domingo, 12 de julio de 2015

La infancia arrebatada

REFUGIADO


Diego Lerman nos propone en Refugiado una reflexión sobre el drama de la violencia de género visto a través del prisma de la inocencia infantil. Matías -Sebastián Molinaro- un niño de siete años, espera en una fiesta de cumpleaños a que su madre, Laura -Julieta Díaz- vaya a recogerlo. Como ésta tarda y al final no acude unos conocidos acercan al niño hasta su casa. Allí Matías descubre a su madre -embarazada- en el suelo, rodeada de cristales rotos y ensangrentada, víctima de una paliza de Fabián, el cabeza de familia. Madre e hijo emprenderán entonces una huida tanto física como emocional de ese padre maltratador al que nunca llegaremos a ver, pero cuya presencia se cierne constantemente sobre ellos como una amenaza fantasma.

Refugiado, definido por su director como una "road movie doméstica", surge de un hecho real: un hombre disparó a sus mujer delante de sus hijas y de la oficina del propio Lerman, que se encontró con el suceso inesperadamente. Esto llevó al autor de La mirada invisible a interesarse por el tema: a visitar refugios para mujeres maltratadas y a conversar con ellas acerca de sus experiencias. El resultado es este brillante film, cercano al realismo descarnado de los hermanos Dardenne o de Ken Loach, y que no pierde ocasión de homenajear por el camino al cine de la modernidad de Rossellini o Antonioni mediante tiempos muertos, silencios que lo dicen todo o cuidadas composiciones triangulares.

Filmado cronológicamente, en jornadas cortas y sin un final escrito en el horizonte, Refugiado destaca ya desde su título el papel de Sebastián Molinaro, el formidable niño-actor de siete años desde cuya perspectiva está narrada toda la película. Así, la cámara se sitúa a su altura y desde su mirada somos cómplices de juegos, silencios o dudas de por qué no puede volver a casa con sus juguetes y ver a su papá, o por qué éste le pegó a mamá. Es emocionante, en este sentido, la hitchcockiana escena en la que Laura acude al domicilio conyugal para recoger furtivamente enseres y dinero y Matías se encierra en el baño porque no quiere irse de allí, mientras su marido está subiendo lentamente por el ascensor... todo un ejercicio de suspense que provoca en el espectador la ira contra Matías por la tensión provocada, así como un cierto sentimiento de traición -el niño es nuestro guía en la historia- que luego se torna en lástima cuando pensamos en el incierto porvenir que le esperan a él y a su madre. Supervivientes de una familia rota, sin solución.

El film juega constantemente con una profundidad de campo muy reducida, aprisionando a los personajes en el primer plano mientras que a su alrededor todo parece tan borroso como su futuro, similar al ahogo visual que experimentaba Julianne Moore en Still Alice, cuando empezaba a sentir los estragos del Alzheimer en su jogging matutino por la Universidad de Columbia. La fotografía del operador polaco Wojciech Staron -un reputado documentalista- y la cámara en mano de Lerman también ayudan a lograr ese realismo que transmite Refugiado, en la que parece que nada se interponga entre el espectador y lo que acontece en la pantalla.

La película obvia la representación de la violencia que ha llevado a madre e hijo a tan triste situación y se centra en los efectos de la misma: la estancia en las casas de acogida, las pensiones de mala muerte, la solidaridad de las compañeras de trabajo de Laura -superlativa Julieta Díaz-, la insensibilidad del sistema judicial, o la mirada resignada de Matías, sólo un niño pero ya con la madurez en los ojos de alguien que ha visto demasiado horror en la vida. Todo ello conduce a madre e hijo a un desenlace campestre que supone un retorno a los orígenes y a la pureza de la naturaleza; un momentáneo oasis de paz dentro de la incertidumbre, y donde un columpio gira para recordarnos que la vida continúa, a pesar de todo.

Criticoll


jueves, 26 de febrero de 2015

OSCARS 2014

¡QUE BIRDMAN MÉXICO!

El triunfo de Birdman sobre Boyhood en los Oscars 2014 nos ahorró muchos otros titulares facilones, relacionando en esta ocasión la película de Richard Linklater con la ganadora del año pasado -12 años de esclavitud-, ya que ese fue el tiempo que se tardó en rodar el sobrevalorado film del texano, gran derrotado de la noche. También los escépticos -como yo- que pensaban que otro director mexicano no podría repetir victoria tras lo de Cuarón el año pasado tuvimos que callarnos, ya que ganó Alejandro G. Iñárritu y la racha sigue: desde 2009 que no se lleva el premio un director USA -bueno, directora, que fue Katryn Bigelow-. Tampoco acertaron los amantes de las reglas no escritas de los Oscars, como esa que dice que si un film no está nominado al mejor montaje no puede ganar el de mejor película, algo que iba a misa desde Gente corriente en 1980. Pues Birdman rompió el maleficio y, a pesar de simular ser un plano secuencia continuo, yo sí que la habría nominado al montaje, porque sus cortes entre secuencias estaban muy bien disfrazados.


La ceremonia tuvo su preámbulo en la habitual Alfombra Roja, otra vez lloviendo sobre L.A. ¿? y donde destacó ese John Travolta ebrio arrimándose al caloret de una Scarlett Johansson poco receptiva a sus efusivas muestras de afecto. Aunque si alguien la rompió en la alfombra esa fue Jessica Chastain, bellísima en su nuevo rol de ejem, hermana de Cristina Hendricks...


