbor, y disfrutar como un enano entre explosiones, acorazados reventados y cazas japos disparando a diestro y siniestro, con unos F/X a los que parece que se les haya aplicado una capa de lightroom para hacerlos más brillantes. La pega es que sale el chulesco de Ed Skrein, un tipo con la rara habilidad de caerme fatal; no sé cómo explicarlo, desprende vibraciones negativas, debe ser tan mala gente como parece. Pero bueno, al ser una película coral, para eso está el botón de Amazon Prime Video de adelantar 10 segundos la acción cada vez que asomaba la jeta. Ojalá lo hubiera tenido en 1999 cuando vi La amenaza fantasma para emplearlo contra Jar Jar Binks, snif. Lo mejor de la película es la breve aparición de John Ford cuando atacan los cazas japoneses y vemos al mítico director -encarnado por un actor bastante bien caracterizado- siendo herido mientras rueda unos planos con los aviones acercándosele a porta gayola, tomas que luego incluiría en su oscarizado documental de 18 minutos La batalla de Midway, disponible en YouTube.

58. Alien Nación (1988) 

Buddy Cop ochentera protagonizada por un policía humano -James Caan- y otro extraterrestre -Mandy Patinkin-, la única combinación que parecía quedar en el subgénero, pues ya habíamos tenido poli blanco y negro -Límite: 48 horas; Arma letal-, americano y ruso -Danko: calor rojo-, o humano y perro -Superagente K-9, Socios y sabuesos-. Pero no, luego la cosa desbarraría todavía más y así hubo poli y gnomo -Gnomo Cop-, poli con madre -Alto, o mi madre dispara-, o poli y dinosaurio -Dino Rex-. De esta Alien Nación, cargada de tópicos argumentales a pesar de su original pareja, destaca al menos que el policía alienígena se comporte de forma más humana que el terrícola, o la curiosa caracterización de los aliens, desde sus peculiaridades -más fuertes físicamente, beben leche agria, son esclavos huidos a los que se les asigna un empleo o se disuelven al meterse en el mar- hasta el maquillaje, que hace totalmente irreconocibles a Patinkin, Terence Stamp o a Kevin Major Howard, el rompetechos de La chaqueta metálica. La película -a pesar de dar pie a una serie de televisión- no tuvo mucho éxito, quizá porque retrasó su estreno debido al inesperado  taquillazo de La jungla de cristal, trastocando los planes de la Fox, productora de las dos y que pensaba que Alien Nación era la buena…

59. Hitchcock / Truffaut (2015)  

Para conmemorar el 40º aniversario del fallecimiento de Alfred Hitchcock -29 de abril de 1980- y aprovechando estos tiempos de confinamiento, pensé en ver La ventana indiscreta, pero al final la dejé para verano, que es cuando la veo siempre; así que lo arreglé con dos documentales que hay en Amazon Prime Video. El primero es Hitchcock / Truffaut, que se supone que se centra en la conversación que dio lugar al famoso libro de cabecera de cientos de cinéfilos. Pero como no hay imágenes en movimiento de aquel encuentro -aunque sí muchas fotografías y la grabación completa en audio- acaban teniendo mucho más peso en el metraje imágenes de archivo que trazan las biografía de Hitchcock y Truffaut, así como las intervenciones de directores como Scorsese, David Fincher, Oliver Assayas, Wes Anderson o Peter Bogdanovich, dando su opinión sobre el cine del maestro del suspense y su influencia en nuestros días. No sea que alguien se fuera a aburrir escuchando algún tramo de los audios de la entrevista, a los que se recurre muy poco y que, por otro lado, es lo que prometía este documental; lo que le hace susceptible de ser denunciado por publicidad engañosa.


Más interesante resulta 78 / 52: La escena que cambió el cine, centrado en la mítica escena de la ducha de Psicosis (1960), “la primera película de la historia del cine en la que no era seguro estar en la sala de cine”. Un momento de violencia nunca visto hasta entonces en una cinta mainstream y que convirtió el asesinato en una parte aceptable y legítima del entretenimiento, abriendo la puerta al género slasher y a películas como La noche de Halloween, La matanza de Texas o Viernes 13.
El título del documental hace referencia a que la icónica escena se compone de 78 planos y 52 cortes de edición, pero en la que ni Anthony Perkins ni apenas Janeth Leigh intervinieron: Perkins estaba actuando en el teatro en Nueva York y le sustituyó una actriz, y Janeth Leigh sí rodó varios primeros planos y medios, pero el grueso del rodaje -que duró toda una semana- se lo chupó una doble de cuerpo desnuda,  llamada Marli Renfro. La escena es analizada pormenorizadamente en cuestiones de escalaridad de planos, montaje, música o situación en el guión del film, en una visión bastante completa y que deja satisfecho al cinéfilo, no como el documental anterior. También hay aportaciones de archivo de Janeth Leigh y comentarios de Jamie Lee Curtis, el hijo de Perkins, Marli Renfro, Walter Murch, Danny Elfman, Eli Roth, Brett Easton Ellis, Karyn Kusama, Peter Bogdanovich, Guillermo del Toro y Elijah Wood, que va de experto en Hitchcock y sale con dos colegas riéndose a cada cosa que dicen, con pinta de ir algo fumados.

61. Fixed Bayonets (1951) 

Esta cinta bélica de Sam Fuller ambientada en la Guerra de Corea pasó a la historia del cine por ser la primera película en la que participó James Dean, si bien en un pequeño papel no acreditado. De hecho sólo se le intuye un poco al principio y no vuelve a salir hasta el final, donde tiene un par de frases y se le reconoce en un travelling en plano medio, en el que avanza agachado y se sienta al lado de otros dos soldados, como vemos en este linkSus profesores de Método en el Actor`s Studio probablemente le aconsejaron que lo interpretara con numerosos tics faciales, como un soldado en una situación de estrés. Pues no sé, da la impresión de que el actor que hace de teniente actúa de forma mucho más natural; si fuera por su actuación aquí, nadie habría dado un duro por Dean como leyenda del cine. La película no tenía grandes estrellas ni mucho presupuesto, y aunque está basada en una novela, bien podría haber sido una obra de teatro, pues transcurre todo el rato en los mismos escenarios: el interior de cueva y los alrededores de una colina donde se refugian un pelotón de soldados norteamericanos, que han de contener a unas tropas norcoreanas que los vigilan desde lo lejos para acribillarlos uno a uno. La historia también supone una interesante reflexión sobre el liderazgo, con el personaje de Richard Basehart acojonado porque no mueran los tres oficiales que tiene por delante en el escalafón, para que no le toque a él dar las órdenes, e incluye un par de frases interesantes a tal efecto: “A nadie le gusta tener responsabilidades, pero siempre te las acabas encontrando”; y “se necesitan agallas para liderar”. El film fue rodado en el Griffith Park de Los Angeles en pleno verano y quién lo diría, pues la acción transcurre en un monte coreano en un invierno gélido, y la sensación de frío está muy bien transmitida, con los actores exhalando vaho al hablar y la nieve tan real.

