jueves, 8 de septiembre de 2022

COSAS QUE VI EN VERANO

 Moonfall (2022)


La premisa de esta película es una delicia para conspiranoicos: la Luna se sale de su órbita y descubrimos que en realidad es una construcción artificial creada hace millones de años por alienígenas ancestrales, y habitada por una entidad rollo Skynet que amenaza con chocarla contra la Tierra. A partir de este inicio tan sugerente, la trama se bifurcará entre las escenas de los tres astronautas enviados a la superficie lunar a solucionar el problema -Patrick Wilson, Halle Berry y John Bradley- y las de los pesados de sus hijos, cónyuges y demás allegados, que deben librarse de saqueadores y maleantes en la Tierra en su lucha por ponerse a salvo en una base militar; un escenario post-apocalíptico bastante deudor a The Walking Dead. Moonfall está repleta de escenas de destrucción made in Roland Emmerich pero al final resulta bastante larga y previsible, porque todos los despiertos sabemos (1) que Hollywood no va a revelar la verdad del mundo que hay tras la matrix, y (2) quién de sus personajes la palmará: el solterón friki al que nadie esperaba en la Tierra salvo su gato, y que estaría de más en la inevitable escena de reunión familiar del epílogo.

Veracruz (1954)


Mítico western de 1954 que supuso el único encuentro en la pantalla de dos iconos, Gary Cooper y Burt Lancaster, y, por la parte que nos toca, el de una joven y bella Sarita Montiel con la élite de Hollywood, en un reparto que incluye también a Charles Bronson, Ernest Borgnine, César Romero o Denise Darcel. Veracruz sólo dura 89 minutos, pero parece más larga porque no paran de suceder cosas y hay muchos personajes, el montaje de Alan Crosland Jr. es muy ágil. A partir de una historia de Borden Chase -autor de los westerns de Anthony Mann con James Stewart- los guionistas Roland Kibbee -Colombo- y el oscarizado James R. Webb -La conquista del Oeste, El cabo del terror- le añadieron humor negro y una viveza a la trama que resultó muy original para la época, con personajes bastante crápulas y codiciosos que no paran de jugársela los unos a los otros, o con frases tan geniales como tenga cuidado, señor, parte del vino le cae en la boca que le suelta el capitán Danette -Herny Brandon- a Joe Erin -Lancaster- al verle beber de una copa como un gañán. Gran parte del encanto de este film es el estilo de realización tan moderno de Robert Aldrich que hace que no haya envejecido un ápice, pues por ejemplo cuenta con 1.130 cambios de plano, algo más propio del cine de décadas posteriores. Si bien se toman algunas licencias, pues para ir de México D.F. a Veracruz pasan por la pirámide del Sol en Teotihuacan, que no está de camino ni por asomo, y aparece la ametralladora Gatlin de tambor, que aún no se había inventado en 1866.

Una película que ha sido catalogada como el primer spaguetti western, pues sin duda Sergio Leone debió verla varias veces y tomó nota de sus personajes y de su puesta en escena, como en el canónico duelo final, homenajeado así mismo por Alex De la Iglesia en Perdita Durango.


Escuadron 633 (1964)


Esta poco conocida película bélica inspiró a La guerra de las galaxias y Top Gun: Maverick para el espectacular clímax de ambas cintas: el ataque aéreo de los X-Wing a la Estrella de la Muerte y la operación destructora de misiles que Maverick y compañía han de realizar en tiempo récord en el desfiladero, calcadas a la misión suicida que deben efectuar -tras otro intenso entrenamiento- los aviadores británicos de la RAF en este film, en esta ocasión en las escarpadas montañas noruegas. Toda la película está narrada por y para esa escena, por lo que lo que sucede hasta que llega -los amoríos de los personajes, los preparativos, las fricciones entre los pilotos y sus superiores, las embestidas nazis- se hace un poco aburrido y como que da igual. Una vez pasa la gran secuencia, parece que hasta el guionista James Clavell perdió el interés en la historia, porque el final es abrupto y no llegas a saber muy bien qué ocurre con los protagonistas: un Cliff Robertson recién salido de encarnar a JFK en Patrullero PT109 y George Chakiris, el Bernardo de West Side Story. La cinta está producida por los hermanos Mirisch,  los de La gran evasión, y repiten de aquella Clavell o secundarios como Angus Lennie, pero obviamente esta no les salió tan bien. Eso sí, la música de Ron Woodwin es pegadiza y se te queda: hace más de un mes que la vi y todavía la tarareo.


Uno de mis diez westerns favoritos es El hombre de las pistolas de oro, adaptación de Warlock, un tocho de 700 páginas de Oakley Hall que me leí a principios de verano.  La película prescinde de la subtrama de los mineros de la novela y se centra en los personajes de Billy Gannon -Richard Widmark- Clay Blaisedell -Henry Fonda- y Tom Morgan -Anthony Quinn- para reflexionar sobre el salvajismo y la civilización en el Oeste o los límites de la ley y el orden. Una película que le sirvió a su director Edward Dmytryk -uno de los 10 de Hollywood durante la Caza de Brujas- para justificar su cambio de postura ante el maccartismo: aquí la banda de maleantes de la que se sale Gannon es un trasunto del Partido Comunista, por lo que es de ley traicionarles. La trama tiene bastante profundidad en sus personajes -como el sheriff, que reconoce su miedo-, e incluso un nada velado subtexto homosexual del personaje de Morgan hacia Clay, ausente en el libro.