Ya una vez dentro del Dolby Theater, la gala empezó con la bienvenida de Neil Patrick Harris, debutante en los Oscars como presentador después de hacer méritos en faenas similares en los Tonys y los Emmys. Pero, inesperadamente, y a pesar de las buenas expectativas creadas, el médico precoz decepcionó como host y terminó demostrando que la gala le venía algo grande. A ver, su númerito musical del principio fue aceptable -excepto para los que no hubieran visto Perdida, pues Anna Kendrick soltó un buen spoiler- pero después en su soso monólogo introductorio ya se vio que la sombra de Billy Crystal iba a ser muy alargada.  Y es que Harris fue breve y poco brillante, y tuvo que remarcar que ya había acabado su speech para que le aplaudieran, reconociendo lastimeramente que su parlamento sí que era gracioso sobre el papel. El problema de Neil fue que ni siquiera él confiaba en sus chistes, y cuando soltaba uno se quedaba como asustado mirando al público, cual perrillo desvalido en busca de aprobación, y sólo reía cuando comprobaba que a la gente sí le había gustado. Como muestra un botón: el que en teoría era su mejor gag de la noche -la parodia de Birdman, apareciendo en calzoncillos sobre el escenario- se malogró por la falta de un buen punchline, un comentario gracioso que sirviera como remate.


Lo mejor de Neil Patrick Harris fue cuando pudo lucir sus habilidades de mago amateur: al principio de la noche metió sus predicciones en un maletín y éste dentro de una urna sellada en un rincón del escenario, para ser abierta sólo al final de la gala, y le dijo a Octavia Spencer que no le quitara los ojos de encima, para que nadie lo abriera y tal. Casi al final, antes del premio a la mejor película, Neil abrió el maletín y sacó un sobre desplegable donde estaban escritas algunas de las anécdotas que efectivamente habían sucedido esa noche: el consejo de J.K. Simmons de llamar a los padres, la emoción de Terrence Howard al presentar The Imitation Game ¿?, el sobe de John Travolta con Idina Menzel, o el nombre de varios ganadores, como Iñárritu, el Chivo Lubezki, Redmayne, etc; algo parecido a lo que hizo Dani Rovira en los Goya, vamos. Entonces...  ¿¿Sería que algún guionista de Harris vio nuestra gala y se copiaron?? Vaya, vaya... Pues ya puestos, haber plagiado lo del minuto rápido de agradecimientos de Rovira, eso sí que moló. Al menos, los fans de American Horror Story 4 -Freak Show- debieron sonreír cómplices con Harris en ese momento urna, y si Jessica Lange o Kathy Bates hubieran estado nominadas a algo, habría habido un plano inserto de ellas fijo.

Para terminar con el pobre Patrick Harris y no ser tan duros con él -tiene cara de buen chaval y todo-, decir que tuvo una intervención inspirada cuando le preguntó a Robert Duvall si había visto a alguien tocar la urna y éste no le hizo ni caso, y entonces improvisó y le dijo a Eddie Redmayne que despertara a Duvall cada 5 minutos... ésa sí fue una buena réplica, a la altura de Crystal o Steve Martin.

Hablando ya de los Oscars, y como es tradición, el primero de la noche en entregarse fue el de actor o actriz  secundari@, en este caso, el cantado -o mejor dicho, baqueteado- para J.K. Simmons por su temible profesor de batería en la indie Whiplash: el film sorpresa de la noche, que también se llevó a casa los premios de mejor montaje y sonido.

A continuación, Everything is Awesome, la jovial canción de La Lego película -muy comentada su exclusión como film animado- llevó la fiesta y el jolgorio a la gala, rollo Pharrel Williams del año pasado con Happy, y además sirvió para que se repartieran unas estatuillas del Oscar hechas de LEGO que lego dieron mucho juego, como cuando Emma Stone la mostró a cámara con penilla, como reconociendo ante el mundo que no tenía nada que hacer frente a la madre coraje de Boyhood. Una Patricia Arquette que salvó el honor de su film y que me alegré de que ganara, joer, aparte de ser lo mejor de esa película, por ser mi gran musa de los '90. Además, su discurso fue uno de los momentos álgidos de la noche, al reivindicar con acierto la igualdad de salarios para las actrices respecto de los actores. Algo muy jaleado, por otra parte, por las mileuristas Meryl Streep y Jennifer López, como luego destacó irónicamente Harris al abrir el maletín.















Es bastante irónico así mismo que el acto donde se entreguen los Oscars Honoríficos se llame "El baile del gobernador", cuando los artistas galardonados en él sean ancianos con pocas fuerzas ya para esos trotes. Pero bueno, nunca es tarde para reparar olvidos imperdonables. Los premiados este año fueron la mítica Maureen O'Hara -que nunca fue nominada-, Hayao Miyazaki -que ya ganó uno por El viaje de Chihiro-, el guionista francés Jean Claude Carriere -pusieron la foto de El banquete de los genios, en la que aparece con Buñuel, Hitchcock, Wilder, Wyler, Cukor, Stevens, etc- y Harry Belafonte, a quien se le otorgó el Oscar especial Jean Hersholt por su trayectoria de labor humanitaria; normal, si es Piscis.

La película extranjera fue por primera vez para un film polaco: Ida, de Pawel Pawlikowski, que subió y no le dejaron decir casi nada, le pusieron la música enseguida. La verdad es que el director de la orquesta demostró bastante poco tacto ante tamaño hito para Polonia: debía ser Ultrasur y estaría pensando aquello de "es polaco el que no bote, eh, eh". Pues para lo poco que dijo el muchacho, estuvo muy bien: que la vida daba muchas vueltas, porque había pasado de rodar un film en blanco y negro en un silencioso convento polaco, a estar en el epicentro ruidoso del cine y de la atención mundial: ¡nada menos que en el escenario del Dolby Theater la noche de los Oscars!