62. Upgrade (2018) 

Segunda película como director de Leigh Whannell, guionista de la saga Saw tras Insidious 3. En un futuro cercano, un chip de inteligencia artificial implantado dentro del organismo de un joven parapléjico toma el control de su cuerpo y le devuelve la movilidad, a la vez que le ayuda a encontrar a los responsables de la muerte de su mujer… Una entretenida película de ciencia-ficción rodada en Australia que debe ser la preferida de Skynet o HAL 9000, e interpretada por Logan Marshall-Green, el Tom Hardy de Hacendado quien precisamente hizo Venom, de trama similar. Lo puto mejor es cuando el chip -que se llama STEM y habla con Logan para darle buenos consejos- se hace con el mando de las funciones psicomotoras del protagonista y arrea unas palizas a sus enemigos que ríete tú de John Wick.


63. Diamantes en bruto (2019)

Enésimo film de Adam Sandler para Netflix, aunque esta vez en un drama producido por Scorsese y dirigido por los prometedores hermanos Safdie. Se rumoreaba que esta película podría darle su primera nominación al Oscar a Sandler, ya que aquí abandonaba su tipo habitual de personajes para interpretar a Howard Ratner, un joyero judío ludópata, con déficit de atención y bastante irresponsable. Pues… nada más lejos de la realidad, porque, aunque hay que reconocer que la película es bastante sólida y mantiene el interés durante todo su metraje, el problema viene precisamente por el personaje al que encarna Sandler: alguien muy estresante y desesperante,  nivel Milhouse del episodio de la isla desierta de Los Simpson. Y es que siempre aparece moviéndose de acá para allá, hablando por teléfono, apostando compulsivamente o trapicheando con unos y con otros, ya sean prestamistas, gente de baja estofa, apostadores, matones, etc. Un tipo de poco fiar al que se le adivina un poso de tristeza al saberse un don nadie, un pequeño timador metepatas que sabe que la acabará liando. 
En la trama tiene un papel destacado -y no lo hace mal- el exjugador de la NBA Kevin Garnett, obsesionado por un ópalo incrustado en una piedra que Howard ha traído de contrabando desde Etiopía, y que se supone que le hace jugar mejor. Así mismo, hay cameos interpretándose a sí mismos del cantante The Weeknd y de John Stamos, el de El hijo de la jungla, El príncipe de Zamunda o Encerrado. Y también destaca la instagramer Julia Fox, como la voluptuosa amante de Ratner.
En fin, una película no recomendable para gente tranquila -A Manoel de Oliveira, Tarkovsky o Dreyer les habría dado un infarto en algunas escenas del trajín que hay- ni para ludópatas que se estén quitando de las apuestas, porque, esa es otra, la película parece patrocinada por William Hill, Sportium o Bet365, ya que su mensaje final es algo así como: da igual que seáis unos mantas, chavales, ¡apostad, apostad a lo loco y a lo mejor os ganáis una pasta!


Estrenada directamente en Netflix, supone la ópera prima de Sam Hargrave, coordinador de especialistas en las películas Marvel. No por casualidad, el propio Chris Hemsworth -productor junto a los inevitables hermanos Russo- interpreta aquí a un mercenario llamado Tyler Rake, que es contratado para liberar al hijo adolescente de un señor de la droga indio, secuestrado por otro capo rival. La cinta está basada en un cómic de los Russo brothers llamado Ciudad, y se rodó en la India, si bien transcurre en Bangladesh.
Tyler Rake o Extraction -que de las dos formas la he visto titulada- es entretenida pero se ve obviamente saturada por las apabullantes dosis de acción y violencia que rebosan su trama, si bien se le intenta dar algo de profundidad dramática a la historia al mostrar las emociones de Tyler recordando hechos tristes de su pasado -la muerte de su hijo y tal y cual- para demostrarnos que es humano y no lo que parece todo el rato: una máquina de matar rollo Terminator. De hecho, el chaval al que protege es como el John Connor de Bollywood, de tantas veces que está en riesgo y le salva su preciada vida. Pero esa profundidad, aparte de que Hemsworth crea que se luzca al llorar un poquito, lo cierto es que resulta muy aislada, y la película se acaba pareciendo más bien a una partida de Fortnite, con Rake incluso reventando a un malo random con un rastrillo. Un guiño, porque eso es lo que significa rake en inglés.
Lo más destacado del film es sin duda su gran baza: ese publicitado plano secuencia de 11 minutos y 30 segundos que incluye una persecución en coche, tiroteos, peleas a cuchillo, cuerpo a cuerpo y hasta una llamativa explosión final. En un mundo post 1917 esto no parecería ya tan reseñable, pero lo cierto es que la escena -más allá de que a veces se note la coreografía de movimientos en las luchas- resulta técnicamente formidable, con algunos momentos espectaculares como cuando la cámara está fuera y se mete por dos veces dentro del coche -¿¿Cómo entra, por la ventanilla??- y graba desde el asiento trasero un rato; o al seguir a los protagonistas mientras saltan de una azotea a otra y se caen por un balcón a la calle, como si filmara a unos tíos haciendo parkour. Una secuencia que llevó cinco meses de preparación y que, aunque se noten los cortes y en ocasiones la cámara anticipa por dónde se van a mover los personajes, lo cierto es que logra su objetivo de dar la sensación de transcurrir en tiempo real; y, lo que es más importante, que la acción queda limpia y clara, con el espectador sabiendo en todo momento lo que está sucediendo en pantalla. Mucho mejor esto para mi gusto que el montaje frenético estilo Paul Greengrass de la saga Bourne, con cámaras con parkinson y planos de medio segundo de duración, que no te enterabas de nada y que menos mal que ya se ha pasado de moda. Ah, se ha hablado de la posibilidad de una secuela, de ahí su ambiguo plano final...