El tigre de Esnapur / La tumba india (1959)


Díptico de Fritz Lang en su retorno a Alemania tras su etapa norteamericana y basado en una novela de su ex mujer Thea Von Harbou, en la que un arquitecto alemán se enfrenta a un rajá indio por el amor de una bella bailarina. Garci y sus contertulios estaban entusiasmados con estas dos películas, más aún que el propio Lang, que siempre reconoció que no le habían salido muy bien -curiosamente también les pasó lo mismo a Garci y compañía con otra de Lang, la horrible Secreto tras la puerta-. Estas dos son entretenidas, pero me ponía nervioso el ruidico de las pisadas sobre el suelo de mármol del palacio, lo hacían con foley en el doblaje, todas resonaban igual, parecía que llevaban tacones y acababan de pasar la lijadora. Destaca Debra Paget -que aún vive- como Seetha la bailarina, que debió robar muchos corazones en los espectadores de la época, sobre todo con esa mítica danza hindú. Si hubiera abierto un Onlyfans en los '50 se habría forrado.

M, el vampiro de Düsseldorf (1931)


Otra película de Fritz Lang y uno de sus títulos más míticos, que no había visto hasta ahora. Pero la verdad es que me resultó decepcionante. Creo que debe su fama a su potente arranque, lleno de tensión y suspense, en el que contemplamos el modus operandi del psicópata para captar a una pobre niña mientras su madre la espera en casa y se va poniendo nerviosa al ver que esta no vuelve del colegio. El montaje, la potencia visual de las imágenes y de los objetos -como un globo enganchado en un poste eléctrico- son muy sugestivos, como es usual en Lang. Pero pronto el guión deja de lado a Peter Lorre y se pierde entre las peripecias del hampa y la policía por encontrar al serial killer, cada uno por motivos distintos: la policía por apresarlo y los maleantes para que la bofia deje de tener tanta presencia en las calles, que no les dejan trabajar. Pues irse a Barcelona, oye. Tampoco entendí muy bien cómo van de repente a casa de Lorre a buscar huellas, si no tenían a ningún sospechoso que encajara en el perfil de asesino, qué potra, tú. Y la acción transcurría en Berlín, no en Düsseldorf ¿? Ah, también vi una exploitation de M llamada El desconocido del tercer piso, de nuevo con Lorre en un rol similar pero rodada en 1940 en USA, bastante serie Z.

Veneciafrenia (2021)

Mala, pero tiene pinta que se lo pasaron bien de turismo en Venecia. Al menos no fueron en Falcon y se lo pagaron ellos. Bueno, aunque cogieron la subvención del ministerio, y luego hay gente que solo consigue rodar una película cada cinco años. Pues Alex de la Iglesia una al año mínimo. Si luego fueran buenas y todo ya sería la hostia. No es el caso de Veneciafrenia, probablemente la peor película de Alex. Sí, incluso peor que Balada triste de trompeta; en esa al menos salía Fofito.


Top Gun (1986)


La vi la noche antes de ir a ver Maverick, para tenerla reciente, e hice bien para pillar mejor los guiños. No recordaba a Maverick tan capullín, me caía mejor Iceman, era más profesional. Cómo se nota que no se había estrenado aún Gran bola de fuego y Jerry Lee Lewis no era famoso en España, en el doblaje destrozan Great Balls of Fire cuando la tocan al piano. Pero no todo fue malo en el doblaje de Top Gun: aquí fue la primera vez que Jordi Brau dobló a Tom Cruise, su indispensable voz en español desde entonces, salvo excepciones como Cocktail o fuerza mayor como La tapadera.


The Wicker Man (1973)


Una película de culto dentro de la cinematografía británica que llevaba años queriendo ver, y que creo que debe su fama a los desnudos de Britt Ekland, audaces para la época -aunque de espaldas no era ella, sino una stripper doble de cuerpo-. La película tiene una apreciable atmósfera malsana y malrollera, pero se ve lastrada por un protagonista sin carisma -Edward Woodward- y un doblaje infame, mejor verla en v.o. Tendría que ver The Wicked Tree,  Midsommar y el remake de Nicolas Cage para completar, pero no me apetece mucho ver ninguna. No era para tanto, revista Empire.


Star Trek II: la ira de Khan (1982)

Otra cinta de culto, esta dentro del universo Star Strek, pues es considerada la mejor de toda la franquicia, y que el Empire también ponía por las nubes. Pues si esta era la mejor… mucho de su fama se debe al personaje de Khan, interpretado por Ricardo Montalbán, un malo hecho a sí mismo y con razones fundadas para vengarse del arrogante capitán Kirk, que aquí cae muy mal y recuerda a Josep Pedrerol por su odio a los becarios. SPOILER: muere Spock, pero de alguna manera se las arreglan para que siga saliendo en todas las secuelas, hasta en el reboot de J.J. Abrams.


