jueves, 6 de julio de 2023

INDIANA JONES Y EL DIAL DEL DESTINO


(HAY SPOILERS)

Da un poco de pena que Indiana Jones y el dial del destino esté estrellándose en taquilla cuando supone la digna despedida de uno de los personajes más míticos y carismáticos de la historia del cine. Qué lejanos  aquellos tiempos cuando de niño vi una y otra vez los VHS de En busca del arca perdida e Indiana Jones y el templo maldito, o acudí al estreno de Indiana Jones y la última cruzada en septiembre de 1989 en el Cine Eslava de Valencia, después de hacer una buena cola al sol o haber vivido durante todo aquel verano en Irlanda el buzz de su rivalidad con el Batman de Tim Burton. Tras el resbalón de Indiana Jones y el reino de la calavera de cristal (2008) 15 años después ha llegado esta quinta entrega, que curiosamente era el número total de películas que George Lucas y Steven Spielberg tenían en mente en 1981 cuando iniciaron la saga.

Al contrario que su predecesora, Indiana Jones V honra el legado de la franquicia en este último baile del personaje, aunque al final se quede corto respecto a los logros de la trilogía original. Esto tampoco es una sorpresa, pues Harrison Ford, que tenía 78-79 años en el rodaje, encarna a un Indiana Jones alejado de su mejor estado físico y mental, y encima tras las cámaras no está el director que elevó sus películas a la categoría de clásicos del cine, sino James Mangold, un correcto artesano pero sin el toque mágico del gran Steven. A cambio, el film da lo que promete para agradar a sus seguidores: un guión trepidante con muchas escenas de acción, un objeto histórico de macguffin, nazis como los malos, la música de John Williams, cameos de personajes muy queridos por los fans o diversas metarreferencias para regocijo no sólo de los muy cafeteros. El problema es que todo esto no ha bastado para enganchar a las nuevas generaciones, que no poseen un vínculo afectivo con el personaje ni se sienten atraídas por un señor de 80 años de protagonista, aunque tenga detrás a toda la maquinaria publicitaria de la Disney.

El film se inicia con un prólogo de 25 minutos que resulta ser lo mejor de la función, no sólo por capturar el espíritu aventurero de las tres primeras cintas al incluir elementos indispensables del universo indianesco -la 2ª Guerra Mundial, los nazis, persecuciones en coche o en un tren, reliquias religiosas en disputa, Indy salvándose por los pelos, etc- sino también por mostrarnos, por obra y gracia del CGI de rejuvenecimiento facial, a un Indiana Jones de 1944 en una plenitud física que recuerda a su aspecto de los años 80, y que por primera vez se puede decir que está bastante conseguido y no chirría casi en ningún momento. Pero no sólo en su rostro, sino también en sus movimientos corporales: es como si Hollywood hubiera aprendido la lección de El irlandés e Indiana se moviera como una persona acorde con la edad que aparenta su cara -menos cuando corre en PG de forma poco natural por el techo del tren, estilo dibujo animado-. Esto me pareció en realidad una especie de desagravio de los productores ante los fans, como entonando el mea culpa al reconocer que tenían que haber hecho más películas de Indiana Joven, digo Jones, cuando Harrison Ford estaba en su prime. Y es que el efecto está tan logrado que uno llega a imaginar lo que molaría toda la película con ese Indiana rejuvenecido, aunque es verdad que en escenas más luminosas o dramáticas creo que sí se vería el cartón. Pero como dirían en The Mandalorian, this is the way, y puede que en un futuro cercano veamos nuevas aventuras de Indiana Jones con el aspecto de un Harrison Ford ochentero, tan sólo apretando algunos botones de un banco de imágenes almacenadas y generadas por CGI.

El contraste llega en la siguiente escena, ambientada en 1969 con un Indy avejentado, amargado y solitario viviendo en un piso bonsai de Nueva York, que va a quejarse a sus vecinos porque tienen la música muy alta. Un cambio que nos avisa que esta será una historia crepuscular, pues el personaje no está para muchos trotes, sino al borde del retiro en un mundo que ya no comprende o siente como suyo. Sin embargo, la reaparición de Voller, el nazi del prólogo -Mads Mikkelsen, malo oficial de toda franquicia que se precie- en busca del macguffin de turno -el dial del destino, obra de Arquímedes- hará que nuestro héroe se vea obligado a tomar cartas en el asunto ante la llamada a la acción que le hace Helena -Phoebe Waller-Bridge-, su ahijada y compañera de fatigas en esta aventura, que los llevará sin respiro por Nueva York, Tánger, el Mar Egeo o Siracusa, en Sicilia.