65. Ola de crímenes (1953) 

Policíaco de serie B de sólo 73 minutos dirigido por el artesano André De Toth, con varios actores que Kubrick reclutaría luego para Atraco perfecto: Sterling Hayden, Ted De Corsia o Timothy Carey, además de un joven Charles Bronson, cuando aún se apellidaba Buchinsky y no era muy conocido. Hasta el punto de que al final no queda muy claro qué sucede con su personaje, como si ni al guionista le importase; algo parecido a lo del astronauta negro de Interstellar. La película cuenta la historia de tres fugados de San Quintín que, tras cometer varios atracos, burlan el cerco policial y se refugian en casa de un antiguo compañero de prisión, que los acoge contra su voluntad pues trataba de empezar una nueva vida junto a su mujer. La película la iban a protagonizar Humphrey Bogart y Ava Gardner, pero De Toth se empeñó en contar con su amigo Sterling Hayden, para así evitar injerencias del estudio y hacerla como él quería, aunque tuviera menos tiempo; pues en 13 días la hizo. De la trama llama la atención la poca confianza que tienen en la policía los ex -presidiarios que quieren regenerarse, que desisten de acudir a la ley para reportar un delito aunque sean inocentes, pues dan por hecho que no serán creídos… Vaya, a Hitchcock debió de gustarle este detalle si la vio. Curiosamente, para mantener de mal humor a Sterling Hayden -que interpreta a un inspector de policía permanentemente enfadado-, De Toth se inventó que éste estaba dejando de fumar y se ponía cerillas en la boca para sofocar el mono; en realidad el actor fumaba un paquete de cigarros al día, y De Toth se lo prohibió durante el rodaje. La mala leche y la dureza de este personaje serían la base para el brutal policía que encarna Russell Crowe en L.A. Confidential.

Criticoll

viernes, 17 de abril de 2020

PELICULAS PARA UNA CUARENTENA (I)


Durante este enclaustramiento forzoso por culpa del coronavirus me niego a revisar Estallido o Contagio, aunque en esta los del 10 de marzo seamos los primeros en recibir la vacuna. Como dijo Billy Wilder, en tiempos difíciles la mente del espectador pide evasión y entretenimiento, no dramones realistas estilo Desesperación de Fassbinder. Así que voy a ir poniendo comentarios sobre todas las películas que estoy viendo durante el confinamiento. En un principio no sabía si podría llegar a las 40, pero la verdad es que ya se han quedado cortas, parece que esto va para largo. 

Y qué mejor forma de entretenimiento que revisar las películas de Indiana Jones, pensé. En busca del arca perdida la vi en Amazon Prime Video con el redoblaje que se hizo en 2012 para el blu-ray -que también incluía el doblaje original, menos mal-. Pero en esta plataforma no te dan esa opción, así que hay que verla redoblada por huevos o en inglés -como también pasa con Tiburón-. A pesar de que Salvador Vidal preste su voz a Indiana y los dobladores que siguen vivos repiten con sus personajes originales, creo que ha quedado ya claro que no me gusta este redoblaje. Se hace raro, y encima todas las voces tienen un tono excesivamente grave, como el de Los sobornados de Fritz Lang, con lo que te sacan todavía más de la película. Por otro lado, hay que reconocer que aparte de eso estamos ante una obra maestra del cine de aventuras y la mejor de la tetr… estoo, de la trilogía. La cuarta nunca se hizo, la cuarta nunca se hizo...

Vuelta a ver ahora me ha parecido demasiado oscura. El banquete de sopa de ojos, serpiente con sorpresa y sorbete de sesos de mono no tiene ningún sentido y sigue dando bastante asco. El tramo de la secta de Mola Ram o la persecución en las vagonetas al final se hacen largos, y el personaje de Willy es insoportable y plano, a pesar de que Kate Capshaw tuviera trato de favor al haberse liado con Spielberg durante el rodaje. Sin embargo, este film es indispensable al ampliar el universo de Indiana Jones, e incluye demasiados momentos icónicos como para despacharla tan alegremente. Me enteré hace poco que el personaje del Capitán Blumburtt -el militar británico alto y calvo- lo iba a interpretar David Niven, pero murió poco antes de empezar el rodaje. Lo acabó encarnando Philip Stone -el padre de Alex en La naranja mecánica o el Grady de El resplandor-.

Fue la primera película de Indiana Jones que vi en el cine y por eso tengo cierta preferencia por ella, aunque repite demasiado el esquema argumental de En busca del arca perdida, con los nazis y el objeto bíblico de turno a encontrar. Pero también es justo señalar que posee escenas y diálogos muy buenos que siguen aguantando como si nada el paso del tiempo. Sean Connery estaba en el mejor momento de su carrera y se sale, con instantes tan inolvidables como el del paraguas y las gaviotas contra la avioneta; y Harrison Ford como Indy nunca fallaba, nació para ese papel y siempre estaba excelso, aunque luego le hicieran meterse dentro de una nevera para evitar una explosión nuclear. Uf, menos mal que Tom Selleck tenía que hacer Magnum.

4. Yo soy Dolemite (2019)
Notable film de Netflix sobre la figura de Rudy Ray Moore, uno de los protagonistas menos conocidos del blaxploitation de los 70, del que es mejor no meterse en imdb o googlearlo hasta no ver esta película para disfrutarla más, al estilo de lo que sucedía con Sixto Rodríguez en Searching for Sugar Man. Eddie Murphy mantiene su carisma, y soporta la película sobre sus hombros como en los viejos tiempos. La película supone una reflexión bastante apañada sobre la importancia de perseguir tus sueños, y por ello, en el fondo es muy parecida a The Disaster Artist. Además, las cintas en las que aparecen rodajes de otras películas son una debilidad personal mía, aunque la de esta la dirija un odioso Wesley Snipes.