Tras los merecidos Oscars a los F/X -Interstellar- y fotografía -Birdman- llegó el momento In Memoriam en el que Meryl Streep recordó a los artistas fallecidos del año, dando paso a un montaje algo cutre y minimalista que consistía en una foto de cada uno pasada por el filtro ese de Photoshop que le da un aspecto de pintura al óleo. No sé, a mí me gustaba más cuando cogían videos. Al menos así no hay excusa para justificar omisiones de gente que se muere demasiado cerca de la fecha de la ceremonia y es más fácil meterlos, como pasó con Louis Jourdan, desaparecido sólo unos días antes. Junto a Jourdan desfilaron nombres como los de Mickey Rooney, James Garner, Anita Ekberg, Virna Lisi, Gordon Willis, Richard Attenborough, Robin Williams -no fue el último, quizá para ser políticamente correctos-, Rod Taylor, Luise Rainer, Lauren Bacall, Eli Wallach, Gabriel García Márquez, Bob Hoskins y Mike Nichols. Luego Jennifer Hudson cantó una canción en recuerdo.


El highlight de la velada fue la interpretación de Glory, la oscarizada canción de la película Selma a cargo de John Legend y el rapero Common, viejo conocido de los fans de la serie Hell On Wheels. Su actuación arrancó la standing ovation de la noche -hasta Harris les coronó oficiosamente como MVPs- y produjo lagrimones a gentes tan diversas como a David Oyelowo, a la productora del film Oprah Winfrey -a la que no le hizo mucha gracia que se le recordara que es megarrica- o al WASP Chris Pine, que tenía un buen sofoco. El título de Selma no tenía nada que ver con Los Simpson sino que aludía a la ciudad de Alabama donde Martin Luther King inició su lucha por los Derechos Civiles, y cuya muerte provocó la suspensión durante 4 días de los Oscars en 1968, como bien apuntó Octavia Spencer; en un momento que debió aprovechar Neil Patrick Harris para darle el cambiazo al maletín, si no lo hizo en los anuncios, rollo el Mago Blake... Por cierto, que a mí no me gustó mucho la canción ésta que ganó, era una mezcla extraña de salmo y rap. El Oscar lo entregaron John Travolta y una tal Idina Menzel, que se vengó de que John dijera mal su nombre el año pasado, cuando salió a cantar la canción de Frozen. Aquí pasó una cosa que me sacó de dudas sobre algo que últimamente me inquietaba: que si ahora cuando se nombran los nominados a un Oscar, los leen en directo o ese audio ya está pregrabado. Es que mientras los dicen siempre salen en pantalla las imágenes de los films nominados, ya no se les ve leer nunca a los presentadores, y no conozco aún a nadie que haya estado allí en directo para poder confirmármelo. Pero bueno, digo que me sacó de dudas porque Travolta -que seguía con el caloret y no paraba de acariciarle la cara a su partenaire- iba a decir los nominados y la chica lo detuvo, como diciéndole: para el carro, que ya están grabados con mi voz, no con la tuya, y va a sonar raro... Por lo que deduje que sí que estarían ya grabados. Yo ya lo sospechaba porque el tono de voz suele ser distinto: a veces alguien tiene un tono alegre antes de empezar a leer y al segundo siguiente la voz les sale super seria, y además nunca se equivocan. Esto de pregrabar la voz no siempre fue así,  antes sí que se les veía leer a los presentadores de turno -recuerdo al pobre Jimmy Stewart sufriendo para atisbar en el telepromter los nominados al mejor sonido de 1988, o a Anthony Hopkins poniéndose varios años las gafas-. Yo creo que debió instaurarse a partir de 1993, cuando Paul Newman salió a presentar la mejor fotografía y entre que los videos pasaron rápidos y que se emparró, no nombró a la mitad de los nominados, y éstos luego se quejaron. Normal, ninguno era Meryl Streep y probablemente no iban a volver a oír jamás su nombre en los Oscars.


A quien tampoco podremos volver a oír cantar es a Julie Andrews, a la que una defectuosa operación en las cuerdas vocales en 1998 dejó su voz bastante maltrecha. Es por ello que la Academia tuvo que echarle imaginación para encontrarle una sustituta en el homenaje musical a Sonrisas y lágrimas, de la que se cumplían 50 años de su estreno. La elegida fue Lady Gaga, quien, contra todo pronóstico, se olvidó de sus mamarrachadas -o de los guantes rojos de fregar con los que apareció en el Photo Call- y cumplió con nota al regalarnos una actuación sobresaliente y mimética de la voz de la Andrews con las canciones de Rodgers & Hammerstein. Normal que la Andrews se fundiera con ella en un sincero y emocionado abrazo después de su gran interpretación. Todo seguido, la actriz de Mary Poppins leyó los nominados a la mejor banda sonora, que fue para el francés Alexandre Desplat por El Gran Hotel Budapest, quien también competía contra sí mismo por la música de Imitation Game. El film de Wes Anderson empató a la chita callando con Birdman como film más oscarizado de la noche, al hacerse además con los galardones de vestuario, dirección artística y maquillaje.

También volvió Eddie Murphy a los Oscars, olvidada ya su espantada el año de Dreamgirls - nominado como secundario, se largó a mitad porque sabía que no ganaba-, que dio la estatuilla al mejor guión original para Birdman, obra de Alejandro González Iñárritu y otros tres guionistas. El mexicano, muy criticado en los Globos de Oro por no dejar hablar a ninguno de sus compañeros premiados, aquí se cortó un poco y al menos les dejó los segundos de la basura, aunque me dio la impresión de que tanta crítica era injusta, porque hay que ver qué siesos que eran los otros, limitándose a enumerar los nombres de sus seres queridos y hasta del perro.

Ya solo quedaban los cuatro premios gordos y el encargado de anunciar el primero fue Ben Affleck, que presentó el de mejor director quizá en desagravio cuando hace dos años ni siquiera lo nominaron por Argo. Esto impidió que Alfonso Cuarón le pasara el testigo a Iñárritu; demasiados mexicanos juntos, pensaría la Academia. El director de Birdman subió al escenario por segunda vez y se acordó de la otra mitad de la humanidad a la que todavía no le había agradecido un Oscar, mientras su cerebro procesaba el momento en slow motion, según dijo.