El autor (2017)


Un guión ingenioso que al final da la sensación de que no exprime todo lo que podía haber dado de sí. Javier Gutiérrez ganó justamente el Goya al mejor actor, así como Adelfa Calvo, con quien comparte unas escenas de desnudos bastante llamativas y a contracorriente al mostrar sus carnes lozanas y alejadas del canon de belleza habitual, que seguro que hicieron las delicias de Irene Montero y sus colegas del poster photosopeado de la playa.

 

Prim, asesinato en la calle del Turco (2014)


TV Movie histórica dirigida por Miguel Bardem -hijo de Juan Antonio y primo de Javier- que cuenta el asesinato del general Prim en 1870, pocos días antes de la llegada a España del efímero rey Amadeo I de Saboya. No está muy bien explicada, si no te sabes la historia no te enteras mucho de las intrigas de las varias facciones de personajes enfrentados, y encima la falsean, a Prim le dispararon mortalmente desde dentro del carruaje, su secretario Nandín sentado a su lado fue quien apretó el gatillo, pero nada de eso sale aquí. El reparto echa bastante para atrás, parece que fueron a hacer el casting a Inocente, inocente, está lleno de actores que hacían de ganchos en ese programa, como Enrique Villén, Javivi o David Pinilla, que todavía sigue en ese rol después de 30 años. Digo yo que ya lo podían cambiar, yo me lo veo aparecer y ya sé que me la están jugando. Al menos destaca la caracterización de Javier Godino -el malo de El secreto de sus ojos- como Benito Pérez Galdós, clavado al retrato pintado por Sorolla que aparecía en el billete verde de 1000 pesetas, con el que podías salir todo un fin de semana y aún te sobraba dinero al final, snif.

Ágora (2009)


Amenábar tiene algo personal contra la Iglesia católica: si ya la ridiculizaba en Mar adentro, ahora narra una historia que le viene como anillo al dedo, la destrucción de la biblioteca de Alejandría en el 391 d. C. por parte de los cristianos, mostrados aquí como una secta de sucios, feos y malolientes incultos que parecen salidos de un spaguetti-western y que destruyen o apedrean todo lo que huela a progreso o cultura. Ya podría haber sido un poco menos maniqueo el amigo Alejandro, pero sería como pedirle peras al olmo. Tampoco se entiende muy bien algunos detalles de la trama, como que el esclavo que interpreta Max Minghella apalee en la cabeza a su amo Michael Londsale, el padre de Hipatía -Rachel Weisz-… y esta le sigue tratando bien, como si nada. Su CGI tampoco ha envejecido muy bien, he visto renders de arquitectura mejores.


La luz del fin del mundo (1971)


Basada en una novela de Julio Verne ambientada en la Patagonia, en realidad se rodó en el Cabo de Creus, Cadaqués, Jávea, la Manga del Mar Menor y Málaga, algo sorprendente, pues la acción transcurre en una pequeña isla con un faro y no se mueven de ella en todo el rato, el plano general siempre es el mismo. Da morbo ver juntos a Kirk Douglas y Yul Brynner, enemigos íntimos desde que Yul le quitase el Oscar al mejor actor de 1956, el año de El rey y yo contra El loco del pelo rojo. Sale Fernando Rey un poco, pero lo matan en seguida con saña. Y es que asombra la violencia y el salvajismo con el que se emplean los malos, se nota que estábamos ya en los '70. El muñeco que despeñan por un acantilado también canta un poco, pero se ve que quedaron orgullosos, lo destacan bien grande en el póster ¿?



Hollywood (2020)

Miniserie de Netflix donde Ryan Murphy aparca su proverbial mala leche para reimaginar una historia alternativa de Hollywood, donde un grupo de outsiders intenta triunfar en la Meca del Cine tras la Segunda Guerra Mundial: algo así como si la cultura woke hubiese explotado en 1947 y el colectivo LGTBI y minorías raciales -negros y chinos, latinos no, esos como siempre marginados- se hubieran rebelado contra la tiranía de lo políticamente correcto y los prejuicios sexuales y de raza. La historia mezcla a personajes reales como Rock Hudson, Vivien Leigh, Anna May Wong o Henry Wilson con otros inventados, pero en realidad está bastante inspirada en la vida de Scotty Bowers, el chapero de las estrellas, de cuya autobiografía Servicio completo ya hablé en el blog hace algunos años. En este sentido, destaca la interpretación de Jim Parsons como Wilson, el  agente de Hudson y de otros beefcakes como Tab Hunter o Rory Calhoun, muy comprometido en ocultar la homosexualidad de sus jóvenes y efebos clientes para no arruinar sus carreras, pero de los que de paso se aprovechaba sexualmente. La trama empieza bien en sus primeros capítulos, mostrando la sordidez que se oculta en la trastienda de la Meca del Cine, pero a partir del tercero se torna en un cuento de hadas made in Netflix bastante maniqueo y previsible, parece el país de la piruleta donde todo les sale bien a los personajes progresistas, que son los más inteligentes, guapos, sensibles y talentosos, e incluso ganan el Oscar -por encima de La barrera invisible- y el mundial de fútbol y los Juegos Olímpicos no porque era año impar, que si no también.


