lunes, 18 de febrero de 2019

LAS PELÍCULAS DE LOS OSCARS: HA NACIDO UNA ESTRELLA



Nominada a 8 Oscars: Mejor Película, Mejor Actor -Bradley Cooper-; Mejor Actriz -Lady Gaga-; Mejor Actor Secundario -Sam Elliott-; Mejor Guión Adaptado; Mejor Canción Original -Shallow-; Mejor Sonido; Mejor Fotografía.
Ganará seguro: Mejor Canción Original.

Si echamos la vista atrás a Septiembre de 2018, Ha nacido una estrella se postulaba a priori como una de las dos grandes favoritas a los Oscars junto con First Man. Pero desde entonces han pasado muchas cosas que han hecho variar esa apreciación: el biopic de Damien Chazelle sobre Neil Armstrong se quedó en el camino por rollero y la ópera prima de Bradley Cooper se ha ido deshinchando poco a poco en las apuestas, siendo adelantada por cintas menos convencionales como Roma o La favorita -las 2 más nominadas- así como por sleepers del estilo de Green Book o Bohemian Rhapsody, que ya la dejó sin premio en los Globos de Oro, dándole una pista poco halagüeña sobre sus aspiraciones reales en los Oscars.

Y eso que A Star is Born 2018 venía de una gran recepción crítica en Venecia y con el pedigrí de ser la cuarta versión del mítico argumento ideado por William A. Wellman y Robert Carson en 1937, por el que ambos ganaron el Oscar al mejor guión original. Sin embargo, las otras dos adaptaciones posteriores son más famosas: la de George Cukor en 1954 con Judy Garland y James Mason, y la de 1976 dirigida por Frank Pierson con Barbra Streisand y Kris Kristofferson, que cambiaba el cine por la música para contar la misma historia; la de una joven promesa descubierta por una vieja gloria alcohólica, que se casa con ella y ve cómo su carrera se apaga mientras que la de su esposa sube, hasta ocupar su lugar en la cima. La película de Bradley Cooper, al estar ambientada en el ámbito musical, es bastante parecida a la de 1976, aunque es mucho más entretenida y mantiene un buen ritmo de interés durante todo su metraje, lo que hace que se pase en un suspiro; algo que tanto el film de Pierson como otras candidatas a mejor película de este año no podrían decir -hola, Roma-.


Este largometraje en principio iba a ser dirigido en 2011 por Clint Eastwood -que tenía en mente a Beyoncé como protagonista-, aunque al final ambos se desentendieron, si bien Clint le habló del proyecto a Bradley Cooper en el rodaje de El francotirador. El actor se interesó lo suficiente como para hacer de él su debut como director, y con la entrada de Lady Gaga la ecuación se completó. Aunque la diva tuvo que pasar un casting previo, la balanza se decantó finalmente por ella ya que aportaba el extra de su talento como compositora, y se le hizo el encargo de escribir canciones nuevas expresamente para la película. Lo cierto es que Cooper y Gaga transmiten una química especial en la pantalla -estos se liaron seguro- y el resultado final de A Star Is Born no es nada desdeñable, dando la impresión de que se le podía sacar mucho partido a un nuevo remake situado en la época actual, como así ha sido. Pensemos en la escena de la humillación pública de Ally a cargo de Jackson en los Grammys, mucho más escalofriante en estos tiempos digitales de postureo y YouTube… Esos momentos de tierra, trágame que ahora con internet quedan grabados para siempre, y capaz de hundir cualquier reputación, como le dice el manager de Ally a Jackson en un demoledor diálogo: “Casi acabas con su carrera tú solito. Sólo por seguir casada contigo queda como el puto culo.” Al film le favorece así mismo el buen manejo con la cámara que demuestra Cooper, con una puesta en escena preparada a conciencia. De este modo, Ally-Gaga aparece filmada en primer plano desde el principio de la película, incluso cuando está en el baño, como si la cámara tuviese vida propia y supiese que ella tiene madera de estrella -Ally mira a la cámara directamente en ocasiones, Jackson la rehúye al ser un hombre atormentado-; o que el punto de vista esté siempre situado sobre el escenario durante las actuaciones musicales, que por cierto están todas rodadas con sonido directo; la otra candidatura que Ha nacido una estrella tiene grandes posibilidades de concretar, con permiso de Bohemian Rhapsody.