El siguiente fue el de mejor actor, presentado por Cate Blanchett y que fue a parar fastidiosamente al Eddie Redmayne-Stephen Hawking de La teoría del todo. Redmaye subió al escenario como si no hubiera un mañana o no se lo esperase ¿? aún después del Bafta o el Globo de Oro... -¿cómo habría reaccionado Steve Carrell entonces?-, tal vez poseído aún por el espíritu de Hawking, con espasmos y caretos muy extraños de la emoción, lo que recordó a lo de Dustin Hoffman en 1988, que también hizo lo mismo cuando recogió su Oscar por Rain Man, seguir metido en el papel. Más de uno seguro que se arrepintió entonces de haber votado a Hoffman, dirían: coño, pero si este tío es así de verdad, no estaba interpretando... Al menos Eddie se acordó de los enfermos de ELA, como luego Julianne Moore de los que sufren Alzheimer, claro. Total, que al final Michael Keaton se quedó injustamente sin estatuilla porque se volvió a cumplir el tópico ese del que se burlaban en Tropic Thunder: si haces de tonto o paralítico, Oscar seguro. No sé, deberían crear una categoría alternativa a la mejor interpretación de enfermo patrocinada por la OMS o un algo, y no hacer estas cosas. Keaton se merecía la estatuilla bastante más que Redmayne, que prácticamente se limitaba a estar sentado todo el rato y a torcer la boca; eclipsado encima por el trabajo de su compañera Felicity Jones y con la sensación al final de que su papel era más secundario que principal.


Sorprendió que el Oscar a la mejor actriz fuera el penúltimo que se daba, cuando era el más cantado de la noche. Al contrario que la veloz Cate Blanchett con los actores -casi no dio tiempo a que pusieran en pantalla el plano de los 5 nominados, galana- Matthew McConaughey intentó crear un suspense donde no lo había y se esperó lo suyo para pronunciar el nombre de la ganadora, que no era otro que el de la archifavorita Julianne Moore. La cougar pelirroja de Siempre Alice consiguió el Oscar a la cuarta y le dedicó el premio a su joven marido con la esperanza de vivir cinco años más, como aseguran las estadísticas que hacen los que ganan un Oscar. Esperemos que no se divorcie con el tiempo y le pase lo mismo que a Halle Berry o Sandra Bullock, que también se centraron en los agradecimientos en sus parejas de entonces y luego acabaron a la greña con ellos, con efectos secundarios como no poder volver a ver los videos de sus Oscars sin que les entre amargura. Bueno, después de todo, quizá estuvo bien lo de mejor actriz el penúltimo, porque ya se olerían que ganaba Redmayne y prefieron no ponerlo de anticlímax justo antes del Oscar final a Birdman
Un premio que presentó Sean Penn con sus habituales malas pulgas y que recompensaba por tercera vez en la noche a su director de 21 Gramos. Entonces subieron al escenario Alejandro G. -nadie decía lo de González- Iñarritu y el resto de su equipo, como ya es costumbre en la ceremonia. El mexicano tomó la palabra al principio, pero luego quiso espantar su fama de divo dándole la oportunidad de hablar a los otros productores, de los cuales uno no quiso y el otro le interrumpió a traición para decir no se qué de sus mujer y sus hijos. También se acercó al micro Michael Keaton -el vencedor moral de la noche- para recordarle a los que no le habían votado lo buen actor que era, al declarar poco menos que le daba igual su derrota, y que se lo estaba pasando muy bien, snif... Iñárritu retomó la palabra al final para reivindicar a sus compatriotas mexicanos, tanto los que estaban en México -para que consiguieran el gobierno que se merecían-, como a los que viven en Estados Unidos -para que los tratasen con respeto-; ya que en teoría USA es el país de la inmigración por antonomasia. Después de este conmovedor clímax hispano, Neil Patrick Harris se contagió y se despidió de su público con un efusivo "Buenas noches everyone", que supongo que hizo despertarse a Robert Duvall. Fin.


Lo mejor:

Jessica Chastain y Zoe Saldana ;P
La sorpresa de Lady Gaga cantado con el mismo timbre que Julie Andrews las canciones de Sonrisas y lágrimas. No me imagino a Katy Perry o Miley Cyrus haciendo lo mismo.
Las Lego estatuillas de consolación. Las podían repartir todos los años.



Lo peor:

Que se perpetúe el tópico de que si haces de paralítico, enfermo o disminuido -y encima eres británico- tienes muchas posibilidades de ganar el Oscar.
El caloret o la fiebre del domingo noche de John Travolta, relegado ya a ser el clown oficial de la gala.
Los spoilers relacionados  con Perdida: Anna Kendrick soltó uno en la canción del principio, y había otro en el clip elegido para presentar a Rosamund Pike como mejor actriz. Menos mal que ya la había visto...



Criticoll

jueves, 1 de enero de 2015

SERIES DEL AÑO

Un repaso a las series de TV que seguí en 2014 y que no me avergüenza del todo reconocer.

