jueves, 4 de noviembre de 2021

TITANE

 


Titane, segunda película como directora de Julia Ducournau -Crudo- se alzó sorpresivamente con la Palma de Oro de Cannes 2021 imponiéndose a propuestas como Annette, Benedetta, La crónica francesa o a los últimos trabajos de pesos pesados -en ocasiones mucho- del certamen galo como François Ozon, Asgard Farhadi, Nanni Moretti o Apichatpong Weerasethakul. 

Titane parece nacida para epatar, con una violencia muy gráfica que provoca escándalos y desmayos a partes iguales, y que remite a obras como Canino, el Crash de Cronenberg, Christine de Carpenter o La naranja mecánica. Sin embargo, dentro de su aparente radicalidad, la película encierra en realidad un mensaje bastante conservador, como es la importancia de la familia y el amor, o la necesidad de sentirse apoyado por tus seres queridos. Su trama sigue los pasos de una joven asesina en serie, Alexia -Agathe Rousselle- quien, tras cometer varios crímenes, se ve obligada a disfrazar su aspecto para despistar a la policía. La paradoja surge cuando un bombero llamado Vincent -Vincent Lindon- cree reconocer en la Alexia post-transformación física a Adrien, su único hijo y desaparecido desde niño, por lo que se la lleva a su casa. Alexia le seguirá la corriente para escapar de las autoridades, pero luego también conmovida por el amor incondicional y la protección que le profesa Vincent, unos sentimientos nunca experimentados por ella.

Estamos ante un film que no es de visión fácil, pero que al final resultará interesante para aquellos espectadores que hayan aguantado la prueba de fuego de su primera media hora, llena de escenas e imágenes muy fuertes que pueden -y de hecho lo hacen- herir sensibilidades, siendo frecuentes en este tramo las deserciones entre el público. Ducournau tampoco pone mucho de su parte, con algunas decisiones artísticas y narrativas que añaden desconcierto al asunto. Por ejemplo, en la escena inicial, con Alexia de niña en el coche, su aspecto confunde, parece un niño, por lo que uno cuando la ve de mayor se cree que el personaje se ha sometido a un cambio de sexo. Pero descubres que no, que era una chica desde el principio porque se queda embarazada -el hecho de que el padre del futuro bebé vaya a ser un coche tampoco ayuda a entender las cosas, para qué nos vamos a engañar-. Pero esta confusión niño-niña quizá esté hecha a propósito y sea un ejemplo más del cuestionamiento de los roles genéricos que propone la película, un tema recurrente en su guión. Tampoco queda muy clara la elipsis de tiempo transcurrido entre que Alexia se golpea la nariz contra un lavabo para desfigurar su aspecto -el money shot del film, rivalizando en repelús con la pedrada en los dientes de Canino- y huye y el momento cuando ya está en comisaría, lugar al que se pasa sin solución de continuidad por corte neto, siendo reconocida por Vincent como su hijo perdido. ¿Fue ella voluntariamente allí al ver el retrato del niño en los paneles? ¿La recogió la poli porque estaba grogui por el andén, o porque aún se parecía a su propio retrato robot del cartel de se busca?

El otro tema destacado del film es una reflexión sobre el transhumanismo: la posibilidad de que humanos y máquinas copulen y produzcan seres evolucionados y casi cyborgs, como una avanzadilla de Skynet. De ahí la ambivalencia del título de Titane -titanio- que alude al implante metálico que tiene en su cuerpo Alexia como resultado de un accidente automovilístico en su infancia, pero que también se podría referir a los Titanes, aquellos seres superiores medio dioses y medios humanos de la mitología griega. En cualquier caso, este tema queda algo deslavazado y se ve superado por la vertiente emotiva del film cuando se centra en la relación paterno filial entre Vincent -magnífico Vincent Lindon- y Alexia/Adrien, demostrando que el amor de un padre por su hijo es incondicional, aunque este te salga tan feo, tonto y mudo. La película incluso tiene tiempo de añadir un dato extraído de la vida real y que tiene utilidad como información de servicio: a la hora de realizar la RCP -reanimación cardiopulmonar- a alguien, nada mejor que ir cantando la Macarena de Los del Río a la vez para mantener el ritmo correcto.