La película resulta entretenida, aunque se resiente en lo visual de la ausencia de Spielberg a los mandos: apenas hay planos que se te queden en la retina, como sin duda habría manufacturado el Rey Midas. Las set pieces de acción son demasiado largas y aparatosas, y se nota el excesivo uso de CGI en ellas, sobre todo en la interminable secuencia de la persecución en tuk-tuk por las callejuelas de Tánger. Un fallo que llevo viendo en el cine desde el King Kong (2005) de Peter Jackson. Hollywood, ya sabemos que la tenéis muy larga, no hace falta que nos la restreguéis tanto rato por la cara.

Habría que hacer una mención a nuestro Antonio Banderas, al que le hacía tanta ilusión salir en una película de Indiana Jones que cuando se lo dijeron seguro que ni se leyó el guión. Y es que su personaje está totalmente desaprovechado, sin oportunidades de lucimiento y apenas líneas de diálogo; no sé cómo lo destacan tanto en el poster, es publicidad engañosa. Su papel lo debería haber interpretado un actor random y todos habríamos salido ganando, pues su brevísima intervención hasta parece una falta de respeto a su estatus de estrella de Hollywood. Por cierto, que ya le podían haber llamado de otra forma, porque lo de Renaldo se las trae… He buscado en la página del INE cuántos Renaldos hay en España y pone que “no existen habitantes con el nombre consultado o su frecuencia es inferior a 20 para el total nacional -ó 5 por provincia-”. Se ve que a los tres guionistas gringos no les sonaba lo bastante español Pepe, Paco, Manolo o ya puestos, Antonio. También es curioso el cameo de un bote de leche en polvo Clesa en un armario de su barco, ¿habrán pagado product placement ¿? Tampoco Sallah -John Rhys-Davies- tiene mucho que hacer, da lástima cuando Indiana se lo deja en el aeropuerto obviando sus ruegos de que se lo lleve de aventuras, como diciéndole: lo siento, se te ha pasado el arroz, con un viejo en la historia sobra.

Así mismo, el guión encuentra una buena solución para justificar la ausencia de Mutt -Shia LaBeouf-, el irritante hijo de Indy, omisión explicada por este en una emotiva escena. Lo que da pie, como decían en twitter, a un irónico pensamiento: ¿Qué demonios? ¿Indiana Jones 5 me hizo llorar por Mutt Williams? Si bien sus nuevos sidekicks tampoco son una maravilla: a la propia Helena no se le acaba de coger el punto, es como una especie de versión hacendado y feapa de Keira Knightley -esta habría quedado más cool en el papel- y Teddy -Ethann Isidore- actúa como su mini yo, un mena de Tánger rollo Tapón para enganchar al público joven, y al que yo -tras afeitarle el mostacho- becaría en Harvard, pues estamos ante uno de los individuos más inteligentes de la historia, capaz de aprender a nadar o a pilotar una avioneta sin ninguna instrucción o experiencia previa. Y es que la historia está plagada de agujeros de guión, que si te pones a pensarlos no se sostienen, aunque el -escaso- público que está yendo a verla seamos del Team Indiana a muerte. Aquí hay unos cuantos: ¿Cómo es que los nazis que suben al coche de Indy en el prólogo no ven que hay un tío inconsciente en el suelo? ¿Cómo es que Voller no muere o al menos no tiene alguna cicatriz del tremendo golpetazo que recibe en la cara en el tren? ¿Le quedaron secuelas cerebrales al no reconocer años después al hombre que le robó el dial? ¿Por qué la noticia en la tele es que un viejo es sospechoso de asesinar a dos personas en un colegio y no el tremendo follón que se ha montado en el desfile de los astronautas? ¿Por qué Helena le dice a Teddy que robe una avioneta? ¿Es pitonisa y sabe que les hará falta para volver allá a donde van? ¿Por qué luego ella no se sube y se va en moto a lo loco a perseguir al avión de Voller? ¿Para qué secuestran todo el rato a Indiana y no se lo cargan, si este no tiene ninguna información útil que proporcionar a los villanos?