Sin embargo, no creo que el film tenga opciones en las categorías interpretativas. Bradley Cooper está correcto en su interpretación y se defiende bien cantando, pero nunca llegamos a entender el origen de los demonios interiores que atormentan tanto a Jack, y como la he visto doblada no sé si en inglés Bradley Cooper tiene todo el rato esa voz de colgado tan molesta que pone en el doblaje Sergio Zamora, hasta cuando se supone que está sobrio -para comparar, Zamora dobla también a Rami Malek en un registro totalmente distinto en Bohemian Rhapsody-. En cuanto a Lady Gaga, todo el mundo parece haberla descubierto ahora como actriz, cuando lo cierto es que ya obtuvo un Globo de Oro de TV por hacer de vampira en American Horror Story: Hotel. Gaga ha conseguido cerrar las bocas que entonces se burlaron de ella -como Leo DiCaprio-, aunque no creo que le quite el Oscar a Glenn Close u Olivia Colman: su personaje no está tan bien escrito -no se entiende su agresión al policía que le pide un selfie a Jackson-, y también se echa de menos una escena al final que muestre todo su dolor tras enterarse de la desaparición de Cooper, solventada con una socorrida elipsis quizá porque Gaga no lograba transmitir esa intensidad. En cuanto a las posibilidades de Sam Elliot como secundario, creo que son bastante nulas: sale en pocas escenas y sorprende que haya alcanzado la nominación, que huele a homenaje a su carrera por los cuatro costados. Aunque, al menos, su personaje tiene la oportunidad de expresar una bella reflexión acerca de la creación artística, en este caso sobre la música: “12 notas dentro de una octava que se repiten. Es la misma historia contada una y otra vez. Hasta el infinito. Todo cuanto un artista puede ofrecer al mundo es su forma de ver esas 12 notas. Nada más.”

Donde Lady Gaga sí tiene todas las papeletas  para llevarse un Oscar -tal y como hizo Barbra Streisand por Ha nacido una estrella en 1976- es como compositora en la categoría de Mejor Canción Original gracias a Shallow, un tema que posee la cualidad de las grandes canciones -como decía el Jeff Bridges de Corazón rebelde-, de que desde la primera vez que la escuchas sientes que ya la has oído antes. Espero que los otros tres compositores de Shallow hayan ido al servicio y no estén demasiado colocados cuando suban a recoger la estatuilla, no vaya a ser que tengamos un momento de metacine y les pase lo mismo que a Bradley Cooper en la película. Ahora que lo pienso, lo que podría haber hecho la Academia para cubrirse las espaldas es entregar esta categoría también durante la pausa de publicidad, como iban a hacer con la fotografía, el montaje, el maquillaje y los cortos de imagen real; las cuatro categorías marginadas, según las malas lenguas, al ser las únicas donde la Disney -dueña de la cadena ABC, que retransmite la gala- no tenía ninguna película nominada. En cualquier caso, digo que “iban” porque, como se veía venir ante la respuesta negativa tan generalizada, la Academia ha reculado de nuevo con otra de sus ideas de bombero y al final ningún Oscar se entregará durante los anuncios…

Criticoll

sábado, 9 de febrero de 2019

EN LA MUERTE DE ALBERT FINNEY

El prestigioso actor británico Albert Finney falleció el 7 de febrero a los 82 años de edad en Londres. Finney, nacido el 9 de mayo de 1936 en Salford, Greater Manchester, estuvo 5 veces nominado al Oscar durante su larga e inspiradora carrera.