Criticoll

lunes, 1 de noviembre de 2021

SIN TIEMPO PARA MORIR



Si el 31 de octubre de 2020 despedíamos tristemente a Sean Connery, un año después de nuevo es pertinente aprovechar la festividad de Todos los Santos para entonar un réquiem por su personaje fetiche, James Bond. Y es que esta vez no puede decirse aquello de Nunca digas nunca jamás y el último Bond, Daniel Craig, ha dicho para siempre adiós a 007 con Sin tiempo para morir, su quinto film de la saga. Un largometraje que, parafraseando a Andrew Sarris, es la película ideal de James Bond para todos aquellos a los que no les gusta James Bond. En efecto, quince años ha durado la era Bond-Craig, un periodo en el que Barbara Broccoli y Michael G. Wilson, sempiternos productores de la franquicia, han intentado un progresivo lavado de cara del personaje acorde con los nuevos tiempos, algo que ya se intuía tímidamente en Casino Royale (2006) al mostrarnos a un 007 multidimensional, vulnerable y con sentimientos, que ni siquiera fumaba o le daba igual si el Martini estaba mezclado o agitado, aunque al menos mantenía varias señas de identidad, como su ludopatía, la capacidad para la acción y la violencia o su arte para la seducción femenina. Pero cinco películas después, la maniobra gatopardiana -hacer que todo cambie para que todo siga igual- se les ha ido de las manos al dotar a Bond de un arco evolutivo tan excesivo  que a este ya no lo reconocería ni su propio padre. Un Ian Fleming que debe estar revolviéndose en su tumba al ver en lo que han convertido a su mítico personaje: en un monógamo abstemio, jubilado y padre de familia, simbolizado en ese famoso meme en el que le vemos de paquete en una moto conducida por la nueva 007, que atiende al nombre de Nomi -Lashana Lynch- y que por supuesto es una mujer empoderada, lesbiana y negra. Una concesión a la dictadura de lo políticamente correcto a la vez que una traición de tomo y lomo a la esencia bondiana, algo que ya ha encontrado las quejas y lamentos de fans famosos como Arturo Pérez Reverte o Santiago Segura… y probablemente de los herederos de Fleming.

Quizá tanto cambio fue lo que ahuyentó a Danny Boyle de la silla del director en No Time To Die, siendo sustituido por el prometedor Cary Joji Fukunaga -Sin nombre, True Detective-. Ya en harina Fukunaga se encontró con muchos retrasos debido a otra lesión en el rodaje del patoso Craig -que ya había puesto en duda el proyecto por sus recelos de seguir encarnando al personaje- así como por la pandemia del coronavirus, que acabó postergando el estreno más de un año, con lo que se igualaba el récord de más tiempo -seis años- sin una película de James Bond, pues Spectre es de 2015; tal y como sucedió entre 1989 y 1995, los años perdidos entre Timothy Dalton y Pierce Brosnan.

Al hablar de la película en sí, en el lado bueno de la balanza hay que reconocer que Sin tiempo para morir tiene escenas de acción muy espectaculares, y un metraje generoso de 143 minutos que justifican el pago de la entrada, suponiendo una especie de mágico fin de fiesta de la era Craig en la que se incluyen guiños a otros títulos de 007, como la mención a Vesper Lynd -Eva Green- o la presencia del gran Felix Leiter -Jeffrey Wright-; o ese malo de nombre demoníaco -Lyutsifer Safin- interpretado por Rami Malek que recuerda al Dr No por sus taras físicas, su vestuario o su guarida-fortaleza en una isla -rollo también Solo se vive dos veces, Operación trueno, etc-; así como los varios Aston Martin -marca recuperada tras la etapa Brosnan, que solo conducía BMWs- que utiliza aquí Bond cuando aparca la moto. También destaca Ana de Armas como lo más parecido a una chica Bond que aparece en el film, y que roba la película en su única escena en La Habana. De hecho ya se habla de un spin off de Paloma, aunque también se dijo de uno de Jinx -Halle Berry- tras Muere otro día (2002) y aún lo estamos esperando. En el lado malo, hay que señalar que No Time To Die no acaba de ser redonda por varias razones. En primer lugar, por la errática dirección de Fukunaga, que combina en sus escenas de acción el montaje mareante y espídico made in Paul Greengrass de principios de los 2000 de la saga Bourne -donde no te enteras de nada-, con otros momentos en los que hace todo lo contrario, como ventilarse en un único plano secuencia una set piece de Bond contra un montón de drugos de Safin, una autorreferencia a su famoso travelling de tres minutos sin cortes del 1x04 de True Detective. Pero sin duda lo peor de la película son los molestos fallos de guión que contiene -y eso que había cinco guionistas acreditados- con comportamientos continuamente ilógicos de los personajes. Así, por ejemplo, Madeleine -Lea Seydoux- no le dice su gran noticia a James antes de subir al tren, o no dispara a Safin en la puerta de la cabaña noruega ¿?; Mathilde araña a Safin durante su huida y este deja ir a la niña, que era su rehén, perdiendo su gran baza contra Bond ¿¿¿??? Y luego ella -con 5 años- encuentra a su madre por los intrincados pasillos de la guarida del malo como si nada. Por no hablar de la cualidad del propio Safin de no envejecer -debe ser familia de Benjamin Button-, pues tiene el mismo aspecto en el flash-back inicial de hace 25 años que en el presente, o las caprichosas reglas del virus Heracles, que cambian según les convenga a los guionistas. Por cierto, esto del virus suena sospechosamente actual, y parece una predicción illuminati al covid 19... ¿Cómo podían saberlo, si el guión se escribió varios años antes? Pues porque manejan la agenda mundial y deciden lo que va a pasar, está bastante claro.

En fin, que es como si los productores de James Bond se hubieran dado cuenta de que en esta nueva sociedad de lo woke y la cultura LTGBIQ+ ya no hay sitio en el cine mainstream para un personaje como el agente secreto británico con licencia para matar, pues si se estrenara hoy cualquiera de sus films previos sería carne de boicot en twitter y en la puerta de los cines por machista y misógino, así que normal que corten por lo sano con la ex gallina de los huevos de oro. Eran otros tiempos, y ahora hay que ser más inclusivo, tolerante, eco friendly y biodegradable. Me parece muy bien, pero que paren la franquicia que yo me bajo. Buena suerte, Nomi.

Criticoll