viernes, 18 de enero de 2019

Creed II. La leyenda de Rocky



Tres años después de Creed (2015) llega la esperada secuela del film de Ryan Coogler, productor aquí tras haber cedido la silla de dirección a su protegido, Steven Caple Jr. La trama de Creed II. La leyenda de Rocky arranca varios años después de aquella, con un Adonis Creed que se ha convertido en Campeón del Mundo de los Pesos Pesados, y a quien un avispado promotor le ofrece enfrentarse a Viktor Drago -Florian Munteanu-, una mole ucraniana que resulta ser el hijo de Ivan Drago, el boxeador ruso que acabó con la vida de Apollo. A pesar de que Rocky le desaconseja el combate, Adonis acepta, viendo en él una forma de enfrentarse con los fantasmas de su pasado y vengar de paso a su padre.

Creed II resulta un remake encubierto de Rocky IV, nada raro si pensamos que el guión es obra también de Sylvester Stallone -con la ayuda de Juel Taylor-. Lo cierto es que parece que no se han calentado mucho la cabeza, ya que la estructura es básicamente la misma, aunque los tiempos hayan cambiado y tras el patrón marcado por Creed siguen teniendo su importancia en el metraje, igual de forma excesiva, las escenas de ámbito más personal de Adonis que reflejan, por una parte, su relación con Bianca -Tessa Thompson-, ahora incluso como padres primerizos; con su nuevo entrenador Tony -Wood Harris- el hijo de Duke; con su madre adoptiva Mary Anne -Phylicia Rashad- o con el propio Rocky. Por cierto, que me pareció de ciencia-ficción la escena en la que Adonis le va a pedir matrimonio a Bianca la noche en la que se proclama Campeón del Mundo, y tiene miedo de que ella le fuese a decir que no cuando se pusiera el sonotone ¿? Poco te aprecias, muchacho, tienes alma de relojero.

Da pena que Sylvester Stallone, el espíritu de la saga, interprete aquí por última vez a Rocky, porque no se trata de una despedida a lo grande, ni mucho menos legendaria como proclama erróneamente su título; sino que Sly tiene un papel en esta mucho más secundario y con menos oportunidades de lucimiento que en Creed, por lo que al final no podrá vengarse del robo a mano armada del puto Mark Rylance en la edición de 2015 de los Oscars, y ya no lo ganará nunca por interpretar al mítico boxeador. Podría intentar comprarse uno honorífico, como Oprah Winfrey o Jackie Chan, pero no se lo darían; está en su contra la envidia de muchos por haber sido una estrella taquillera y la sombra de la asociación Rambo-Reagan de los ’80, demasiado alargada. Aunque se había previsto una trilogía, no parece probable que la saga vaya a continuar sin él, ya que el personaje de Adonis no tiene el carisma de Rocky como para aguantar sin su apoyo la franquicia, por lo que el ciclo parece agotado. 

De hecho, si tuviera que pagar otra entrada de cine por ver nuevas aventuras centradas en caracteres de Creed II, yo lo haría sin duda por las de Ivan y Viktor Drago, los antagonistas del film, pero que sorprendentemente resultan ser los personajes más interesantes. La razón es que aparecen retratados de una forma obviamente ya no tan unidimensional como en el Rocky IV de 1985 -en el caso de Ivan-, sino como simples seres humanos, con aristas y traumas personales por los que sentir empatía. ¡Si son incluso ellos los que suben las míticas escaleras del Museo de Arte de Filadelfia, y se quedan mirando pensativos al horizonte!... Los hermanos Dardenne o Michael Haneke podrían fichar por esta franquicia spin off y extraer oro de los Drago.



Lo cierto es que la película tarda en arrancar, y sólo lo hace de verdad cuando se deja de lado las concesiones gafapastiles de las continuas escenas que no son de boxeo -esto es Rocky, señores- y se mete de lleno en el meollo de los montajes musicales del entrenamiento paralelo entre los dos púgiles, para regocijo de los espectadores más fieles de la saga, y de los que también lo somos pero no hacíamos tiempo mirando al móvil y molestando a los demás con las putas pantallas encendidas, capullos. Así, la acción se alterna entre, por una parte, el desierto -con fotografía de tonalidad dorada-  de un Michael B. Jordan sufriendo de sol a sol pero en mejor forma física que muchos deportistas profesionales tendrán nunca;  y en un gimnasio a cubierto -y fotografía azulada- en el caso de Viktor Drago, aniquilando con rabia a sus sparrings quizá al pensar en cuando era niño y su madre les abandonó a él y a su padre -hay un cameo de Brigitte Nielsen y todo-.  Por cierto que, viendo a uno y a otro y por mucho que se esfuerce -o se cicle- Adonis, es normal que las apuestas estén 25 a 1 a favor de Viktor, a pesar de ser el aspirante… Tal es el poderío físico que despliega en el film el rumano Munteanu, una munteaña de 1’96 m y boxeador profesional en la vida real, que da la impresión de poder empatar en un combate contra Hulk. Y hablando de combates, estos de Creed II están rodados de forma sólida y funcional, pero se echa en falta algo más de brillantez o atrevimiento, como la osadía aquella de Ryan Coogler en Creed de rodar uno entero en un plano secuencia de varios minutos.

Para acabar quiero señalar lo que en realidad echo yo de menos de las dos películas de Creed, y que parece increíble que no se le haya ocurrido en ningún momento a Stallone: una aparición fantasmal del propio Apollo Creed -presencia continuamente aludida en las dos películas- en una escena onírica como mentor, aleccionando a Adonis o algo por el estilo, como ya hizo John G. Avildsen en Rocky V con Mickey -Burgess Meredith-. La verdad es que Carl Weathers sigue vivo, y ya que el bueno de Sylvester no lo metió en la franquicia de Los Mercenarios a pesar de todos sus méritos atesorados -Rockys, Depredador, Acción Jackson, etc-, hubiera estado genial que al menos Weathers saliera aquí. Pero si no lo ha hecho es porque debe estar en la lista negra de Stallone por alguna razón de peso como, por ejemplo, no sé, ser amigo de Steven Seagal.

Criticoll