jueves, 6 de julio de 2023

INDIANA JONES Y EL DIAL DEL DESTINO


(HAY SPOILERS)

Da un poco de pena que Indiana Jones y el dial del destino esté estrellándose en taquilla cuando supone la digna despedida de uno de los personajes más míticos y carismáticos de la historia del cine. Qué lejanos  aquellos tiempos cuando de niño vi una y otra vez los VHS de En busca del arca perdida e Indiana Jones y el templo maldito, o acudí al estreno de Indiana Jones y la última cruzada en septiembre de 1989 en el Cine Eslava de Valencia, después de hacer una buena cola al sol o haber vivido durante todo aquel verano en Irlanda el buzz de su rivalidad con el Batman de Tim Burton. Tras el resbalón de Indiana Jones y el reino de la calavera de cristal (2008) 15 años después ha llegado esta quinta entrega, que curiosamente era el número total de películas que George Lucas y Steven Spielberg tenían en mente en 1981 cuando iniciaron la saga.

Al contrario que su predecesora, Indiana Jones V honra el legado de la franquicia en este último baile del personaje, aunque al final se quede corto respecto a los logros de la trilogía original. Esto tampoco es una sorpresa, pues Harrison Ford, que tenía 78-79 años en el rodaje, encarna a un Indiana Jones alejado de su mejor estado físico y mental, y encima tras las cámaras no está el director que elevó sus películas a la categoría de clásicos del cine, sino James Mangold, un correcto artesano pero sin el toque mágico del gran Steven. A cambio, el film da lo que promete para agradar a sus seguidores: un guión trepidante con muchas escenas de acción, un objeto histórico de macguffin, nazis como los malos, la música de John Williams, cameos de personajes muy queridos por los fans o diversas metarreferencias para regocijo no sólo de los muy cafeteros. El problema es que todo esto no ha bastado para enganchar a las nuevas generaciones, que no poseen un vínculo afectivo con el personaje ni se sienten atraídas por un señor de 80 años de protagonista, aunque tenga detrás a toda la maquinaria publicitaria de la Disney.

El film se inicia con un prólogo de 25 minutos que resulta ser lo mejor de la función, no sólo por capturar el espíritu aventurero de las tres primeras cintas al incluir elementos indispensables del universo indianesco -la 2ª Guerra Mundial, los nazis, persecuciones en coche o en un tren, reliquias religiosas en disputa, Indy salvándose por los pelos, etc- sino también por mostrarnos, por obra y gracia del CGI de rejuvenecimiento facial, a un Indiana Jones de 1944 en una plenitud física que recuerda a su aspecto de los años 80, y que por primera vez se puede decir que está bastante conseguido y no chirría casi en ningún momento. Pero no sólo en su rostro, sino también en sus movimientos corporales: es como si Hollywood hubiera aprendido la lección de El irlandés e Indiana se moviera como una persona acorde con la edad que aparenta su cara -menos cuando corre en PG de forma poco natural por el techo del tren, estilo dibujo animado-. Esto me pareció en realidad una especie de desagravio de los productores ante los fans, como entonando el mea culpa al reconocer que tenían que haber hecho más películas de Indiana Joven, digo Jones, cuando Harrison Ford estaba en su prime. Y es que el efecto está tan logrado que uno llega a imaginar lo que molaría toda la película con ese Indiana rejuvenecido, aunque es verdad que en escenas más luminosas o dramáticas creo que sí se vería el cartón. Pero como dirían en The Mandalorian, this is the way, y puede que en un futuro cercano veamos nuevas aventuras de Indiana Jones con el aspecto de un Harrison Ford ochentero, tan sólo apretando algunos botones de un banco de imágenes almacenadas y generadas por CGI.

El contraste llega en la siguiente escena, ambientada en 1969 con un Indy avejentado, amargado y solitario viviendo en un piso bonsai de Nueva York, que va a quejarse a sus vecinos porque tienen la música muy alta. Un cambio que nos avisa que esta será una historia crepuscular, pues el personaje no está para muchos trotes, sino al borde del retiro en un mundo que ya no comprende o siente como suyo. Sin embargo, la reaparición de Voller, el nazi del prólogo -Mads Mikkelsen, malo oficial de toda franquicia que se precie- en busca del macguffin de turno -el dial del destino, obra de Arquímedes- hará que nuestro héroe se vea obligado a tomar cartas en el asunto ante la llamada a la acción que le hace Helena -Phoebe Waller-Bridge-, su ahijada y compañera de fatigas en esta aventura, que los llevará sin respiro por Nueva York, Tánger, el Mar Egeo o Siracusa, en Sicilia.

La película resulta entretenida, aunque se resiente en lo visual de la ausencia de Spielberg a los mandos: apenas hay planos que se te queden en la retina, como sin duda habría manufacturado el Rey Midas. Las set pieces de acción son demasiado largas y aparatosas, y se nota el excesivo uso de CGI en ellas, sobre todo en la interminable secuencia de la persecución en tuk-tuk por las callejuelas de Tánger. Un fallo que llevo viendo en el cine desde el King Kong (2005) de Peter Jackson. Hollywood, ya sabemos que la tenéis muy larga, no hace falta que nos la restreguéis tanto rato por la cara.