El imperio Romano (2016)


Tres temporadas basadas en la vida de Julio César, Calígula y Cómodo -que aunque históricamente es el más reciente, era el protagonista de la primera temporada-. Está en la categoría de documental -aparecen expertos comentando a cámara- pero en realidad es una serie de ficción, pues los hechos están dramatizados con actores, y parece que vivieron sus vidas con un ojo puesto en Netflix, pues sus vidas siguen guiones perfectos con golpes de efecto, peripecias o nudos de trama de manual. Si hacemos caso a la serie, Calígula y Cómodo eran pobres chavales incomprendidos que nunca rompieron un plato, simples plumas mecidas por el viento, como se autodefinía el joker de Heath Ledger en El caballero oscuro: no por casualidad, otro ser amoral que disfrutaba viendo arder el mundo. Los actores son australianos y parece que hicieron el casting en algún gimnasio, están todos mazaos, tú.


Arenas sangrientas (1949)

Otra película de la Segunda Guerra Mundial de John Wayne para lavar su mala conciencia por haberse escaqueado en el reclutamiento, en realidad no es un film cualquiera, pues fue con el que el Duke logró ser nominado por primera vez al Oscar al mejor actor -lo conseguiría a la segunda por Valor de ley, veinte años después-. La película incurre en todos los tópicos del género, mostrándonos a un sargento duro pero en el fondo de buen corazón y a un grupo de marines con los que mejor no encariñarse, pues al final palman casi todos. Tenía curiosidad de ver esta película por los guiños que le hace Clint Eastwood en Richard Jewell y, sobre todo, en Banderas de nuestros padres, pues este film del prolífico Allan Dwan abarca en su tramo final la batalla de Iwo Jima y el momento del izado de la bandera sobre el monte Suribachi, que dio lugar a la mítica fotografía de Joe Rosenthal. Si ves la película de Eastwood -centrada en las vicisitudes de los tres supervivientes de la foto- se supone que salían bastante en Arenas sangrientas, pero lo cierto es que ni se les ve la cara, sólo aparecen en plano general en la recreación del izado y sabes que eran ellos sólo porque lo pone en imdb.


Los tramposos (1959)

Una película que persiste en el imaginario colectivo por la genial escena del timo de la estampita cerca de la estación de Atocha, en la que Tony Leblanc y Antonio Ozores le hacen el lío a un pobre transeúnte. Vista hoy no tiene mucho más, aparte de la inevitable moralina que hace que los protagonistas pronto abandonen la senda de la delincuencia para trabajar en algo honrado como buenos españoles, tal y como sus decentes novias -Conchita Velasco y Laurita Valenzuela- y la oficina de censura exigían. La película se rodó en 1958 y está adelantada a su tiempo, en el sentido de que se anticipa al boom del turismo de los '60 en España, pues Leblanc y Ozores montan una agencia para pasear en bus a turistas extranjeros por lugares emblemáticos de Madrid, rollo los autobuses rojos y azules que hay actualmente en muchas ciudades para esos menesteres.


Kartum (1966)

La última película rodada en Ultra Panavisión 70 mm hasta Los odiosos ocho, Kartum supone otro papel épico-histórico en la carrera de Charlton Heston, tras interpretar a Moisés, Ben-Hur, Miguel Ángel o El Cid. En esta ocasión Chuck se ponía en la piel del general Charles Gordon, militar británico real que pasó a la historia por defender la capital de Sudán en 1885 del asedio de un ejército musulmán dirigido por el fanático religioso Mohammed Ahmed el Mahdi; un Laurence Olivier pintado de negro que hoy habría levantado polvaredas en twitter por flagrante delito de whitewashing y blackface, encima por reincidente, pues ya lo había hecho en Otelo un año antes. Otro caballo de batalla -nunca mejor dicho- de esta película en las redes sociales habría sido el del maltrato animal, pues cerca de cien equinos murieron o fueron heridos durante el rodaje. Kartum entretiene e ilustra sobre el colonialismo africano del XIX, pero no resulta tan espectacular como se presuponía, quizá por la parte que le tocaba al director Basil Dearden, un veterano artesano que no supo aportar mucha brillantez a la puesta en escena, a pesar de los mimbres con los que contaba. Heston ya se lo olía y sugirió a los productores que contrataran a Carol Reed, Ken Hughes, Guy Hamilton o, ya puestos, a David Lean.