24: VIVE OTRO DÍA


¿Spoiler ya desde el título? La novena temporada de 24 en realidad tendría que haberse llamado, siendo estrictos, 12: porque ésas eran las horas / capítulos de las que disponía el eterno Jack Bauer para volver a salvar el mundo a tiempo real. Aquí por primera vez la acción salía del territorio USA -el intervalo africano de Redemption no cuenta- y se desplazaba de Los Angeles, Washington o Nueva York a la vieja Europa -Londres, ciudad natal de Kiefer Sutherland-, siendo el macguffin principal el control de unos drones que un grupo terrorista islámico le robaba al gobierno, no para grabar bodas o llevar regalos precisamente, sino para atentar contra todo lo que se meneaba sobre la superficie de la City londinense. La enemiga de la paz y la democracia era esta vez Margot Al-Harazi, una inglesa viuda de terrorista a la que encarnaba Michelle Fairley, que tras la Madeleine Stark de Juego de tronos, aquí hacía de otra madre coraje con similar mala leche y agallas. Pero en realidad ella no era la mala principal, porque como siempre pasa en 24 -y al estilo de las muñecas rusas- al final hay un villano más poderoso detrás del que aparece en los primeros capítulos: en esta ocasión, un viejo conocido de Bauer y con bastante parecido a cierto empresario de Singapur, para regocijo de Manolo Llorente y Perico Morata…



De la vieja guardia repetía la inevitable Mary Lynn Rajskub -Chloe O’Brian-, ahora como gótica y hacker autónoma en wikileaks; el veterano William Devane como el presidente James Heller con alzheimer, que protagonizaba en Wembley el cliffhanger de la temporada -si eso pasa en el nuevo Mestalla, a Salvo y Lim  les da un ataque-; y la feúcha Kim Raver como su hija Audrey, que la verdad, no sabemos muy bien lo que vio Jack en ella.

La revelación entre los nuevos fue Yvonne Strahovski como la agente británica Kate Morgan, una Bauer en chica que superaba a Tony Almeida o Curtis como mano derecha de Jack, y que de becaria no tenía nada: clamaba por un spin-off para ella sola a pesar de su nombre de actriz porno. Vi después a Yvonne en Asesinos de élite como novia indefensa de Jason Statham, y resultaba poco creíble que no supiera qué hacer ahí con un cuchillo en las manos, la verdad.

En fin, que 24/9 no decepcionaba a sus fans, dándoles las raciones habituales de acción frenética, mucha tensión y adrenalina. Pero lo que me sigue chirriando de esta serie es la premisa argumental de sus inicios de temporada, que digo yo que ya la podían cambiar. Porque, después de salvar tantas veces al mundo, ¿en qué cabeza cabe que los gobiernos occidentales sigan considerando a Bauer como una amenaza para la seguridad nacional?

FARGO

La primera heredera de Breaking Bad fue esta resultona miniserie de 10 episodios inspirada en la peli de los hermanos Coen de 1996, aunque con guión y personajes nuevos. Una trama de la cual chocaba un poco que al principio de cada capítulo nos dijeran aquello de “basado en una historia real”, porque es bastante inverosímil que se repitieran tantos elementos del film original del ’96 en un hecho verídico sucedido diez años después, en 2006 ¿?: un hombrecillo gris humillado por todo el mundo que se pasa al lado oscuro, una policía embarazada más lista que sus compañeros, dos asesinos a sueldo chapuceros,  nieve, personajes de vida mediocre, mucha pasta de por medio, etc.


Lo cierto es que Fargo era muy adictiva, con bastantes elementos que recordaban a la serie de Vince Gilligan: el hecho de tratar temas universales -la avaricia, los celos, la redención-, su riqueza de personajes, el uso de la violencia, la ambientación rural, etc. El reparto también era muy ajustado, con varios actores que hacía tiempo que no triunfaban reivindicándose para la ocasión -Billy Bob Thorton, Colin Hanks, Keith Carradine-, otros con buen olfato eligiendo proyectos -Martin Freeman o Bob Odenkirk, muy alejado aquí del Saúl Goodman de Breaking Bad-, y nuevas caras a retener, como la de pan de Allison Tolman. En fin, una de esas series que enganchan y te obligan a ver varios episodios del tirón, como mandan los cánones. Que luego ellos se pasen meses preparando, rodando y montando, es lo de menos. Por cierto, que la secuela ya está cociéndose: se ambienta en 1979 y narra la juventud del personaje que encarna Keith Carradine, cuando era el jefe de policía del pueblo.

TRUE DETECTIVE



En dura pugna con Fargo, True Detective fue para muchos la sensación del año, la serie que todo el mundo recomendaba como comodín de lo políticamente correcto. Bueno, pues yo he de decir que al principio me gustaba más Fargo, más accesible y directa desde el principio, porque en realidad la de Nic Pizzolatto para mi gusto, tardaba bastante en arrancar: la investigación inicial era un poco farragosa, los interrogatorios a Matthew McConaughey y Woody Harrelson en flash-forwards le quitaban emoción y la ralentizaban, los diálogos sonaban pretenciosos, y a pesar de lo de la tremenda Alexandra Daddario en el episodio 2, en realidad hasta el tercero no empezaba la cosa realmente a despegar. Pero a partir de ahí, amigo, aquellos que no habían arrojado la toalla y se preguntaban a qué venía tanto bombo con esta serie, empezaron a obtener respuestas y ver su paciencia recompensada: en el cuarto llegaba el highlight de la serie, el plano secuencia de seis minutos que se marcaba Cary Fukunaga -director de la notable Sin nombre-, que es para analizarlo detenidamente y verlo una y otra vez. En el quinto acababa el flash-back de los ’90 y con ello la narración alterna; en el sexto, entre polvos por despecho y peleas consiguientes, se decían frases tan lapidarias como “se pierden más almas en una botella que en cualquier pozo”. En el séptimo, el nivel seguía con diálogos del estilo

-“La vida es muy breve para ser bueno en más de una cosa”.
-“Pues ten cuidado con lo que se te da bien”.

O “la vida es un círculo y estamos atrapados”, mientras averiguábamos más cosas sobre Carcosa y el Rey Amarillo. Y en el octavo la resolución, con el violento desenlace y el poético diálogo nocturno bajo las estrellas:

-He estado mirando al cielo pensando en una única historia, la más vieja: la luz contra la oscuridad.
-Bueno, no soy ningún experto, pero yo diría que la oscuridad tiene mucho más territorio.
-Sí, pero tiempo atrás sólo hubo oscuridad. Si me preguntas, la luz gana.