Escuché un podcast de comedia sobre Richard Pryor y me entraron ganas de revisar películas suyas, así que vi tres seguidas. La primera fue Locos de remate, que nunca alquilé en el videoclub a pesar de su sugerente cartel con Pryor y Gene Wilder vestidos de pollos, pero creo que la vi años después en la tele. La verdad es que la recordaba peor. No sé si será nostalgia de la niñez o qué, pero me encanta la estética, la fotografía, los decorados, el vestuario de los años '70.



Luego vi El expreso de Chicago, que la he metido en el miniciclo sobre Richard Pryor, aunque en realidad no me acordaba que no sale hasta que pasa casi una hora de película: su personaje aquí es muy secundario, un simple alivio cómico; el protagonista es Gene Wilder. La cinta es una historia de intriga con toques de humor, y cuenta con homenajes a un director tan aficionado a los trenes como Alfred Hichcock, con guiños a Alarma en el expreso, La sombra de una duda, Extraños en un tren, Con la muerte en los talones...

La trilogía Richard Pryor se cierra con esta película de premisa atractiva pero de ejecución poco brillante. Walter Hill no tenía gracia para hacer comedias, y si lo eligieron para esta fue porque había dirigido a Eddie Murphy en Límite: 48 horas. Se ve que aquí también querían a Eddie, pero no estaba disponible y al final se tuvieron que conformar con su mentor Pryor, que ya empezaba su decadencia  física y artística. No por casualidad, aquí le ponen la voz de Juan Fernández, el doblador fijo de Murphy, y si cierras los ojos a veces parece él, aunque a Pryor le falta la energía de Eddie. De hecho ya tenía mala cara, la ELA empezaba a hacer estragos de forma inconsciente en su cuerpo, y eso de alguna forma se refleja en la pantalla y no es divertido.

8. Flash Gordon (1980)
Siempre tuve curiosidad por verla para comprobar si era tan mala como decían, porque posee su fandom de raritos, ya sea por el espectáculo kitsch que supone o por la banda sonora de Queen; hay gente para todo. Pero la verdad es que sí, es muuuy mala. Tanto, que hay que visionarla en varios tramos con descansos para poder soportarla. A quienes logren verla de un tirón o simplemente acabarla, deberían darles una medalla; qué digo medallas, un buen puñado de mascarillas FFP2 o un test de los que vayan o un algo. Y es que desde el poster tan molón ya tratan de engañarte con lo que te espera luego. Pero también en el doblaje: Selica Torcal, voz de Margot Kidder-Lois Lane en Superman, dobla aquí a Dale Arden -Melody Anderson-, para ayudar al oído del espectador a relacionarla inconscientemente con la franquicia del Hombre de Acero y tratar de subir su calidad, aunque sea por la vía auditiva. Pero no cuela, desde el minuto uno la película se delata, es un completo sinsentido y cae mal, aunque tampoco parece importarle mucho, como si fuera el José Luis Ábalos de las películas fantásticas. Paradójicamente, donde en realidad se nota esa relación con Superman es en sus patéticos efectos especiales, que no desentonarían en el Superman IV de la Cannon. La escena ante Ming donde Flash se pone a jugar al fútbol americano con unos melones da vergüenza ajena; a partir de ahí la película va sin frenos y cuesta abajo. Todo en ella resulta molesto y está equivocado: las patéticas interpretaciones -mención especial para el inexpresivo Sam J. Jones o los histriónicos Brian Blessed y Topol-; el vestuario y los decorados de mercadillo -y eso que Danilo Donatti tenía dos Oscars-; los tiros de cámara teatrales en plano general y estáticos, aunque se trate de escenas de acción -había que poder encajar luego el croma y los F/X-; la angulación de primero de Realización, ya que al principio nos muestran siempre a Ming en contrapicado para denotar su poder, y al final en picado cuando lo pierde -lo pillamos, Mike Hodges-; que Flash y Dale, la ñoña chica morena, se hagan novios a los dos minutos de conocerse; los botones del cuadro de mandos del palacio de Ming, que suenan como los de un teléfono de la Tierra; que Flash sepa cómo se llama una nave de otro planeta -Mongo, muy apropiado- y sepa pilotarla; el perpetuo e irritante sonido en la banda sonora de un bajo; el spoiler de la letra de la canción de Queen que suena justo antes del combate final y ya te dice que Flash ganó y salvó a todos, etc. Joder, lo único bueno de Flash Gordon fue que George Lucas no consiguiera los derechos, porque así hizo Star Wars. En un programa doble de Flash Gordon con el Dune de David Lynch la gente acabaría como Ray Milland al final de El hombre con rayos X en los ojos: arrancándoselos con rabia. La peor película de largo que he visto en 2020 hasta ahora. Más mala que el coronavirus.

9. Figuras ocultas (2016) 
Una feel good movie de sólida factura, al estilo clásico de 
Green BookEmociona porque está bien hecha y porque se denuncian injusticias y los buenos ganan y hasta llegan a la luna. Kevin Costner impartiendo justicia a favor de la integración racial en la NASA, otra muesca más en su colección de héroes. Gary Cooper estaría orgulloso, probablemente habría interpretado este papel de haber estado vivo.

10. Toy Story 4 (2019)
Sabes que ha pasado el tiempo cuando hasta Woody se independiza. Como película es bastante inferior a Toy Story 3, aunque le dieron el Oscar igual ¿? Los  personajes que parecen los villanos no lo son tanto, aquí el antagonista de la historia es en realidad Bonnie, que es una chica y lógicamente prefiere otros juguetes antes que un muñeco vaquero de los años ’50; Woody no tenía mucho futuro con ella. Supongo que Toy Story 5 irá de que Buzz Lightyear también se va de casa, ya que tampoco encaja mucho como el juguete preferido de una niña. Vaya, me extraña que esta película no fuese atacada desde sectores feminazis por perpetuar tanto los roles estereotipados de género.


11. Patos salvajes (1978)
Más que patos, canto de cisne para la vieja guardia de actores británicos -Richard Burton, Richard Harris, Roger Moore, Stewart Granger- y el propio director Andrew W. McLaglen, dinosaurios de otra época que en 1978 ya intuían que tenían que dejar paso a generaciones de cineastas más jóvenes como la de Lucas, Spielberg y compañía, o a actores como De Niro, Harrison Ford, Stallone, Hoffman o Nicholson, que ya habían echado la puerta abajo de Hollywood. Claro que, con el dni en la mano, en realidad Burton, Harris y compañía no eran tan viejos. Pero es que beber y fumar como posesos durante décadas estropea mucho.