Larga es la noche (1947)

Esta película, una de las favoritas de Polanski, fue una especie de ensayo de El tercer hombre para Carol Reed, por la idéntica atmósfera opresiva y nocturna que envuelve a su acorralado protagonista, con similar  fotografía en blanco y negro de Robert Krasker. El papel principal fue rechazado por Stewart Granger por el poco diálogo que tenía, así que al final fue James Mason quien se hizo cargo del rol, lo que supuso un espaldarazo definitivo para su carrera, pues Hollywood le fichó tras verle en esta película. No me extraña que Mason la considerara como la favorita de toda su filmografía. Como si le hubieran oído, me acuerdo que TVE emitió Larga es la noche como homenaje a Mason al día siguiente de su fallecimiento, el 27 de julio de 1984. Odd Man Out fue la primera ganadora del BAFTA a la mejor película inglesa, y es como ¡Jo, qué noche! pero en Belfast y en clave dramática, donde un líder del IRA herido en el atraco a un banco pasará una noche llena de peripecias mientras se oculta de la policía y trata de contactar con los miembros de su organización.


El efecto dominó (1996)


La historia empieza bien pero no saben cómo rematarla, aparecen y desaparecen personajes que no acaban de aportar lo que prometían, quedan muchos cabos sueltos, no se entiende las reacciones de los personajes: te gastas una pasta en un arma y la tiras a la piscina porque estás en contra de ellas ¿? aunque haya estallado el apocalipsis y haya saqueadores de casas… Está todo el país sin luz pero coges y te expones a viajar en coche a campo abierto donde es más fácil que te asalten -y de postre llevando un bebé- aunque no te llega la gasolina para llegar a tu destino ¿? Unas decisiones absurdas  que no las tomarían ni los descerebrados protagonistas de un slasher. Típica película de los años '90, ópera prima de David Koepp, guionista de Parque jurásico, Misión imposible 1 o Minority Report, pero ejemplo de manual de guionista que da el salto a la dirección y sus resultados no están a la altura. Bueno, ahora que caigo el guión de Indiana Jones y el Reino de la Calavera de Cristal también es suyo, así que tampoco era tan bueno.


Don Quijote cabalga de nuevo (1973)

Esta película es una placer culpable para todo aquel que creciera con la imagen mental de Fernando Fernán-Gómez como el Don Quijote ideal, al haberle prestado la voz al personaje en la serie de dibujos animados de 1979. Joer, si yo tenía hasta el disfraz: molaba aunque no te podías sentar, no se podían flexionar las rodillas de la armadura de plástico. La película en realidad es un vehículo para el lucimiento de Cantinflas, que la produjo, puso al mexicano Roberto Gavaldón en la silla de director e interpretó a Sancho Panza con su habitual verborrea y gracejo, con lo que uno no puede evitar reír con sus desvaríos, como en la escena en la Ínsula Barataria, donde Sanchiflas -¿de qué me sonará a mí este nombre?- debe impartir justicia entre la bella Diana Lorys -musa del cine underground de la época- y Manolo Alexandre. También destacan la valenciana María Fernanda d´Ocón como Dulcinea y Mary Francis, cuyo nombre real era algo menos glamouroso: Paca Gabaldón.



Una vez al año ser hippie no hace daño (1969)

A priori un Dream Team del humor cañí, con Alfredo Landa, Tony Leblanc, Manolo Gómez Bur, Concha Velasco o José Sazatornil “Saza”, en realidad es una película de la que Landa reniega en su lenguaraz autobiografía, al considerarla una basura que hizo obligado por el productor José Luis Dibildos, que lo tenía contratado y a quien Landa pinta poco menos que como a Sauron. Encima el actor tenía molestias en un tobillo hinchado, pero no podía ir al médico u operarse para no dejar tiradas a las 37 familias que dependían del rodaje de la película. Pues la vi y no es tan mala, tiene su gracia sobre todo en el personaje de Saza como un falso yogi que en realidad es un cocinero catalán que se dedica a engañar a pastosos marbellíes con su rollo budista. Y a pesar de su aspecto de españolada, la película contiene curiosos guiños cinéfilos a Godard y À bout de souffle, como ese montaje a hachazos para resumir el trayecto en coche hasta Málaga o la camiseta de Concha Velasco del New York Herald Tribune, igual que la de Jean Seberg de vendedora ambulante en París, aunque aquí le venden el periódico a los turistas en la playa. El nombre del grupo -que también daba título al guión- era gracioso: Los jipiloyas.


Prey. La presa (2022)

Precuela de Depredador para Disney+ que las hordas ansiosas y desmemoriadas de espectadores woke la han situado nada menos que por encima del original de John McTiernan y Arnold Schwarzenegger de 1987, jajajaja, lo que hay que oír. Es entretenida y ya está, pero muy oscura, en las escenas nocturnas no se ve nada, la acción se pierde. Tanto que uno desea secretamente que el enfrentamiento final sea de día pero no, claro, no quedaría tan cool. El oso está muy mal hecho. Paso de las polémicas sobre si una joven e inexperta india puede cargarse a todo un Depredador, porque la película astutamente sienta las premisas de su universo para equiparar las tornas: este es un Predator becario que ha venido de prácticas a la Tierra, como demuestra el hecho de que aún no tenga trofeos de sus víctimas colgando al cinto; la chica es una crack rastreando y con el hacha, y encima está acompañada de un perrito, el salvoconducto para esquivar la muerte en toda película de Hollywood que se precie desde los tiempos de Rin-Tin-Tin.