En fin, que tras Juegos de tronos o Boardwalk Empire, la HBO volvió a dar en el blanco con True Detective, una serie inquietante y compleja que daba por supuesto que el espectador era un ser inteligente y paciente, capaz de aguantar algunos tramos poco agradecidos de ritmo al principio, pero necesarios narrativamente para situar la investigación criminal de su carismático dúo de protagonistas, Rust Cohle y Marty Hart. Y como en todas las grandes series, True Detective contaba con una gran cabecera de introducción con la pegadiza canción de T Bone Burnett que ya ha hecho historia. Pues eso, que el listón está realmente alto para Colin Farrell, Vince Vaughn y compañía.

AMERICAN HORROR STORY 

Un amigo llevaba varios años recomendándome American Horror Story, pero me daba miedo, joer. Al final me armé de valor y empecé a ver al alimón la primera y la cuarta temporada a la vez, ya que en cada una se cuentan historias independientes. He de decir que no era para tanto, y que miedo, miedo, la verdad es que no da.

La primera temporada se desarrolla en la actualidad -aunque con flash-backs a saco-y va de una casa encantada de Los Angeles que va acumulando en ella los fantasmas de sus antiguos inquilinos, muertos todos en sangrientas circunstancias; lo que viene a ser un piso-patera del más allá, vamos. Un día, un matrimonio en crisis y su hija adolescente se instalan en la vivienda sin conocer su terrorífico pasado -por eso estaba tan barata, galanes-. Poco a poco, se darán cuenta de dónde se han metido… algo que su maléfica vecina -Jessica Lange- ya les podría haber avisado; pero entonces no habría serie, claro.

AHS 1 está bien, es entretenida y sus tramas son interesantes, pero llega un momento -sobre todo en los dos últimos capítulos- en que la cosa se desmadra, como si sus creadores -Brad Falchuk y Ryan Murphy- no supiesen cómo acabarla y le hubieran pedido consejo a Damon Dindelof o algo… Pues eso, que los que vieron el final de Perdidos o Prometheus ya saben de lo que hablo. Por cierto, que si hacemos caso a esta serie, lo de que Los fantasmas no pueden hacerlo es falso.

La cuarta es mejor, está ambientada en los años ’50 en un circo, un freak show de engendros humanos que parece salido del de La parada de los monstruos de Tod Browning -sí, esa película que vi a la tierna edad de 9 años gracias a La bola de cristal-. Los conflictos surgen por doquier: entre Elsa Mars -de nuevo Jessica Lange- una especie de Angela Channing alemana que dirige el circo, y sus empleados; entre estos entre sí; con la gente del pueblo, recelosa con los del circo por su naturaleza monstruosa; o con un par de psicópatas que pululan también por ahí.
En esta temporada sí que hay momentos de cierto terror, pero paradójicamente, producidos por la gente -en teoría- normal del pueblo, capaces de hacer monstruosidades mayores que los pobres freaks del circo, en el fondo buenas personas pero inadaptados sociales por su físico. “Saca la lengua, la tienes bífida…” ¡Uf, qué mal rollo, cada vez que lo recuerdo!

La serie posee personajes tan novedosos como las hermanas Bette y Dot -Sarah Paulson-, dos siamesas que comparten un mismo cuerpo, y cuya primera aparición en la serie despertó una gran expectación. O el de Jyoti Amge -la adorable Ma Petite-, una actriz hindú de tan sólo 63 centímetros de altura, y la mujer más pequeña del mundo según el Libro Guinness de los Récords. En el caso del inglés Mat Fraser, que encarna a Paul, el ilustrado hombre foca, creía que había f/x por medio, pero no: sus brazos atrofiados son por desgracia reales, producto de la talidomida que tomó su madre en el embarazo.






Aparte de la gran Jessica Lange y de Paulson, otros intérpretes que repiten de la primera son Evan Peters, Frances Conroy o Denis O’Hare, lo que le confiere al reparto un cierto aire de compañía fija de repertorio, pues todos estos aparecen también en las seasons 2 y 3, encarnando a otros personajes. Así mismo, otros habituales del universo AHS que también se dejan ver por aquí son Kathy Bates, Angela Bassett, Emma Roberts, Danny Huston o Gabourey Sidibe -Precious-.



Una rayada anacrónica que me gusta de la serie es que de vez en cuando los freaks del circo interpretan alguna canción moderna, que en 1952 no se había compuesto todavía. Así, Elsa sale cantando Life on Mars de David Bowie y Jimmy, el chico langosta -Evan Peters- nada menos que Come as you are de Nirvana. Y hasta la diva y sargento de Elsa Mars tiene que reconocer que ésa canción no estaba mal…

LA QUE SE AVECINA


No sé hasta qué punto es un placer culpable una serie que ve tanta gente, pero en mi caso es la razón por la que no he desintonizado aún Telecinco aprovechando el dividendo digital y tal. La que se avecina me gusta porque da risas fáciles sin esperar nada a cambio -bueno, que te tragues sus interminables bloques de anuncios, pero yo la veo otro día y los paso rápido- y tiene personajes tan descacharrantes como el Recio -aunque he detectado que ya no le dan tanto protagonismo- o Amador, aunque haya tenido una involución de personaje tan extraña: cualquier parecido entre el de la primera temporada y el gañán de ahora es mera coincidencia, gracias a Dios.

La serie no parece dar síntomas de agotamiento, y sigue metiendo acertados guiños a la situación sociopolítica española, arreando palos a diestro y siniestro sin casarse con nadie. Si bien este año hay uno de esos personajes que no soporto: Doña Fina, la vecina vieja, borde y antipática que interpreta Petra Martínez y que no sé por qué no se la cargan de una puñetera vez, si no le gusta a nadie. En el episodio del generador del garaje pareció que sí, pero luego volvió a salir, joer.