El viaje en el tiempo final rasgará las vestiduras de los más puristas, pero lo cierto es que las películas de indiana Jones siempre flirtean con lo sobrenatural, aunque a veces, como en la cuarta, se pasen tres pueblos. Creo que aquí queda bien, resulta un hábil recurso para homenajear al arqueólogo más famoso del cine, que pueda conocer de primera mano épocas pretéritas y figuras históricas que lleva toda su vida estudiando; un desenlace que por lo visto se volvió a rodar tras los malos resultados en los screen test. El epílogo actúa un poco como fan service, pero hay que reconocer que es emotivo en su alusión a una de las escenas más recordadas de En busca del arca perdida, cerrando el círculo afectivo del protagonista. Aunque habría estado mejor si hubieran respetado la asociación habitual de doblaje de cierto personaje y no cambiarlo, a estas alturas.

En fin, una película hecha a la medida de los fans de Indiana Jones con 295 milllones de dólares de presupuesto -más de 400 en total, tras los gastos de publicidad- lo que la convierte en una de las cintas más caras de la historia. Pero lleva sólo 159 millones recaudados a nivel mundial y tendría que alcanzar sobre los 800 para  obtener beneficios, lo que se antoja bastante improbable: el público juvenil -el que más frecuenta las salas- no conoce a Indiana Jones, y el grueso de quienes han ido a verla son adultos movidos esencialmente por la nostalgia o la gratitud hacia el personaje, para despedirse de él más que por otra cosa; por lo general prefieren ver Netflix o sucedáneos en casita. A ver si la medida del gobierno de rebajar las entradas de cine a 2 euros los martes para mayores de 65 años la hace remontar un poco, aunque con ese precio ya tienen que ir oleadas de jubilados a verla para que la cosa sea rentable.

Criticoll

lunes, 17 de abril de 2023

LAS PELÍCULAS DE LOS OSCARS 2022

 
Un repaso a los Oscars 2022, los 10 títulos nominados a Mejor Película. Hay que decir que, cuando estaba redactando esto, me equivoqué y puse “nominadas a Menor Película”, pero que visto lo visto, puede que no fuera un lapsus sino mi subconsciente reclamando justicia. Especifico al lado de cada título la duración que tenía la película, porque parece que si no duraba dos horas y pico no la nominaban.

NOMINADAS A MEJOR PELÍCULA:

Todo a la vez en todas partes (2 horas 19 minutos)

7 Oscars: Mejor Película, Dirección, Actriz Principal, Actor Secundario, Actriz Secundaria, Guión Original, Montaje.

Otras Nominaciones (4): Actriz Secundaria, Canción, Banda Sonora, Vestuario.


Todo a la vez en todas partes es probablemente la peor película que haya ganado el Oscar principal a fecha de 2023, porque me temo que el listón seguirá bajando en años venideros. Tuve que verla a plazos, es imposible de una sentada, una condenada tortura. Y es que después del engendro de Swiss Army Man les tendrían que haber quitado el carnet de cineastas a sus directores, Daniel Kwan y Daniel Scheinert, los Daniels, tan encantados de conocerse.