La presa (1981)

Southern Comfort sigue el esquema de otros guiones de Walter Hill como The Warriors o Alien: un grupo de rango definido es atacado en tierra hostil, su líder muere y el discutido segundo de a bordo debe liderarlos para devolverlos sanos y salvos a casa. Cambiando el Bronx o la Nostromo por los pantanos de Lousiana y los cajuns por las bandas de Nueva York o el alien, en realidad esto es lo mismo. La película también es interesante como la típica historia de un pelotón perdido -en este caso de la Guardia Nacional- al que un enemigo invisible va exterminando poco a poco, se nota aquí la vertiente cinéfila de Hill por la influencia de La patrulla perdida de John Ford o Fixed Bayonets de Samuel Fuller. Pero hay que decir que al final la película resulta inferior a su prestigio, quizá porque se hace larga y no hay ningún personaje realmente con el que empatizar, lo que explicaría el poco éxito de público que tuvo en su día. El film alude así mismo a Deliverance de John Boorman por el contraste entre civilización y primitivismo -aunque en el fondo sus miembros no sean tan diferentes entre sí-, un tema que curiosamente Boorman y Powers Boothe retomarían cuatro años después en La selva esmeralda.

El reparto lo copan actores habituales de Hill como Keith Carradine, el propio Boothe o Brion James junto con otros como Fred Ward, Peter Coyote o Lewis Smith, que me sonaba todo el rato y era porque salía en Norte y Sur y era el Chico celestial de aquella película de los '80, que vi su carátula muchas veces en el video-club y nunca la alquilé. Después de ver este film, quería hacer la gracia y completar una trilogía La presa con aquella de Tommy Lee Jones y Benicio del Toro u otra holandesa que hay en Amazon Prime Video también llamada La presa, pero la primera no me gustó nada cuando la vi y la segunda empecé a verla y comprendí que la empresa no valía la presa, digo la pena.


Samaritan (2022)

Con ecos a El protegido, la película es bastante mediocre y utiliza mal los flashbacks, más que aclarar lo lía, son confusos. Se podría haber rodado en los '80 o mejor a principios de los '90, justo cuando salió El último gran héroe, con Schwarzenegger y otro niño, habría sido un buen guiño a la enemistad íntima entre los dos astros antes de volverse colegas, cuando Sylvester Stallone iba por detrás y le copiaba todas las películas a Arnold; rayos, si hasta hizo ¡Alto o mi madre dispara! porque necesitaba una comedia para igualar Poli de guardería y oyó rumores de que el austriaco estaba interesado en ella. Rodada en Atlanta, parece que sea aprovechando descartes de The Walking Dead, pues la sociedad destruida y en crisis económica y de valores que retrata es muy similar estéticamente. A Stallone le dobla Juan Carlos Gustems, que le rejuvenece un poco, Ricardo Solans le habría quedado mejor por la naturaleza otoñal y reflexiva del personaje. Qué bien le vino el estreno de esta película a Stallone para abstraerse del divorcio de su esposa, Jennifer Flavin, con la que llevaba 25 años casados y tres hijas.


Cuenta pendiente (2018)

Otra película de Sylvester Stallone en Amazon Prime Video así que había que verla, aquí sí con la voz del octogenario Solans, que ahora parece que le da el parkinson cuando dobla a Sly, le tiembla mucho la voz, con De Niro o Pacino no le pasa. Definitivamente Solans y Gustems podrían haberse intercambiado Cuenta pendiente y Samaritan, ambos quedaban mejor en la película ajena por la naturaleza de ambas historias y los tipos de personajes que encarna Stallone en ellas. Y aunque esta la venden como una película de Stallone, en realidad su personaje es secundario y no pinta mucho hasta el final, me extraña que aceptase salir en ella, a no ser que quisiera irse de vacaciones un finde a Savannah, Georgia. Y es que aquí el protagonista es Matthew Modine, ya lejos del Recluta Bufón de La chaqueta metálica; hace de un ladrón que sufre amnesia y no recuerda dónde escondió el botín de un robo en el que participó siete años atrás. Pues no hay problema: un trío de criminales le  sacan de la cárcel y le inyectan un suero para que recobre poco a poco la memoria, sin saber que hay otros malos que también buscan el dinero… La película es entretenida pero se olvida pronto, como su título.