Habría que hacer una mención a nuestro Antonio Banderas, al que le hacía tanta ilusión salir en una película de Indiana Jones que cuando se lo dijeron seguro que ni se leyó el guión. Y es que su personaje está totalmente desaprovechado, sin oportunidades de lucimiento y apenas líneas de diálogo; no sé cómo lo destacan tanto en el poster, es publicidad engañosa. Su papel lo debería haber interpretado un actor random y todos habríamos salido ganando, pues su brevísima intervención hasta parece una falta de respeto a su estatus de estrella de Hollywood. Por cierto, que ya le podían haber llamado de otra forma, porque lo de Renaldo se las trae… He buscado en la página del INE cuántos Renaldos hay en España y pone que “no existen habitantes con el nombre consultado o su frecuencia es inferior a 20 para el total nacional -ó 5 por provincia-”. Se ve que a los tres guionistas gringos no les sonaba lo bastante español Pepe, Paco, Manolo o ya puestos, Antonio. También es curioso el cameo de un bote de leche en polvo Clesa en un armario de su barco, ¿habrán pagado product placement ¿? Tampoco Sallah -John Rhys-Davies- tiene mucho que hacer, da lástima cuando Indiana se lo deja en el aeropuerto obviando sus ruegos de que se lo lleve de aventuras, como diciéndole: lo siento, se te ha pasado el arroz, con un viejo en la historia sobra.

Así mismo, el guión encuentra una buena solución para justificar la ausencia de Mutt -Shia LaBeouf-, el irritante hijo de Indy, omisión explicada por este en una emotiva escena. Lo que da pie, como decían en twitter, a un irónico pensamiento: ¿Qué demonios? ¿Indiana Jones 5 me hizo llorar por Mutt Williams? Si bien sus nuevos sidekicks tampoco son una maravilla: a la propia Helena no se le acaba de coger el punto, es como una especie de versión hacendado y feapa de Keira Knightley -esta habría quedado más cool en el papel- y Teddy -Ethann Isidore- actúa como su mini yo, un mena de Tánger rollo Tapón para enganchar al público joven, y al que yo -tras afeitarle el mostacho- becaría en Harvard, pues estamos ante uno de los individuos más inteligentes de la historia, capaz de aprender a nadar o a pilotar una avioneta sin ninguna instrucción o experiencia previa. Y es que la historia está plagada de agujeros de guión, que si te pones a pensarlos no se sostienen, aunque el -escaso- público que está yendo a verla seamos del Team Indiana a muerte. Aquí hay unos cuantos: ¿Cómo es que los nazis que suben al coche de Indy en el prólogo no ven que hay un tío inconsciente en el suelo? ¿Cómo es que Voller no muere o al menos no tiene alguna cicatriz del tremendo golpetazo que recibe en la cara en el tren? ¿Le quedaron secuelas cerebrales al no reconocer años después al hombre que le robó el dial? ¿Por qué la noticia en la tele es que un viejo es sospechoso de asesinar a dos personas en un colegio y no el tremendo follón que se ha montado en el desfile de los astronautas? ¿Por qué Helena le dice a Teddy que robe una avioneta? ¿Es pitonisa y sabe que les hará falta para volver allá a donde van? ¿Por qué luego ella no se sube y se va en moto a lo loco a perseguir al avión de Voller? ¿Para qué secuestran todo el rato a Indiana y no se lo cargan, si este no tiene ninguna información útil que proporcionar a los villanos?


El viaje en el tiempo final rasgará las vestiduras de los más puristas, pero lo cierto es que las películas de indiana Jones siempre flirtean con lo sobrenatural, aunque a veces, como en la cuarta, se pasen tres pueblos. Creo que aquí queda bien, resulta un hábil recurso para homenajear al arqueólogo más famoso del cine, que pueda conocer de primera mano épocas pretéritas y figuras históricas que lleva toda su vida estudiando; un desenlace que por lo visto se volvió a rodar tras los malos resultados en los screen test. El epílogo actúa un poco como fan service, pero hay que reconocer que es emotivo en su alusión a una de las escenas más recordadas de En busca del arca perdida, cerrando el círculo afectivo del protagonista. Aunque habría estado mejor si hubieran respetado la asociación habitual de doblaje de cierto personaje y no cambiarlo, a estas alturas.

En fin, una película hecha a la medida de los fans de Indiana Jones con 295 milllones de dólares de presupuesto -más de 400 en total, tras los gastos de publicidad- lo que la convierte en una de las cintas más caras de la historia. Pero lleva sólo 159 millones recaudados a nivel mundial y tendría que alcanzar sobre los 800 para  obtener beneficios, lo que se antoja bastante improbable: el público juvenil -el que más frecuenta las salas- no conoce a Indiana Jones, y el grueso de quienes han ido a verla son adultos movidos esencialmente por la nostalgia o la gratitud hacia el personaje, para despedirse de él más que por otra cosa; por lo general prefieren ver Netflix o sucedáneos en casita. A ver si la medida del gobierno de rebajar las entradas de cine a 2 euros los martes para mayores de 65 años la hace remontar un poco, aunque con ese precio ya tienen que ir oleadas de jubilados a verla para que la cosa sea rentable.

Criticoll