12. Lovelace (2013)
Superficial biopic sobre Linda Lovelace, la protagonista de la mítica Garganta profunda, encarnada por una Amanda Seyfried mucho más guapa que la actriz original, y que igual se pensaría que iba a ser nominada al Oscar o algo. Pues ni de coña, porque la película naufraga por un guion que va continuamente hacia adelante y hacia atrás de forma molesta, con lo fácil que hubiera sido no complicarse tanto la vida y contar la historia linealmente de A a B y ya está. Destacan Sharon Stone y Robert Patrick como los sufridos padres de la Lovelance, una hija que les salió algo ligerilla de cascos, aunque se ve que la madre -ahí donde la ves, tan cristiana y tan decente-, también tenía sus muertos en el armario. Aparte de un buen picahielos en la cocina, claro. 



El actor hispano-francés Louis De Funes fue todo un fenómeno cómico en Francia durante casi tres décadas, y la saga de El gendarme, un éxito de público durante años y años, que dio para seis películas. Siempre tuve curiosidad por ver alguna, ya que de de Funes sólo había visto Caídos sobre un árbol, que la recordaba graciosa. El gendarme de Saint-Tropez tuvo un récord de 7’8 millones de espectadores en Francia en 1964, y vista hoy entretiene y poco más, aunque las muecas de de Funes lo hacen bastante cargante, no me explico muy bien su popularidad. Si bien me encanta su estética, los colores, los decorados, el vestuario de los ’60, me recuerda a los tebeos de Tintín.

El triunfo en taquilla de El gendarme de Saint-Tropez provocó una continuación al año siguiente con más presupuesto. En esta secuela, Cruchot y sus compañeros viajan a Nueva York a un congreso internacional de la policía, y la lianta de su hija Nicole -Genevieve Grad- se embarca de polizona en el mismo barco que su padre porque no se la habían llevado y ella también quería ver mundo. Humor de vodevil bastante inofensivo, donde al menos destaca un homenaje a West Side Story en una sorprendente escena de musica y baile que no pega ni con cola con el resto.



No sé porqué vi otra del gendarme, en la que Cruchot se liga a una viuda rica con la que literalmente tiene chispa -cuando se dan la mano aparecen descargas eléctricas ¿?- Lo más gracioso es una secuencia en la que Cruchot y su superior Gerber -Michel Galabru- se presentan a un examen-oposición para subir de categoría que recuerda al de Espías como nosotros, en el que Chevy Chase intentaba copiarse de todo el mundo. Cuando por error le dan el puesto a Cruchot y momentáneamente asciende, este se comporta como un déspota con sus subordinados y llega a caer bastante mal; una involuntaria reflexión sobre el peligro que supone darle un cargo de poder a determinados individuos.


Esta precuela de Joker es muy divertida, no entiendo que fracasara tanto en su estreno. Bueno, quizá sí, si pensamos que a principios de los ’80 triunfaban otro tipo de comedias, estilo Aterriza como puedas o las películas de Eddie Murphy, y que a Jerry Lewis hacía lustros que se le había pasado el arroz. Las improvisaciones de De Niro por lo visto también sacaban bastante de quicio a Jerry, junto con otras cosillas como que le dijese perro judío al oído segundos antes de darse la acción. Nada personal, era una treta de Scorsese para que Lewis pusiera la expresión adecuada de cabreado que necesitaba su personaje en la historia, como en la  escena en la que Langford sorprende a Rupert y a su amiga colándose en su mansión, cuando Pupkin trataba de impresionarla al pretender que su ídolo les había invitado allí.

Una parodia de las películas de catástrofes de los '70 con elementos de humor absurdo que la convierten en un título de cierto culto, al ser una especie de precursora del trío ZAZ, responsable cuatro años después de la obra maestra del subgénero: Aterriza como puedas, también producida por Paramount y de la que precisamente hablaba antes. Este The Big Bus lleva la parodia inscrita desde la confección de su reparto, supuestamente estelar -Joseph Bologna, Ned Beatty, José Ferrer, Ruth Gordon, Larry Hagman- y cuyos rostros poco conocidos aparecen pomposamente en cuadritos en el cartel de la película, como mandan los cánones del género... La película se disfruta sin muchos problemas, aunque no se puede decir que haya pasado a la historia más que por lo que costó construir el aparatoso autobús, de 32 ruedas y más de 33 metros de longitud: 250 mil dólares. Al menos cuenta con un doblaje setentero de Madrid y eso siempre es entrañable. Aquí Stockard Channing hace de treintañera y dos años después, de colegiala en Grease, gracias a la magia del cine. Vaya spoiler que tiene el poster, by the way.

18. La favorita (2018)
Prestigiosa película que no es para tanto, su duración es excesiva porque Yorgos Lanthimos se cree un autor y se siente en la obligación de alargar mucho las escenas y la duración de los planos, para que no nos quedemos cortos de su arte. Lo del gran angular no se acaba de comprender, es muy gratuito. Rodar a la luz de las velas el siglo XVIII parece obligatorio desde Kubrick y Barry Lyndon. No sabía si era una reina histórica o inventada. Olivia Colman tampoco es que haga la mejor interpretación de la historia de los Oscars ni sea mucho más principal que Rachel Weisz o Emma Stone. A veces colocar a un actor para pelear en los premios como protagonista o secundario es bastante arbitrario. ¿Ves, Yorgos? Yendo al grano se puede contar muchas más cosas y encima acabas antes.


19. A través de la noche (1942) 
La película que rodó Humphrey Bogart justo antes de Casablanca es un thriller con toques de comedia sobre un gangster de barrio en lucha contra unos nazis infiltrados en la sociedad civil USA, que planean atentar en Nueva York. Recuerda un poco a Jo, qué noche, pues la acción sucede así mismo en Manhattan y durante unas pocas horas nocturnas muy ajetreadas. La cinta se deja ver por el carisma de su protagonista, aunque se hace un poco larga para lo poco que cuenta. Con este tipo de películas la carrera de Bogart no habría ido a ninguna parte; menos mal que estaban por ahí Walsh, Curtiz o Huston para rescatarle, así como el ceporro de George Raft para rechazar todos los papeles que convirtieron a Bogie en un mito. Para los amantes de los six degrees of separation, aquí sale Jackie Gleason muy joven, haciendo así de link directo entre Bogart y Tom Hanks, que aparecía con Gleason en Nada en común.