Hay que decir que el planteamiento de la película es original, se aleja de la típica propuesta trillada de los Oscar, el problema es que el desarrollo es insufrible y da la sensación de haber sido escrita sobre la marcha, añadiendo paridas porque sí, para epatar, y con importantes problemas de ritmo. No sé por qué no podía durar una hora menos, total, lo que cuenta daba para un corto. El Oscar de Jamie Lee Curtis es incomprensible si atendemos a sus méritos en esta película, pero todos sabemos por qué se lo han dado: por ser la única figura remotamente parecida a una estrella clásica de cine que había entre los veinte actores nominados; y también como reconocimiento a su carrera y a sus famosos padres Tony Curtis y Janet Leigh, que fueron candidatos a la estatuilla pero nunca la ganaron. Así aprovechan y se ahorran un Oscar honorífico dentro de unos años: que no les pase lo de Lauren Bacall. Por cierto, que le estoy empezando a coger bastante tirria a Jamie Lee por la forma en la que chuleó luego de Oscar, como si fuera una Frances McDormand cualquiera y hubiera interpretado un papelón en la película y se lo mereciera y todo. Si nos ponemos exquisitos, el papel de Stephanie Shu es mucho más lucido que el de ella, que casi ni sale, pero el pedigrí manda. Otra perjudicada con esta extraña decisión fue la pobre Angela Bassett, que se las prometía muy felices porque con ella se cumplía la cuota negra en el cuadro interpretativo que parece exigir la dictadura woke que manda ahora en los Oscars. No pasa nada, el año que viene ganarán cuatro actores afroamericanos y ya está. Y Michelle Yeoh tuvo suerte de que su rajada contra Cate Blanchett se publicó cuando ya estaban cerradas las votaciones, si no le habría pasado lo que a Chill Wills o Gerard Depardieu.


Sin novedad en el frente (2 horas 28 minutos)

4 Oscars: Mejor Película Internacional, Banda Sonora, Fotografía, Dirección Artística.

Otras nominaciones (5): Mejor Película, Maquillaje & Peluquería, Sonido, Efectos Especiales, Guión Adaptado.

Si esta película alemana hubiera ganado el Oscar gordo habría marcado varios hitos: primera cinta de Netflix en hacerlo, segunda película no hablada en inglés tras Parásitos y primer remake de una película que ya hubiese logrado el Oscar, pues la versión de Sin novedad en el frente de Lewis Milestone basada en la misma novela antibelicista de Erich Maria Remarque ya triunfó en la tercera edición de los premios, los de 1929/30. Aun así, con sus 4 Oscars, Im Westen nichts Neues iguala el récord de estatuillas para una película extranjera empatando con Fanny y Alexander, Tigre y Dragón y la propia Parásitos.

Sin novedad en el frente parece un complemento de 1917 de Sam Mendes, pues nos conduce por los mismos campos de batalla de la Primera Guerra Mundial -ahora en el otro bando- con similar despliegue de medios audiovisuales, mostrando con gran realismo la crudeza de la guerra con bastante acción y espectacularidad, como ese ataque de los tanques franceses a las trincheras alemanas, y sin escatimar momentos gore muy sórdidos. Además, Felix Kammerer -el actor austriaco que interpreta al estresado Paul- resulta físicamente muy parecido a George MacKay, protagonista de aquella. Lo que no acabo de entender de este film es que le dieran el Oscar a la Mejor Banda Sonora, plagada de ruidos metálicos y golpes de tambor a destiempo que molestan mucho y recuerdan a la de Dunquerke. Pero bueno, ahora que caigo, también se la dieron a la de Dune, prima hermana de estas. Tampoco el trabajo de adaptación de la novela resulta muy acertado: se carga toda la parte emotiva en la que un desengañado Paul viaja a su pueblo de permiso y se reencuentra con su madre y con el profesor que le animó a él y a sus amigos a alistarse por la patria, la excusa de los cobardes para enviar a otros a la muerte, como decía Kubrick en Senderos de gloria. Precisamente el viejo Stanley es una clara influencia de este largo, si pensamos en la simetría en profundidad de varios de los planos, en la evolución de Paul de inocente a máquina de matar -como el Recluta Patoso- o en el general que se queda en su castillo rollo Paths of Glory mientras obliga a los jóvenes a morir inútilmente en una última carga contra las posiciones francesas, a pesar de que sólo faltaba media hora para el final de la guerra, el 11 del 11 de 1918 a las 11 horas. Otro discutible añadido del guión es toda la subtrama de Daniel Brühl como Matthias Erzberger, una figura histórica alemana que fue quien firmó en la vida real el armisticio frente al inflexible General Foch, algo que le acabó costando la vida al ser asesinado años después por radicales que le acusaron de haber negociado mal el humillante Tratado de Versalles. Todo esto hace que la película, aunque brillante visualmente y con una buena ambientación histórica, se haga lenta de ver: sus 148 minutos pesan como el demonio y parece que no se vaya a terminar nunca.