Su ficha tal como aparece en imdb traducida al español es la siguiente:

"Albert Finney era hijo de un corredor de apuestas de Lancashire, y llegó a las películas a través del teatro. En 1956 ganó una beca para la RADA (Royal Academic of Dramatic Arts), donde tuvo como compañeros a Peter O'Toole y Alan Bates. Posteriormente, Finney fue miembro de la Royal Shakespeare Company y se labró una reputación en las tablas como "el nuevo Laurence Olivier", llamando posteriormente la atención de la crítica por el papel principal de Billy Liar, de Keith Waterhouse, en escenarios de Londres. Su debut en el cine fue en El animador (1960) de Tony Richardson, con quien ya había trabajado en el teatro, y donde coincidió con su admirado Olivier. Con el énfasis cambiante en el cine británico de los 60 hacia el realismo áspero de la clase trabajadora, los personajes típicos de la pantalla de Finney de esta época fueron mayoritariamente  tipos proletarios y antihéroes rebeldes, personificados en el Arthur Seaton en Sábado noche, domingo mañana, de Karel Reisz (1960), el primer rol por el que dejó huella. Tras rechazar el papel de Lawrence de Arabia, su consagración vino con Tom Jones (1963) donde Finney reveló un talento sustancial para la comedia y fue nominado al Oscar por primera vez. En la misma línea, se anotó otro éxito junto a Audrey Hepburn en la encantadora comedia matrimonial Dos en la carretera (1967), de Stanley Donen.

Para 1965, Finney se había expandido a la producción, formando Memorial Enterprises junto con Michael Medwin. En 1968 se dirigió a sí mismo en Charlie Bubbles (1968) y tres años más tarde produjo un homenaje a Raymond Chandler, Detective sin licencia (1971), de Stephen Frears, donde interpretaba a Eddie Ginley, un comediante de night-clubs con aspiraciones a detective privado. De 1972 a 1975, Finney se desempeñó como director artístico del Royal Court Theatre. Sus incursiones intermitentes en la pantalla lo confirmaron como un actor internacional versátil y notable, aunque no lo que uno podría describir como una estrella de cine. Sus roles variaron desde el Ebenezer Scrooge en la versión musical de Muchas gracias, Mr. Scrooge (1970) hasta el Daddy Warbucks de Annie (1982) o -casi irreconocible por el maquillaje- el Hercule Poirot en Asesinato en el Orient Express  (1974). Así mismo apareció como el Ministro de Policía Joseph Fouché en el excelente drama de Ridley Scott Los duelistas (1977) y como un grandilocuente actor de Shakespeare en La sombra del actor (1983) por el que recibió otra nominación al Oscar. Para la televisión, Finney interpretó al papa Juan Pablo II (1984) y fue un Winston Churchill totalmente creíble en la aclamada Amenaza de tormenta (2002), por la que ganó un Emmy, un Bafta y un Globo de Oro. Su último crédito cinematográfico fue en el thriller de James Bond, Skyfall (2012).

Finney fue cinco veces nominado para los Premios de la Academia en 1963, 1974, 1983, 1984 y 2000 . Ganó dos Premios BAFTA en 1960 y 2003. Fiel a sus raíces de clase trabajadora, rechazó un CBE en 1980 y un título de caballero en 2000. Más tarde, explicando su decisión al afirmar que "eso del Sir perpetuaba ligeramente una de nuestras enfermedades en Inglaterra, que es el esnobismo". Albert Finney fue diagnosticado con cáncer de riñón en 2011. Murió el 7 de febrero de 2019 en un hospital de Londres a causa de una infección de tórax a la edad de 82 años."


Recordemos cuáles fueron las interpretaciones que llevaron a Albert Finney a las puertas del Oscar de Hollywood:


1ºNOMINACIÓN: 1963

Mejor Actor Principal por Tom Jones.
Perdió ante Sidney Poitier -Los lirios del valle-.

Si bien le supuso un Globo de Oro, el recordado papel de Tom Jones no le valió a Albert Finney alcanzar el Oscar al Mejor Actor, aunque la película -una adaptación de la clásica novela picaresca de Henry Fielding- sí que se alzó con el premio a la Mejor Película del año, desbancando a Cleopatra o Hud y alcanzando un total de 4 estatuillas. En plena época de lucha por los Derechos Civiles, la Academia de Hollywood prefirió posicionarse políticamente y premiar a Sidney Poitier, el primer actor negro que conseguía el galardón.