Basada en una novela de Dashiell Hammett que empecé a leer 200 veces y nunca pasé de la página 20, tiene una resolución poco clara que recuerda a la de El sueño eterno, donde al final no te enteras de nada y lo que importa es dejarse llevar por el ambiente y la atmósfera. De hecho, lo único que queda claro al final en esta película es que en los años '40 se fumaba mucho y que el personaje de Alan Ladd encajaba bien las palizas, parecía masoquista. Creo que es la primera película que veo de las siete que hicieron juntos Ladd y Veronica Lake, una pareja mítica del noir de la Paramount.



Último de los cinco westerns de James Stewart con Anthony Mann, como siempre con el tema de la venganza de fondo: la de un vaquero que busca al hombre que le vendió armas a los indios, con las que mataron a su hermano soldado. Tiene una escena genial, muy realista, que desmiente el mito del héroe del Oeste duro y de una pieza que ya no se llevaba en los ’50, por mucho que le pesara a Andre Bazin o a Robert Warshow: un matón le dispara un tiro en la mano a James Stewart de forma injusta y este llora y se va para que no le sigan pegando. Los amigos del abusón se apiadan de él porque reconocen que su jefe se ha pasado tres pueblos con Stewart y le ayudan a montar en su caballo e irse. Una situación de la que todos hemos sido testigos en el recreo alguna vez -bueno, menos en lo del caballo y el revolver-. SPOILER: al final Arthur Kennedy -el que le vendía armas a los indios- es asesinado por estos, y Stewart se va solo y se deja a la chica. En realidad no podía ser de otra forma, porque los antihéroes de Mann son muy individualistas y contradictorios, no encuentran su lugar en la civilización. Ya lo había anticipado antes el personaje de Wallace Ford: soy medio irlandés y medio indio, y creía que así sería aceptado en ambos mundos, pero en realidad no me quieren en ninguno.

22. Amarga victoria (1939) 
Melodrama de la Warner protagonizado por Bette Davis como una joven rica y vividora que tiene un tumor cerebral inoperable y no se lo quieren decir, y al final se casa con su médico -George Brent- y se queda ciega de una escena para otra. Como decían en la trivia de imdb, sabes que a Bette Davis le ocurre algo serio cuando no acierta a encenderse un cigarrillo. Humphrey Bogart sale poco, hace de criador de caballos, pero al menos le dobla su mejor voz: José Guardiola. Tampoco tiene mucho que hacer por allí Ronald Reagan, salvo encarnar a un pijo hedonista permanentemente de fiesta y borracho. Nadie diría que en ese plan un sujeto así llegaría a presidente. Oh, wait!

23. Balas o votos (1936) 
Basada en una historia real, Edward G. Robinson se pasa por una vez al bando de los buenos para interpretar a un policía infiltrado en una banda de gángsters, los cuales pretenden hacerse con el control de un sorteo de lotería que se organiza en Nueva York, y poder amañar después los resultados. Humphrey Bogart hace de malo y al final lo matan, vaya, qué raro, una constante suya en la Warner Brothers. Por cierto, el que tradujo el título original de Bullets or Ballots al español Balas o votos creo que ni había visto la película ni sabía de lo que iba: se guiaría por el cartel y pensaría que era una historia de gangsters comprando a políticos corruptos o algo así. En realidad, este tendría que haber sido Balas o papeletas. ¡Porque no eran papeletas de votos, gañanes, sino de lotería!

24. Shalako (1968)
Es raro que te apetezca ver un western con actores tan extraños al género como Sean Connery y Brigitte Bardot, encima sabiendo que la película fue un fracaso. Así que durante años la tuve ahí aparcada sin verla, esperando una cuarentena o un algo para hincarle el diente, mientras me imaginaba cómo sería su trama; algo así como que los indios raptaban a BB como a una vulgar damisela en apuros, y Connery la rescataba en plan James Bond pero sin gadgets. Bueno, pues al final la vi y he de decir que ni sus personajes ni su historia iban por esos derroteros. Además, en realidad se trata de una película ciertamente entretenida, mucho más coral de lo que pensaba. La trama se basa en el típico asedio a una fortaleza con varios aspectos originales: los protagonistas son unos nobles europeos que menosprecian a Chato el Apache y a otros indios, y se ven atacados por estos tras invadir su reserva de caza, escapando por los pelos al escalar una montaña con cuerdas al más puro estilo alpino, en lo que debe ser el primer cruce entre western y película de escalada de la historia ¿? Así mismo, tiene el aliciente de ver a Woody Strode de indio y repitiendo la lucha de gladiadores de Espartaco que tenía contra Kirk Douglas, ahora contra Connery.

25. Brigada 21 (1951)
Precisamente Douglas protagoniza Brigada 21, la adaptación de una obra de teatro que transcurre íntegramente en una comisaría de policía neoyorquina, aunque los movimientos de cámara hacen que no llegue a parecer nunca excesivamente estática, por cortesía del siempre sólido William Wyler. El film trata temas adelantados a su época como el aborto, la homosexualidad o la cleptomanía. Eleanor Parker, guapísima como siempre, fue nominada al Oscar. También Lee Grant como secundaria, aunque su papel es flojo y ella lo hace bastante mal.


26. Justa venganza (1948)
Como otros directores del western de los años '50, Anthony Mann se fogueó primero en el noir en los ‘40. Y como siempre, la venganza es el leiv motiv que mueve a su protagonista, en este caso el olvidado Dennis O’Keefe, como un tipo que se escapa de la cárcel y busca vengarse de su antiguo jefe -Raymond Burr-. La película está narrada por el personaje de Claire Trevor, novia oficial del prota pero que ve cómo este prefiere a una abogada mucho más joven y guapa. Aunque a la Trevor aquí parece que se le hubieran pasado todos los trenes de la vida, al menos en ese 1948 ganó el Oscar como mejor actriz secundaria por Cayo Largo.