 

Top Gun: Maverick (2 horas 10 minutos)

1 Oscar: Mejor Sonido

Otras Nominaciones (5): Mejor Película, Guión Adaptado, Canción, Montaje, Efectos Especiales.

Como ya hice la crítica de Top Gun: Maverick en su momento, añadir que Tom Cruise ni fue a la ceremonia, a pesar de que técnicamente estaba nominado a un Oscar como productor. Pero Tom prefirió permanecer en Londres -donde estaba rodando Misión imposible 7 y 8- para asistir al 90 cumpleaños de Michael Caine, sin rencores, pues fue precisamente el veterano actor británico quien le arrebató el Oscar cuando más cerca estuvo Cruise de ganarlo, en 1999 como secundario de Magnolia. Pero Caine ganó por Las normas de la casa de la sidra y a cambio nos regaló uno de los mejores discursos de la historia de los Oscars: todo un prodigio de humildad y saber estar, en el que se dedicó a alabar a sus compañeros de candidatura antes que darse autobombo, cómo se nota que es Piscis. En fin, que cuando la gente vio que Top Gun Maverick había sido nominada a Mejor Película muchos se rasgaron las vestiduras… Pues viendo la que ganó al final, yo se lo habría dado sin dudar. Si se lo llevaron en su día El mayor espectáculo del mundo, La vuelta al mundo en 80 días o recientemente Spotlight, Nomadland o CODA no veo por qué Maverick no.

 

Avatar: El sentido del agua. (3 horas 12 minutos)

1 Oscar: Efectos Especiales

Otras Nominaciones (3): Mejor Película, Sonido, Dirección Artística.


Estaba tan claro que Avatar: El sentido del agua iba a ganar el Oscar a Efectos Especiales que tendrían que habérselo entregado directamente rollo Oscar fuera de concurso como hicieron en 1980 con El imperio contraataca o en 1990 con Desafío total, sin meterla con otras cuatro peleles sin opciones. Cosas muy raras tienen que pasar para que Avatar 3,4,5,6 y las que haya en el futuro no arrasen también en esta categoría. Otro cantar fue la de Mejor Montaje, donde no estuvo ni nominada: normal, le sobra una hora.

 

Ellas hablan (1 hora 44 minutos)

1 Oscar: Mejor Guión Adaptado

Otras nominaciones: Mejor Película

La vi durante 5 minutos y 12 segundos, hasta que asomó por la pantalla la jeta vinagre de Frances McDormand, no me acordaba que también salía de actriz además de ser productora. Así que la quité, no la soporto, la vida es demasiado breve para sufrir innecesariamente -y eso que esta era la película más corta de todas-. Algún día sé que tendré que hacer de tripas corazón y ver Nomadland, si pretendo ver todas las películas a las que les dieron el Oscar; ¡Vamos! Yo puedo, si vi Tres anuncios en las afueras porque pensaba que iba a ganar y hasta me he tragado ya entera Memorias de África -en versión original, eso sí, no hay quien aguante el ridículo acento de Meryl Streep del doblaje-. Obviamente y como estaba marcado en rojo en la hoja de ruta del wokismo, Women Talking ganó el Oscar al Mejor Guión Adaptado para Sarah Polley, la Leticia Dolera de USA, pero que me cae bien desde los tiempos de Mi vida sin mí.

 

Almas en pena de Inisherin (1 hora 54 minutos)

9 Nominaciones: Mejor Película, Dirección, Actor Principal, Actor Secundario (2), Actriz Secundaria, Guión Original, Montaje, Banda Sonora.


Esta podría haber sido a priori la película respetable y de consenso a la que darle el Oscar: bellos paisajes irlandeses, ambientación de época, actores británicos, un director que ya sabe lo que es ganar la estatuilla, etc. Pero una vez vista, la cosa no estaba tan clara: la película no respondía a las expectativas, le faltaba algo, la historia se desarrollaba premiosa y no tenía mucho sentido, si es que al final nos estaba contando algo. El propio trailer no sabía cómo venderla, si como una comedia o un drama. Esa indefinición tonal lastraba la película, y si encima la trama está plagada de personajes a los que les faltaba un hervor -Colin Farrell, Barry Keoghan -pero luego los que hacen las mayores locuras son los que se suponía que estaban más cuerdos -va por ti, Brendan Gleeson- la cosa no tenía mucho sentido, y uno acababa con la sensación de estafa. Su final, como en Tres anuncios en las afueras, es decepcionante: alguien debería decirle a Martin McDonagh que es mejor llevarlo escrito al rodaje y no improvisarlo allí el último día. En fin, que Almas en pena de Inisherin se fue de vacío a pesar de sus 9 nominaciones y a nadie le extrañó en absoluto.