(Video: YouTube)

2º NOMINACIÓN: 1974

Mejor Actor Principal por Asesinato en el Orient Express (Murder At The Orient Express)
Perdió ante Art Carney -Harry y Tonto-.

Irreconocible bajo un espeso maquillaje que le caracterizaba como el detective Hercules Poirot, Finney logró su segunda nominación al Oscar gracias a este film de Sidney Lumet, adaptación de la famosa novela de Agatha Christie con un reparto plagado de estrellas, de las cuales Ingrid Bergman se alzó con el Oscar a la Mejor Actriz Secundaria, el único galardón que se llevó este largometraje de sus 6 candidaturas. La estatuilla al Mejor Actor, para Art Carney, constituyó una de las grandes sorpresas de la historia de los Oscars, pues nadie imaginaba que este actor televisivo pudiera imponerse a interpretaciones tan recordadas como las de Finney-Poirot, Jack Nicholson en Chinatown, Al Pacino en El padrino II  y Dustin Hoffmann en Lenny.


(Video: YouTube)


3º NOMINACIÓN: 1983

Mejor Actor Principal por La sombra del actor (The Dresser)
Perdió ante Robert Duvall -Gracias y favores-.

El Oso de Plata en el Festival de Berlín fue la consolación que obtuvo Finney ante una nueva derrota en los Oscars, esta vez frente al cantante country al que encarnaba Robert Duvall. La gran interpretación del compañero de reparto de Finney, Tom Courternay -ganador ex aequo junto con Duvall del Globo de Oro al Mejor Actor de Drama- sin duda dividió el voto entre ambos coprotagonistas. La sombra del actor, dirigida por Peter Yates, no logró ningún Oscar a pesar de sus 5 nominaciones, y narra las relaciones que se establecen entre un tiránico actor de teatro y su sirviente, con el marco del Londres de la Segunda Guerra Mundial de fondo.


(Video: YouTube)

4º NOMINACIÓN: 1984
Mejor Actor Principal por Bajo el volcán (Under The Vulcano).
Perdió ante F. Murray Abraham -Amadeus-.

Tampoco corrió mejor suerte Albert Finney en 1984, aunque viniera de la mano de John Huston y de Bajo el volcán, la famosa novela con fama de infilmable de Malcom Lowry. En un año claramente dominado por el Amadeus de Milos Forman -que le valió el Oscar a F. Murray Abraham-,  quien sí tuvo motivos para lamentar su mala suerte fue el depositario de la otra nominación de Bajo el volcán: el músico Alex North, que sufrió con este film su 15ª derrota en los Oscars. La Academia, sin duda arrepentida, le concedió al año siguiente una estatuilla honorífica.


(Video: YouTube)

5º NOMINACIÓN: 2000
Mejor Actor de Reparto por Erin Brockovich
Perdió ante Benicio del Toro -Traffic-

La última nominación en la carrera de Albert Finney llegó en una categoría desconocida para él: la de Mejor Actor Secundario. Finney fue galardonado en los Screen Actors Guild Awards pero sucumbió en los Oscars ante el Benicio del Toro de Traffic. Un duelo algo fraticida, ya que del Toro también había sido dirigido por Steven Soderbergh en esta película y Finney tenía en ella así mismo un pequeño papel. Por su parte, Erin Brockovich fue candidata a 5 Oscars y se alzó con el Premio a la Mejor Actriz Principal para Julia Roberts.



(Video: YouTube)

Otras interpretaciones recordadas de Albert Finney tuvieron lugar en Annie (1982) de John Huston, adaptación del famoso musical de Broadway en el que el actor demostraba sus dotes para el canto y el baile; Muerte entre las flores (1990) prestigioso noir de Joel Coen; The Playboys (1992) una pequeña gran película irlandesa a reivindicar de  Gillies MacKinnonLa versión de Browning (1994) remake de Mike Figgis del film de Anthony Asquith de 1951, basado en la obra de Terence Rattigan; Washington Square (1996), remake de La heredera de Wyler, dirigido por Agnieszka Holland y basada en la novela de Henry James; Big Fish (2003) obra maestra de Tim Burton  en la que Finney compartía personaje con Ewan McGregor; El ultimátum de Bourne,de Paul Greengrass y Antes que el diablo sepa que has muerto (2007) magistral canto de cisne de Sidney Lumet  .