Una película desarrollada en tiempo real que demuestra la pericia de Robert Wise como montador, al lograr encajar su historia entre las 21:05 y las 22:17 que marca los dos relojes del principio y el final de su historia. La trastienda del boxeo, los tongos, púgiles orgullosos a los que se le ha pasado su mejor época -un excelente Robert Ryan-… estamos ante una de las cintas favoritas de Martin Scorsese, que aprovechó Toro salvaje para incluir varios homenajes a este film de Wise.

28. Searching (2018)
Toma nota, Nacho Vigalondo: así tenía que haber sido Open Windows y no el desastre final que fue. Y es que Searching tiene la originalidad de ser una película narrada exclusivamente desde la pantalla de un portátil, en la que un viudo tratará de encontrar a su hija desaparecida con la ayuda de la policía, pero también rastreando la huella digital de la joven por facebook, Tumblr, Snap Chat, YouCast y un montón de otros programas y aplicaciones de los que no había oído hablar nunca, pero me los apunté para trastearlos luego. El film resulta un poco tramposo en su resolución, pero hay que reconocer que aun así es bastante entretenido. Sí, ya sé que el protagonista es John Cho, el coreano de la saga de 2 colgaos muy fumaos, pero el dato engaña: esta película merece la pena.

29. Ojos en la noche (1942)
Se trata de la segunda cinta dirigida por Fred Zinnemann, en la que un detective ciego muy sagaz -Edward Arnold- y su perro guía deben desbaratar las actividades de una célula de nazis infiltrados en Nueva York. Un tema que en 1942 se ve que estaba muy de moda, como ya apuntaba A través de la noche. Lo mejor es el perro, todo un crack llamado Friday que salió en varias películas, incluida una secuela de ésta llamada The Hidden Eye (1945). Zinnemann no debió llevarse aquí muy bien con Donna Reed, ya que años después no la quería como la guapa prostituta de la que se enamora Montgomery Clift en De aquí a la eternidad; un rol para el que prefería a Julie Harris ¿? Joer, Fred, eso no habría sido nada creíble. Por una vez Harry Cohn tuvo razón en vetarte un casting. Se puede ver en YouTube.

30. Watchmen (2009)
A pesar de que la película de Zack Snyder intenta seguir al pie de la letra el mítico cómic original -menos la aburrida historia de los piratas y el final- este film no tuvo mucho éxito, y los integristas de Alan Moore y las viñetas lo desprecian profundamente. Pero la verdad es que no se me ocurre otra manera en la que podría haberse adaptado Watchmen al cine con tanta fidelidad y cuidado. Bueno, se me ocurre una: no contratando a Matthew Goode como Ozymandias y no haciendo de los protagonistas unos superhéroes con capacidades atléticas y sobrehumanas de lucha. La serie-secuela de HBO es mucho mejor, a pesar del miedo que daba que el showrunner fuera Damon Lindelof. Al final lo único malo de la serie -si se salvaba el escollo de los dos primeros episodios- era tener que seguir soportando a la malhablada y verdulera de Regina King.

No me enteré muy bien de la trama, John Le Carré es lo que tiene, prefiero a Frederick Forsyth. Eso sí, tenía una buena fotografía en blanco y negro con profundidad de campo de Oswald Morris, que le daba un cierto aspecto documental. También se notaba la tensión sexual -resuelta hace años- entre Richard Burton y Claire Bloom, antiguos amantes en sus años primerizos, aunque Elizabeth Taylor estuviera revoloteando por allí durante el rodaje -que fue en Irlanda- y volviera loco a todo el mundo con sus caprichos.


La primera película de James Bond sorprende por la poca acción que tiene. No sé cómo se convirtió en una franquicia, ya que en el fondo como película no es muy buena, se hace incluso larga. La verdad es que el Bond de Sean Connery en estos primeros años era políticamente muy incorrecto si lo miramos con los ojos actuales. Por ejemplo, le dice a un marino negro -que le estaba ayudando a encontrar la guarida del Doctor No- que haga el favor de llevarle los zapatos, mientras coge todo el rato de la mano a Linda-Honey -Ursula Andress- y le da continuamente órdenes como si ésta fuera retrasada, y no supiera hacer nada por sí sola.


33. Gardenia azul (1953)
Entretenido film noir de Fritz Lang sobre una telefonista -Anne Baxter- que, al ver cómo su novio soldado corta con ella por carta, decide citarse por despecho con un dibujante playboy, que en realidad quería salir con una amiga suya. Este, sin muchos escrúpulos, la emborracha y la lleva a su casa con intenciones obvias, pero ella se resiste y le golpea en la cabeza con un atizador. A la mañana siguiente se levanta con resaca en su casa y todo el mundo busca a la asesina del dibujante, que ha muerto. Un periodista -Richard Conte- intentará ayudar a la muchacha y se enamora de ella y tal. Raymond Burr repite aquí su habitual papel de rijoso, y el doblaje es gallego, con Richard Conte hablando con voz de locutor de documentales del canal historia, se hace raro raro raro.

34. Slow West (2015)
Western rodado en Nueva Zelanda -junto con Rumanía, la nueva Almería- que a veces parece que vaya a caer en la trampa de Terrence Malick y pasarse de contemplativo, en plan ¿a qué huelen las nubes en la pradera? pero gracias a Dios no llega a hacerlo del todo. Al final descubres que la película era la historia de un pagafantas -Kodi Smit-McPhee- que recorre medio mundo al estar muy in love con una chica -muy guapa, Caren Pistorius-, que era en realidad una forajida cotizada que pasaba bastante de él. Michael Fassbender resulta un poco molesto con su pose de pistolero experto, sobrado y de vuelta de todo. No por casualidad era el productor.


La segunda película de la franquicia de 007 tenía más presupuesto y se nota, si bien el Orient Express parece a veces un cercanías antes que el tren más lujoso del mundo. También hay más acción, aunque los gadgets de la maleta de Q dan vergüenza ajena, se los regalas hoy a un adolescente y te escupe en la cara. Tampoco queda muy políticamente correcto cuando Bond-Connery abofetea a la chica -Daniela Bianchi- porque le ha mentido. Y ahora entiendo lo de la persecución de las lanchas motoras en Venecia de Indiana Jones y la última cruzada: era un homenaje de Spielberg a este film. Por cierto, Steven también fichó a Robert Shaw en Tiburón tras recordar que salía aquí. ¡Hala! Ya puedo decir que he visto todos los films de la franquicia James Bond, a falta de que estrenen algún día Sin tiempo para morir.