De esta temporada destacan varios momentos geniales: el duelo de bailes entre chicos y chicas por el control del Max & Henry; la obra de teatro de Romeo y Julieta con vestuario romano y egipcio a la que asiste Rajoy; o sobre todo, el ya mítico episodio número 100, un homenaje a El Show de Truman y que daba que pensar por su interesante intertextualidad entre el mundo real y el ficticio. ¿Habrá leído Laura Caballero a Baudrillard? ¿Sabrán en Telecinco que alguien en la cadena lee? ¡Chss! ¡Callaos, que como se enteren la cancelan!

HOMELAND
La desaparición del reparto de Damien Lewis / Brody y los malos guiones de la temporada tres no presagiaban nada bueno, así que empecé a ver esta cuarta de Homeland un poco por inercia, porque la hacían los jueves noche en Fox como 24 y también salían drones, pero sin esperarme mucho de ella. Pero cuál fue mi sorpresa al ver que ya desde el minuto uno del primer capítulo, con el bombardeo a la boda árabe y SPOILER el linchamiento callejero de Sandy Bachman, la serie ya daba más emociones en un episodio que en toda la aburrida season anterior. Los capítulos siguientes lo fueron confirmando, con una Carrie Mathison que pronto empaqueta al bebé con su hermana y se larga a Islamabad a perseguir al líder talibán de turno, Haissam Haqqani. Allí se encuentra con todo un juego de estrategias e intereses cruzados entre la CIA y el gobierno pakistaní por detener a los terroristas, para lo cual debe hacer frente a filtraciones desde dentro de la embajada USA y pedir ayuda a viejos amigos, como Saul, Quinn, Max, Fara o SPOILER al propio Brody-Damien Lewis, en un inesperado cameo… Si hasta Lockhart -Tracy Letts- el jefe de la CIA ya no parece un chupatintas, sino un tío con agallas que le pone las cosas claras al presidente de Pakistán, amenazándole con bloquear el dinero USA si siguen haciendo la vista gorda con los talibanes…


Homeland 4 mantiene un interés trepidante durante toda la temporada, que acaba con un fabuloso clímax en los capítulos diez y once, 13 hours in Islamabad y Krieg Nicht Lieb, mientras que el 12º y último, Lone Time Coming, supone un inesperado bajón después de las emociones fuertes vividas con los anteriores, si bien se puede entender que sirve para integrar en la trama la muerte del actor James Rebhorn -que interpretaba al padre de Carrie-, y preparar el terreno para lo que vendrá: un escenario en Siria donde el manipulador Dar Adal -F. Murray Abraham- tendrá, como siempre, mucho que decir... En fin, una agradable sorpresa esta remontada de interés de Homeland, cuyo lavado de cara le ha asegurado al menos esa anunciada quinta temporada que esperemos que sea similar a ésta, y en la que ojalá repita la maquiavélica Tasneem -la hindú Nimrat Kaur-:P.

















SHARKNADO 1 y 2
No era una serie estrictamente, sino dos películas muy cutres y divertidas de la cadena Syfy que merecían figurar en este recopilatorio aunque sólo fuera por la que se montó en twitter. La trama era tan delirante que resultaba normal que no se le hubiera ocurrido a nadie hasta la fecha: un tornado en el mar engulle a miles de tiburones y los va soltando por Los Angeles mientras la ciudad se inunda. Tras muchas peripecias inverosímiles, un grupo de supervivientes liderados por Fin Shepard -Ian Ziering- salvan el día al liarse a bombazos con el huracán y destruirlo. La secuela, lo mismo pero en Nueva York.


Sharknado 1 fue todo un fenómeno inexplicable, un film tan malo que resultó un exitazo inesperado en la redes sociales, con telespectadores que aprovechaban para reírse de ella mientras twitteaban con sus amigos un sin fin de comentarios sobre sus chapuzas. No sé, se ve que ese día no echaban otra cosa y todo el mundo que hacía zapping dejó milagrosamente puesto ese canal. En la segunda contaron con más presupuesto y publicidad y se perdió el factor sorpresa: se nota que Sharknado 2 tiene mejor factura visual, aunque siguieron poniendo fallos de raccord que ni hechos a posta, oye, no fuera que pareciese demasiado bien hecha para su fama trash. De hecho, hay que decir que en general sus efectos especiales son bastante aceptables, una nueva demostración de que ya cualquier tonto hace relojes. En esta secuela neoyorquina también se multiplicaron los actores conocidos en el reparto, ya que si el primer film contaba apenas con John Heard -Solo en casa-  en esta continuación aparecen stars como Vivica A. Fox- Kill Bill-, Kari Wuhrer -Anaconda-, Judd Hirsch -nominado al Oscar por Gente corriente-  y hasta un cameo de Robert Hays en un avión, homenaje a Aterriza como puedas.

Si Ian Ziering pensaba que su papel de Steve en Sensación de vivir era el rol de su vida, ¡se equivocaba! pues sin duda pasará a la posteridad como Fin Shepard. Yo jamás creí -y él aún menos que nadie- que a estas alturas recuperaría su fama de antaño, aunque fuera por reconvertirse en héroe de acción Z. Pero lo cierto es que sí, y deberían llamarlo para un cameo en un film A o al menos para un Uwe Boll o un algo, para celebrar su recobrada popularidad. Algo que también podría aplicarse a la incombustible Tara Reid, que aquí interpr… bueno, sale como su ex mujer y que tras American Pie -y sus excesos alcohólicos- era otra has been en toda regla, con un film con Uwe Boll y todo sobre sus rubias espaldas -Alone In The Dark-. Por cierto, que las voces del doblaje a pesar de no ser muy famosas me sonaban, y es que se dobló en Valencia. Pues eso, que la canción también mola, que han sacado hasta videojuegos y que ya está tardando en estrenar Sharknado 3, que tenemos el mono.