El hombre del Norte (2022)


Antes de ver The Northman tenía algunas reservas, pues a pesar de que amigos con buen paladar cinéfilo me la habían recomendado, no me agradaron mucho las dos películas previas de Robert Eggers, La bruja (2015) y El faro (2019), demasiado lentas y crípticas. Por los comentarios que leí sobre The Northman estábamos ante otro film con los mismos defectos, incluso Arturo Pérez-Reverte lamentaba haberla visto, catalogándola como “un disparate shakesperiano con pretensiones místicas, troceado con una sierra mecánica y pasado luego por una máquina de picar carne, con todo cristo pegando gritos”. Pues una vez vista, la verdad es que no se comprende tanta animadversión hacia ella, pues la película es muy notable y te mantiene interesado durante todo el metraje, poniendo en imágenes una leyenda del folklore nórdico del s. XII que fue en la que luego se basó Shakespeare para escribir Hamlet. Así, la película narra una historia de aventuras con el típico viaje del héroe, el príncipe Amleth -Alexander Skarsgard- quien, tras ver morir a su padre rey a manos de su tío usurpador, deberá esperar veinte años para madurar su venganza, que según la profecía tendrá lugar en un volcán de Islandia…

Uno de los puntos fuertes de El hombre del Norte es su gran realismo, pues la película refleja la cruda realidad de la Edad Media mostrándonos las salvajadas de los vikingos sin censura o paños calientes: su fe ciega en los dioses, la entrega y valentía en combate -y si hay suerte, morir en uno y entrar en el Valhalla-, las mutilaciones o la violencia extrema, el abuso hacia los esclavos eslavos -de ahí viene la palabra-, etc. También hay que aplaudirle a Eggers que no haya sucumbido a la dictadura de lo políticamente correcto y no aparezcan actores de razas extrañas interpretando a los vikingos o mujeres empoderadas con mentalidad del s. XXI. en la trama.

Sus detractores obvian lo bueno de The Northman -como la belleza y plasticidad de sus imágenes, otro de sus puntos fuertes- y se agarran a sus pequeños fallos, como que el Amleth niño escape delante de las narices de sus enemigos cuando van a asesinar a su padre -y estos dos minutos después caigan en la cuenta de que tenían que haberlo matado a él también-, que los vikingos lleven calzoncillos modernos debajo de su vestimenta, o que Nicole Kidman, así que pasen veinte años, siga con el mismo aspecto y rostro de porcelana; se ve que el botox ya hacía milagros en el siglo X. Pero nada de esto empaña la satisfactoria sensación que deja el film, una de las películas más destacadas del año. Bien por Eggers. 


Solo ante el peligro (1952)

De nuevo emitida en la 2 de TVE un lunes por la noche en Días de Cine Clásico, mucho mejor que cuando la pasan en 13 TV, que la expanden a 16/9 y se ve borrosa. Aquí no, TVE respetó el 4/3 original y la calidad de la imagen era muy buena, aunque a veces me daba la impresión de que las voces se oían un poco agudas, igual por la conversión de los 24 fotogramas por segundo del original a los 25 televisivos. Pero bueno, mejor no decir nada, a ver si algún cretino con poder lo lee y le da por redoblarla con voces actuales, y la fastidiamos. ¿Qué decir de High Noon, si hasta he escrito un libro sobre ella? Obra maestra, película preferida de todos los tiempos, le robaron el Oscar, viva Gary Cooper, etc. Si bien hubiera molado más que la emitiesen el lunes 3 de octubre. ¿Por qué? Ejem, ejem, hasta ahí puedo leer, se vienen cosas…

martes, 14 de junio de 2022

Top Gun: Maverick

(Incluye spoilers para gente con imaginación)

La mejor manera de disfrutar de Top Gun: Maverick es haber revisado poco antes el Top Gun original y apreciar así, con la mente fresca, los constantes guiños y homenajes que le guarda esta entretenida y tardía secuela, una continuación con la que la Paramount estuvo tentando durante lustros a Tom Cruise y que este juró que no rodaría nunca. Aunque se ha dado por hecho que la claudicación de Tom a los deseos del estudio tiene que ver con lo bien que les ha ido a ambos con la franquicia de Misión Imposible -o al hecho de jugar sobre seguro y evitar traspiés estilo La momia u Oblivion-, visto lo visto, la razón principal estriba en realidad a que Cruise ha estado cuidando este proyecto con mimo a lo largo de años, trabajando con los guionistas para que fueran amoldando e integrando todas sus sugerencias en la película; y, una vez rodada, retrasar su estreno -exclusivamente en salas- dos años hasta encontrar las condiciones más propicias y free covid. Algo que denota la predilección y el cariño especial del actor por Top Gun, el film de 1986 que le convirtió en una estrella de cine, la última que queda de verdad para muchos. Top Gun: Maverick se suma así a esta moda reciente de revitalizar franquicias con solera destacando en el título el nombre del protagonista -Rocky Balboa, John Rambo, Jason Bourne o la anunciada Axel Foley, cuarta entrega de Superdetective en Hollywood-, a modo de certificado de calidad o denominación de origen virgen extra.

