miércoles, 19 de febrero de 2014

Entre pillos anda el juego

LA GRAN ESTAFA AMERICANA


 El plano inicial de La gran estafa americana ya nos avisa de los derroteros por los que deambularemos las próximas dos horas y cuarto: Irving Rosenfeld -Christian Bale- peinándose cuidadosamente ante el espejo con cortinilla, postizos y mucha moral para esconder su calvicie. Y es que el engaño, la simulación o el timo están en el ADN de este film de David O. Russell, uno de los favoritos para alzarse con el Oscar el próximo 2 de Marzo.
 
La película narra en clave de sátira la historia de dos timadores de baja estofa que se ven obligados a colaborar con el FBI para empapelar a senadores demasiado amigos de sobornos. Las alianzas, las traiciones o los dobles juegos entre personajes serán los protagonistas de la trama, una especie de Entre pillos anda el juego con patillas, pantalones de campana y canciones setenteras.

David O. Russell vuelve a demostrar aquí todas las constantes de su cine, ya sean temáticas -desenfado, personajes peculiares en dificultades- o de estilo -primeros planos, travellings, ralentís musicales, improvisación-... algo que parece encandilar a la Academia de Hollywood, que por tercera vez consecutiva ha vuelto a nominarle a todo tras The Fighter y El lado bueno de las cosas. Sin embargo, y al igual que sucede con el eunuco dorado, puede que no sea oro todo lo que reluce, ya que si rascamos un poco en la superficie de American Hustle quizá descubramos que tantos honores le vengan un poco grandes a la cinta. En efecto, el film resulta simpático y posee buenas interpretaciones, sobre todo a cargo del triángulo formado por ese Christian Bale de peinado imposible, esa Amy Adams alérgica a los sostenes y esa Jennifer Lawrence terror de microondas y secundaria roba escenas; pero la cinta se ve lastrada a lo largo y ancho de su metraje por un exceso de espontaneidad e improvisación actoral, algo habitual en el trabajo de O. Russell con su reparto, pero que aquí lleva demasiado lejos. Y es que el ritmo interno de las escenas, los diálogos... se ven perjudicados por un abuso constante de pausas, acciones y reacciones innecesarias de sus intérpretes, algo que se nota -aunque no tengamos el libreto delante o no hayamos visto la trivia de imdb- por ejemplo en el ya famoso morreo que le planta Jennifer Lawrence a Amy Adams en los servicios. Un hecho éste el de la espontaneidad que le resta agilidad a la trama -compadezco a su trío de montadores acreditados, no sabrían dónde cortar- y que no le habría gustado nada a Billy Wilder, quien siempre condenó este libertinaje para con sus guiones hasta el punto de que fue el motivo de su salto a la dirección. O. Russell en cambio no parece muy sofocado por esto, estando más interesado en cuidar la estética años '70 o en sus homenajes cinéfilos -como ese gratuito baile en la disco copiado de Saturday Night Fever- que en otra cosa. Es el espectador, en última instancia, el que ve frustradas sus expectativas de estar ante el prometido gran film hollywoodense del año, sintiéndose al final como el personaje de Bradley Cooper con la historia del hielo y la pesca que nunca le acaba de contar Thorsen -Louis C.K.-.

Criticoll
 

domingo, 16 de febrero de 2014

EL GRAN COLOCÓN



El Lobo de Wall Street
La quinta colaboración entre Martin Scorsese y Leonardo DiCaprio en realidad tendría que haber sido la cuarta. Y es que la pareja rumiaba El Lobo de Wall Street desde hacía siete años, antes incluso de rodar Shutter Island en 2010 -que por mí que se la podían haber ahorrado-.
La película es una especie de Uno de los nuestros pero en clave de comedia negra, la misma historia de un joven ambicioso -Jordan Belfort, un yuppie real de los '80 y '90- que partiendo de la nada consigue triunfar pero a costa de perder su alma por el camino. La cinta es divertida y nunca deja de resultar interesante, gracias al talento de Scorsese y por la naturaleza tan atractiva y excesiva de un personaje como Belfort, el puto amo para cualquier borregomátrix que la vea, siempre rodeado de lujos, top models y drogas por doquier. Pero si lo piensas un poco, el film es bastante reprobable moralmente, ya que a veces no se sabe muy bien dónde acaba la sátira y dónde empieza la apología hacia su protagonista, que no duda en estafar a un montón de pequeños inversores para pagarse fiestas, mansiones o sus queridos qualuds. Por ejemplo, la escena en la que Jordan se burla de un pobre cliente por teléfono, con sus colegas al lado riéndole sus gestos y gracietas, es ciertamente desagradable. Una situación que se repetirá, más matizada, en el último plano de la película, en el que una audiencia de perdedores sin glamour contemplan con gesto entre borreguil y admirativo a Belfort / DiCaprio, que les vende la moto -o el boli- de que ellos también pueden ser tan winners como él y no unos pringados. No me extraña que en el preestreno una mujer les echara la bronca al equipo de la peli y le dijera en la cara a Scorsese que si no tenía vergüenza por haberla rodado; quizá esa espectadora indignada fue una de las afectadas por las acciones a centavo. Es como si aquí hubiéramos hecho una comedia sobre un director de banco algo granujilla enriquecido tras colocar preferentes a ancianos y parados.

 
 
En cuanto a su protagonista, a mí no me cae muy bien Leo DiCaprio que digamos, he leído sus hazañas de divo prepotente y caprichoso durante lustros; pero bueno, hay que reconocer que el tío se lo curra y es constante en sus objetivos, que no son otros que los de ganar un Oscar como sea. Año tras año, el bueno de Leo lo intenta de todas las formas y maneras posibles, con los papeles y géneros más del gusto de la Academia: retrasado mental -A quién ama Gilbert Grape-; villano en una de Tarantino -Django desencadenado-, en biopics con y sin transformación física -El aviador / J. Edgar-; dramas íntimos -Revolutionary Road- o de denuncia social -Diamantes de sangre-, remakes de clásicos -El gran Gatsby-, etc. etc. Da un poco de pena, en este sentido, que con cada nueva intentona se degrade un poco más para dar más lástima a los académicos y que éstos le den de una puñetera vez la estatuilla, para no tener que esperar al Oscar honorífico cuando tenga 90 años. En esta ocasión, no se hiere aposta en la mano con un vaso de agua -aunque deja que se lo tiren a la cara... ¿homenaje a Pocholo?- sino que enseña el culo varias veces, se arroja por unas escaleras, repta por el suelo todo drogado, habla ininteligiblemente, hace muecas bastante desfavorecedoras, le practica el boca a boca a Jonah Hill, se enrolla con una señora de 67 años, etc. Pues lo siento, Leo, pero ni por esas; me da que esta vez tampoco va a ser. Encima este año tenías al enemigo en casa. Una pista: sale al principio cinco minutos, se da unos golpes en el pecho y te enseña todos los trucos para enriquecerte en la bolsa...

En fin, que coincido bastante con la genial crítica de Poli Rincón: "a la película le sobra una hora, se hace larga y es muy buena, pero es infumable y no hay quien la aguante" :)
SPOILERS
Lo mejor: Su energía, la escena de las pastillas con retardo y el teléfono, y la de Jordan y tía Emma en el parque, en la que oímos en off los pensamientos de los personajes -"¡joder, si me está tirando los tejos!", mientras hablan de otras cosas, estilo Annie Hall.
Lo peor: El pesado de Jonah Hill, su duración excesiva y que a veces tome demasiado partido por su crápula protagonista.
Criticoll