Elvis (2 horas 39 minutos)

8 Nominaciones: Mejor Película, Actor Principal, Fotografía, Vestuario, Montaje, Dirección Artística, Maquillaje & Peluquería, Sonido.

El biopic musical que últimamente aparece todos los años en los Oscars esta vez corrió a cargo del barroco Baz Lurhman y Elvis, aproximación a la figura del Rey del Rock filtrada por los recuerdos de su manager, el coronel Tom Parker -un orondo Tom Hanks, merecido Razzie al peor secundario-, un turbio personaje que se aprovechó de la fama de su pupilo para saldar sus deudas de juego y le puso piedras en su carrera al impedirle protagonizar Rio Bravo, West Side Story o realizar una gira por todo el mundo que le habría hecho todavía más famoso a nivel planetario.

La primera vez que miré el reloj habían pasado 45 minutos, qué diferencia con Todo a la vez en todas partes, que a los 5 minutos ya estás harto y a los 20 la quitas. Austin Butler no se le parece en nada a Elvis, tiene los ojos demasiado juntos y pequeños, pero bueno, de perfil no se nota tanto y logra imitar con solvencia sus movimientos y hasta su característica voz de barítono. Destaca la escena de la primera vez que actúa en directo y logra descodificar la atracción sexual que despierta en las fans femeninas gracias a sus orgásmicos movimientos pélvicos; Mario Luna o el propio Tom Cruise de Magnolia habrían estado orgullosos de esa escena. El guión sigue bastante bien la vida de Elvis aunque hace una elipsis un poco hachazo de 1958 a 1968, cuando se detiene en las muertes de Martin Luther King y Bobby Kennedy, una parada obligatoria del cine norteamericano ambientado en esa época. Un día habría que hacer una recopilación de todas las películas en las que aparecen reflejados estos hechos, ya sea recreados o de soslayo; faltó la muerte de JKF para tener el pack completo.

Tratándose de una película de Baz Lurhman, creía que ganaría el Oscar a la mejor dirección artística o vestuario -hasta 90 cambios de traje tiene Austin Butler- o que a este igual le darían el Oscar al mejor actor sólo para que en el discurso de agradecimiento se acordara con emoción de Lisa Marie Presley, la hija de Elvis fallecida el pasado 12 de enero sólo dos días después de entregarse los Globos de Oro -donde Butler se impuso a Brendan Fraser-. Pero no hubo suerte, además Lisa Marie tampoco tenía mucho prestigio e influencia en el Hollywood actual, era una outsider más que otra cosa, más conocida por sus matrimonios fallidos con Michael Jackson o Nicolas Cage, sus escarceos con las drogas o por vivir de las rentas de su famosísimo padre que por su supuesta carrera artística; una gran diferencia con Jamie Lee Curtis, querida y respetada por la industria y alejada de escándalos mediáticos.

 

Los Fabelman (2 horas 31 minutos)

7 Nominaciones: Mejor Película, Director, Actor Secundario, Actriz Secundaria, Guión Original, Banda Sonora, Dirección Artística.