36. Colt 45 (1950) 
Se hace larga y eso que dura 76 minutos. Zachary Scott patético, malo de opereta. Debió nacer antes y campar a sus anchas en el cine mudo, donde gestos tan histriónicos como los suyos eran la norma. Ian MacDonald deshonra High Noon con su papel aquí -también llamado Miller-, como el segundo pelota del malo que le abofetea cuando se cansa de darle órdenes. Para hacerlo todavía peor, muere de forma patética, abatido tras una puerta por las balas de su jefe y bizqueando ridículamente como un desgra. Lloyd Bridges tampoco se libra, encima lo matan en off. Su viuda Ruth Roman se enamora en cero coma de Randolph Scott, al que acababa de conocer. Sorprendentemente los indios son los buenos, toda una novedad: Flecha rota y La puerta del diablo -también del mismo año- se llevaron los honores.

37. It (2017)
No me gustan las películas de terror y me resistía a verla, pero lo hice y al final no da tanto miedo como pensaba, a veces incluso parece Cuenta conmigo. Encontré un fallo gordo de guión en el clímax final: ¿Cómo sabía Bill que It se estaba haciendo pasar por su hermanito Georgie, aparte de porque lo ponía en el guión? Como no me he leído el libro, no lo sé, pero en la película está mal explicado; como lo del origen de It, no sé si era un ente alienígena, satán o qué. También resulta poco creíble que unos matones se amedranten porque unos críos les tiren cuatro piedras: lo normal es que, en represalia, les reventasen la cabeza allí mismo a todos. El Kiefer Sutherland de Stand By Me ni se lo hubiera pensado.

Unos indios huyen de una reserva y se dedican a asesinar a todos los blancos con los que se cruzan en su camino. Un teniente del ejército irá en su busca con la ayuda de un viejo explorador y de un indio. De este film sorprende el salvajismo con el que se refleja a los indios ya en 1972; al menos por salir de una reserva, se suponía que tendrían que estar más domesticados. Sin embargo, varios blancos prefieren suicidarse antes que caer prisioneros suyos; algo que también reflejaban los Coen en La balada de Buster Scruggs. Yo creo que al menos podrían haber hecho como la recientemente desaparecida Honor Blackman en Shalako: tragarse una pulsera y morir con el beneplácito de los pieles rojas que la iban a violar, que se paran de repente y observan dócilmente cómo se mete el colgante en la boca ¿? Poco realista, la verdad. Volviendo a La venganza de Ulzana, es entretenida pero da que pensar si Robert Aldrich no se volvió racista con los años, ya que Apache (1954) también con Burt Lancaster, era un famoso western pro-indio, y aquí como he dicho los pone de muy crueles, pues hasta decapitan a un perrito ¡sacrilegio! y se lo meten en la boca al cadáver de su dueño -¿homenaje a Shalako?- También chirría el teniente joven que interpreta Bruce Davison: ahora soy una persona cabal, ahora un racista insensible, ahora cabal otra vez… no es nada creíble. Tampoco SPOILER que a Burt Lancaster le disparen en una pierna y se niegue a montar en un carro para que le curen en el fuerte, porque está lejos y le dolería mucho: prefiere sentarse y esperar a la muerte mientras se lía un cigarro... Parecía DiCaprio al final de Titanic, dejándose morir al dar por hecho que no cabía en la tabla. Qué par de negados.

¿Dominas el átomo? Estamos ante un film de ciencia ficción mexicano de 1960 -toma ya- que supongo que le habría encantado rodar a Ed Wood. La película resulta, más que marciana, venusiana, pues de Venus es de donde vienen las dos jamonas extraterrestres -las ex misses Ana Bertha Lepe y Lorena Velázquez- que buscan hombres por la galaxia en bañador y tacones para que les hagan compañía en su planeta, habitado solamente por mujeres humanoides que hablan español con acento mexicano ¿? La originalidad es que aterrizan en un pueblo de México en lugar de en la típica urbanización USA, donde encuentran a un tipo bigotudo -Lalo González “Piporro”- que se enamora de una de ellas y le enseña lo que es el amor con un par de rancheras. El plano más descacharrante es cuando se ve a la nave orbitando alrededor de la Tierra y sobre el globo terráqueo se observan las rayas de los meridianos y los paralelos ¿? Digo yo que le podrían haber preguntado a los gringos o a los rusos si desde el espacio se veían las rayas esas. Así mismo, sale un robot de hojalata que puede teletransportarse -y que se enamora de una máquina de discos- que parece hecho por el niño que hace del hermano del Piporro para la falla de su clase. También salen por ahí unos alienígenas bastante feos -los monstruos del título- que son otros de los machos secuestrados por las venusianas en otros planetas durante su tour galáctico, rollo caravana de mujeres, y que por supuesto también hablan español menos cuando se enfrentan con los buenos -entonces sólo gruñen para dar más miedo-. Para que luego nos hagan aprender idiomas, si sólo con el castellano ya te entienden por toda la Vía Láctea. Se puede ver en YouTube.

40. El malvado Zaroff (1932) 
Creo que la vi de pequeño en La bola de cristal, que eran muy de traumatizar niños -un día pusieron Freaks de Tod Browning y se quedaron tan anchos-. Se trata de la primera versión de la clásica historia corta de Richard Connell The most dangerous game, base también de películas como Huida hacia el sol, La presa desnuda o Blanco humano de Van Damme, y hecha por el mismo equipo de King Kong, es decir, el tándem Ernest B. Schoedsack y Merian C. Cooper. De hecho las rodaron a la vez, y comparten actores como Fay Wray y Robert Armstrong, así como muchos escenarios y decorados. Sólo dura 62 minutos, pero porque la censura les obligó a cortar un cuarto de hora de escenas muy gore para la época, con planos bastante gráficos de desmembramientos, cadáveres o mutilaciones, lo que provocó desmayos y vómitos en algunos espectadores en el preestreno. Con tanto recorte al final no da nada de miedo, y tampoco creo que el personaje de Zaroff fuese un loco: tenía sus razones, era un competidor nato. Si te gusta la caza y a tus dominios llega un adversario a tu altura como el cazador de fama mundial al que interpreta Joel McCrea, hay que retarle y jugar, joer. Se puede ver en YouTube. 

Criticoll