La película tiene uno de sus puntos fuertes en la espectacularidad de las escenas aéreas, con los nuevos aviones y equipos de filmación digitales dejando en pañales a los de 1986, que entonces nos parecían el no va más y ahora lucen como carracas grabadas con el móvil. Sin embargo, como decía Einstein, el tiempo es relativo y sobre todo si hablamos de Tom Cruise, que parece que haya permanecido un par de horas en el planeta de las olas de Interstellar mientras el resto del mundo se marchitaba 36 años esperándole en la nave. Esto provoca paradojas como que Cruise sea ahora más viejo que su tocayo Tom Skerrit cuando interpretó a Viper en el original, o que Kelly McGillis no haya sido considerada ni de broma para retomar el papel de Charlie. No es solo que Cruise era cinco años menor que ella entonces, sino que ahora aparenta unos 25 menos, tal es la capacidad inmarcesible del eterno y casi sesentón Tom. Y es que si uno viera a ciegas escenas de Maverick como la de la moto o el deporte en la playa, resultaría muy difícil aseverar si estas son de ahora o de la película de Tony Scott -a quien por cierto está dedicado este film-.


El virtusismo a la hora de recrear el original no solo se acota al juvenil aspecto de su protagonista, sino que la película le brinda contantes referencias y paralelismos, empezando con lo primero que vemos en pantalla: el mismo texto explicando qué es el programa Top Gun y unos aviones en cubierta resaltados sobre el crepúsculo mientras suena Danger Zone, todo calcado del arranque de la cinta primigenia. Sin embargo, la historia pronto nos sitúa en el presente y en cómo le ha ido al rebelde Maverick, reciclado en piloto de pruebas de aviones supersónicos para el gobierno. Tras un epatante prólogo -con cameo de Ed Harris- en el que Maverick pone su nave en Match 10, le mandan de vuelta a California, a la base Top Gun para adiestrar a unos pilotos encargados de realizar una peligrosa misión -con escasas probabilidades de éxito- en un país enemigo random. Allí se reencontrará con personas de su pasado con los que mantiene heridas por cerrar…

Top Gun: Maverick triunfa como blockbuster porque es tan sólido como eficaz, da lo que promete sin tregua. La trama oscila entre sus grandiosas escenas aéreas con otras de nuestro héroe interactuando con el resto de personajes, ya sean los pilotos, en especial Rooster -Miles Teller, el hijo de Goose, que le guarda rencor-, Penny Benjamin -el rol de Jennifer Connelly, a la que ya se aludía en Top Gun 1 y que ahora es una MILF divorciada y dueña del bar- o los habituales y gruñones superiores como el que encarna Jon Hamm, cansado de las sempiternas indisciplinas de Maverick pero consciente de que está ante el único hombre del mundo capaz de liderar la misión suicida de destruir los misiles y salir indemne. Todo está muy bien medido y el espectador no tiene margen para el aburrimiento: encima hasta se le escapará una lagrimita con la aparición de Val Kilmer-Iceman, el otro personaje que repite del original aparte de Maverick, y que durante todos estos años se ha convertido en su protector ante los jefazos. Una única escena pero conmovedora y emotiva, en la que ambos interactúan por los viejos tiempos y en la que realidad y ficción se dan desafortunadamente la mano, debido a los graves problemas de salud de Kilmer, integrados a la fuerza en la diégesis.


El clímax de la misión resulta muy efectivo porque administra perfectamente la tensión y el  suspense, con los pilotos llevando a la práctica los ejercicios aéreos entrenados durante toda la película, con el guión detallando cada uno de sus recovecos y pormenores para que nadie se pierda, ya sea mediante mapas, infografías o cronómetros. Y si alguien lo hace, recordarle el ataque de los X-Wings a la Estrella de la Muerte de La guerra de las galaxias, muy similar y un referente evidente para los guionistas. Si se le puede poner algún pero a este tramo, es en lo concerciente al personaje del arrogante Hangman -Glen Powell-, que se supone que es el Iceman de esta historia pero al que inexplicablemente dejan en el banquillo cuando llega la hora de la verdad: esto no cuadra, piensa uno, es como dejar a CR7, Mbappé o Messi fuera del once en la final del mundial y que no proteste… este tiene que hacer algo importante antes del final. Pues claro, lo hace, aunque eso diluya la sorpresa buscada y relacionada con el destino de otros protagonistas.


Como curiosidad, añadir que antes de la película se proyecta un breve video donde sale el propio Tom Cruise presentándosela a los espectadores, al estilo de Cecil B. Mille con Los diez mandamientos en su calidad de estrella indiscutible y productor del film, dándoles las gracias por haberse desplazado hasta la sala de cine, porque es sólo allí donde se podrá disfrutar de este espectáculo, que para eso se lo han currado y grabado en las cabinas reales de los jets con cámaras Sony Venecia 6k, ejercitando a los actores para resistir la fuerza-G en vuelos reales hasta echar la papilla. Vamos, que no creo que Netflix le vaya a fichar para ninguna película, pues esto es otra muesca más en la guerra personal de Tom contra los estrenos cinematográficos en plataformas de Video Bajo Demanda.

En resumen, una película para disfrutar de la experiencia audiovisual de ir al cine, con bastantes dosis de fan service pero sin tratar de tonto al espectador o traicionar a los personajes; justo lo contrario que propuestas recientes que se movían por parámetros comunes y fracasaron en el intento, como El ascenso de Skywalker.

Criticoll