Rizando el rizo de los biopics, a la Academia también le gusta que directores de prestigio rememoren su infancia en películas autobiográficas, y si en años anteriores Alfonso Cuarón y Kenneth Branagh rascaron premios por Roma y Belfast, este año -sobre todo tras su triunfo en los Globos de Oro- parecía que Steven Spielberg se llevaría el gato al agua con Los Fabelman, en la que de forma más o menos realista nos contaba sus memorias de juventud y recreaba anécdotas conocidas de su vida que uno se había imaginado de forma muy parecida, como la primera vez que fue al cine, el rodaje de sus primeros cortos amateurs o el ya mítico encuentro con John Ford -interpretado por un clónico David Lynch- en 1966. Por cierto, Gabriel LaBelle, el joven actor que hace de Sammy-Spielberg también es clavado a él, lo escogieron con ojo clínico. Esta cinta es una de las que más duración tiene de la decena de nominadas pero no se hace pesada, otra muestra de la maestría de Spielberg para hacer cine, que ya le ha reportado 4 Oscars y 22 nominaciones -y John Williams 5 y 52, ahí queda eso-. Esto nos lleva a una conclusión: ¿Era The Fabelmans mejor que la mayoría de las otras películas nominadas? Sí, pero dárselo a esta cuando no lo ganaron Tiburón, Encuentros en la 3ª fase, En busca del arca perdida, E.T. o Salvar al soldado Ryan habría sido un poco injusto.


Tár (2 horas 38 minutos)

6 Nominaciones: Mejor Película, Director, Actriz, Guión Original, Fotografía, Montaje.

El wokismo ilustrado se coló también entre las nominadas gracias a Tár, en la que Cate Blanchett interpreta a Lydia Tár, una afamada directora de orquesta de música clásica, empoderada, lesbiana, sofisticada, segura de sí misma, con talento y encanto personal que por supuesto conduce un coche eléctrico, usa Mac y es políglota y vegetariana. Tan perfecta e inteligente que resulta odiosa, uno le acaba cogiendo bastante tirria. Casi me alegro de que la Academia pasara de Cate y le diera el Oscar a Michelle Yeoh por encarnar a una proletaria asiática de pelo churretoso que regenta una lavandería y sobrevive en el multiverso, resultaba más cercana que la clasista Lydia. Y es que el personaje parecía que nos perdonaba la vida a los demás por vivir en el mismo planeta que ella, cuando en realidad era una falsa que se servía de su situación de poder para aprovecharse de sus jóvenes amantes con la excusa de enchufarlas laboralmente, y que encima era una de esas vecinas ruidosas a las que hay que llamarles la atención todo el rato. Una película fría muy del estilo de Todd Field, que debió de tomar apuntes de Kubrick en Eyes Wide Shut, y no sólo en lo de rodar un largometraje cada 16 años. Por cierto, la peluca de Mark Strong era horrorosa.


El triángulo de la tristeza (2 horas 27 minutos)

3 Nominaciones: Mejor Película, Película Internacional, Guión Original.

El triángulo de la tristeza, flamante ganadora del Festival de Cannes y segunda Palma de Oro para el sueco Ruben Östlund tras The Square, tampoco merecía ganar el Oscar por su bizarrismo, pero hay que reconocer que al menos era ocurrente en su iconoclastia. La película está dividida en dos partes bien diferenciadas que nos muestran cómo los roles sociales entre ricos y pobres pueden invertirse según el ambiente y las circunstancias; y es una película no muy adecuada para ver antes de comer, pues hay varias escenas de gente vomitando y wáteres que explotan y sale un líquido marrón de ellos. Curiosamente, como en Elvis, en este film también hay referencias a las muertes de JKF, RFK y MLK, aunque si hablamos de fallecimientos, sorprendió que en el In Memoriam de la gala no se acordaran de Charlbi Dean, la joven actriz que aquí interpreta a la superficial Yaya y que tristemente murió en agosto pasado con sólo 32 años -bueno, tampoco se acordaron de Paul Sorvino, Tom Sizemore, Anne Heche o Fred Ward-. Un final inesperado como el que tiene esta película, que es de esas que se acaban antes de tiempo y no sabes muy bien qué ha ocurrido con los personajes en el desenlace, ha de salir luego el director a aclararlo en alguna entrevista. No sé qué ganan con ello, es bastante frustrante y te quedas con la sensación de que emosido engañado. Otras películas que recuerdo donde también sucedía esto eran la francesa Los miserables (2019), o la ya clásica Un trabajo en Italia (1969) con Michael Caine, con la mítica escena de los minis y el camión contrabalanceándose en el precipicio.

Información de servicio: El triángulo de la tristeza -triangle of sadness- hace referencia a las arrugas que se forman en el entrecejo del rostro humano y que se vuelven más evidentes al hacer gestos de extrañeza, enojo o preocupación.

Criticoll