CRÓNICAS CARNÍVORAS

Y hablando de conceptos simples que triunfan, el de Crónicas carnívoras también se las traía: Adam Richman, un neoyorquino zampabollos que se dedicaba a gorronear raciones de comida XXL por bares y restaurantes USA con la excusa de sacarlos por la tele al intentar superar retos gastronómicos a contrarreloj, no aptos para estómagos normales. Y es que el suyo sí que era un saque y no el de Isner: 15 litros de helado, 180 ostras, docenas de guindillas picantes, un pavo entero… era capaz de devorar en cada episodio el bueno de Adam, al que probablemente su mamá nunca debió reñirle para que se acabara la cena. La excusa para perpetrar esos pantagruélicos atracones era figurar en la pared de la fama de dichos restaurantes, una especie de Monte Rushmore con fotos de los elegidos que habían logrado superar los desafíos culinarios de cada local en cuestión, y que nuestro héroe no siempre conseguía. Como el episodio ese que Homer se hace camionero tras comerse una vaca, vamos… Uno de los momentos de la serie fue la prueba en la que Adam tenía que correr 2 kilómetros y nada más empezar finge una lesión para pararse e ir a paso tortuga con la excusa, jaja. En vez de pensar en la comilona que le esperaba al llegar… Aunque el programa ya terminó, yo le habría propuesto a Adam que hiciese una segunda parte viajando por todo el mundo, o que viniera a Valencia para ver si era capaz de acabarse él solo una paella para 15 -yo siempre me lo he preguntado- y cosas así.

Lo bueno de Man v. Food también era que tras verlo no te sentías culpable cuando creías que habías comido o cenado mucho, y si los del canal Viajar estuvieran avispados, lo deberían reponer de nuevo todas las navidades. Así mismo es interesante quedarse con los nombres de esos restaurantes de San Francisco, Nueva York, Porland, etc. que salen, por si alguna vez vas por allí y les preguntas por el bueno de Richman, que lo de rico, rico, ya lo llevaba hasta en el apellido. Se ve que lo de no pagar era cosa de familia, así prosperaron los jodíos. Por cierto, que Crónicas carnívoras tuvo un final bastante turbio: Adam adelgazó 30 kilos en 10 meses con una dieta estricta  -las malas lenguas dicen que tras una operación de reducción de estómago- y tras ello se dedicó a alardear de su nueva figura en, por ejemplo, la revista Cosmopolitan, donde posó desnudo en la portada. Pero lo peor fue cuando le sugirió a un usuario de Instagram que se suicidara tras afearle éste que utilizara un hashtag vinculado a la anorexia y la bulimia... Las críticas arreciaron y aunque pidió perdón, el Canal Viajar pospuso indefinidamente su programa hasta hoy. Vaya, lo que al final debería haberle dicho su mamá es que con la comida no se juega.

DÚO DE SUPERVIVIENTES

En verano también me aficioné a esta serie pseudo-documental de Discovery Channel, protagonizada en primera instancia por Cody Lundin y Dave Canterbury, dos montañeros muy rudos a los que no verías nunca charlando sobre Sexo en Nueva York o en una recepción en la Zarzuela, pero a quienes querrías tener cerca si te perdieses en medio de la selva o el desierto. Y es que no había territorio lo suficientemente hostil o salvaje en el que Cody y Dave no lograran sobrevivir: de Venezuela a África, de Tailandia a Islandia pasando por el desierto de Arizona o los Everglades, la rutina era siempre igual: al principio de cada programa los soltaban en medio de la nada con apenas una mochila para que se buscasen la vida y tratasen de llegar sanos y salvos a la civilización. Algo que al final conseguían tras sufrir diversas contrariedades -por exigencias del guión-, gracias a sus técnicas de supervivencia extrema y al trabajo en equipo.
La mochila era como la de Dora la Exploradora pero en vez del mapa, el mapa, el mapa… solía contener cosas como una batería de móvil, un cuchillo o algún recipiente para transportar agua: suficiente para Cody y Dave, que con todo eso te hacían maravillas. Con un Leroy Merlin cerca no sé qué habrían hecho, la verdad; un cohete espacial por lo menos. Su táctica era siempre la misma: buscar agua, comida y refugio para pasar la noche, y por el día andar siguiendo el curso de algún río, aunque eso supusiera atravesar cuevas, vegetación espesa o bajar complicados riscos. Entretanto, también tenían tiempo para matar alguna serpiente, discutir o encender fuego, arte donde eran unos auténticos maestros: ya fuera con dos palos, piedras, una lupa, o frotando un estropajo con una batería de móvil ¿? al final siempre lo acababan encendiendo y lo mantenían a base de yesca -ramas secas-.
Lo malo es que, tras la primera temporada, los productores no renovaron inexplicablemente a Dave y lo sustituyeron por Joe Teti, un ex-marine con similares dotes de supervivencia pero algo alocado y sin su carisma. Su mayor logro fue en un bosque de Rumanía, cuando fabricó un globo aerostático con una manta térmica y lo vio un pastor; y lo peor, cuando en el desierto de Sonora se empeñó en serrarle los cuernos a una vaca putrefacta, no se sabe muy bien para qué. Luego el sustituido fue Cody -el heavy y alma de la serie-, que siempre iba descalzo y con pantalones cortos, aunque estuviera en la nieve o caminando sobre pinchos ¿? Y pusieron a otro, pero por ahí ya no pasé y lo dejé, porque yo era fan de la pareja original, no me caía muy bien el nuevo y ya había aprendido lo suficiente para sobrevivir en el duro invierno :D. Por cierto, que  vi un día un episodio de Dual Survival y luego El último superviviente de cuatro, y no había color: lo quité en cuando Frank Cuesta dijo que tenía que hacer fuego y sacó un mechero.

Criticoll