OBITUARIO DE ALBERT FINNEY EN WEBS DIVERSAS

La ficha de Albert Finney en filmaffinity ya recoge su deceso, así como la de wikipedia. Y aquí tenemos el enlace de la revista Empire donde aparece su obituario.

Por su parte, el British Films Institute (BFI) también tuvo un recuerdo para este gran actor, así como la revista Variety, y el Hollywood Reporter. 

La noticia así mismo ha tenido un amplio alcance en webs de revistas españolas de cine, como Fotogramas y Cinemanía, y el blog No solo cine.

Las cadenas de televisión nacionales e internacionales recogieron el deceso de Finney. Aquí vemos la noticia en la web de RTVE, o en Antena 3, y aquí en CNN, BBC y CBS.

También apareció en webs de diarios digitales de tirada nacional, como El País, El mundo, ABC, demostrándose que con Albert Finney estábamos ante uno de los grandes del cine, y que al menos nos ha dejado sus películas para poder seguir recordándolo, como en esta emotiva escena final de Big Fish, en la que su personaje tenía la mejor despedida posible. Descanse en paz.



Criticoll





jueves, 7 de febrero de 2019

LAS PELÍCULAS DE LOS OSCARS: BOHEMIAN RHAPSODY



Nominada a 5 Oscars: Película, Actor Principal, Montaje, Sonido y Efectos de Sonido.

Bohemian Rhapsody está hecha por y para el disfrute de los fans de Queen, se nota ya desde el principio con esa versión rockera y tuneada por Brian May y Roger Taylor de la fanfarria de la 20th Century Fox. Lo cierto es que la película se hizo esperar hasta llegar a las pantallas,  siendo el resultado de una larga gestación por la que circularon nombres como David Fincher, Stephen Frears o Dexter Fletcher en la dirección y Sacha Baron Cohen o Ben Wishaw como émulos de Freddie Mercury. El motivo principal que estancó el proyecto durante años fueron las diferencias sobre el tono que debía tener Bohemian Rhapsody: Brian May y Roger Taylor -John Deacon, jubilado en 1998, se desentendió de todo- querían una versión cinematográfica del grupo para todos los públicos, mientras que Frears o Baron Cohen abogaban por mostrar en pantalla una versión hardcore y más centrada en la vida de Freddie Mercury. Como May y Taylor no dieron su brazo a torcer y eran los productores y propietarios de los derechos de las canciones, la Fox tuvo que esperar a que encontraran un director y un protagonista a su gusto. Finalmente, los elegidos fueron Bryan Singer y Rami Malek, con los que se inició el rodaje el 8 de septiembre de 2017. Si bien no acabaron ahí los problemas, ya que en diciembre de ese mismo año -y a falta de dos semanas para acabar- Bryan Singer fue despedido por causas no reveladas con claridad, siendo reemplazado por Dexter Fletcher. Se rumorea que Singer paseó un comportamiento errático durante la filmación -se ausentaba durante varios días sin motivo- y que tuvo graves enfrentamientos con Malek a causa de esto.  El director de Verano de corrupción se exculpaba alegando que sus ausencias se debían a un problema de salud de un familiar; aunque por lo visto, en los rodajes de Superman Returns o  X-Men: Apocalipsis ya había hecho lo mismo… La verdadera razón de su salida parecen ser varias denuncias de abuso sexual a menores presuntamente cometidas por Singer y que salieron a la luz ese diciembre de 2017, lo que constituía una malísima publicidad para la película, por lo que la Fox decidió cortar por lo sano. Desde entonces, y a la espera de juicio, Singer ya ha sido declarado culpable por el mundo del cine, que lo ha convertido en persona non grata, borrándolo de la publicidad del film o de las entregas de premios. De hecho, hace unas semanas los BAFTA retiraron su nominación como director de Bohemian Rhapsody, sentenciándolo definitivamente. Aunque bueno, siempre podría ir a casa de Kevin Spacey y rodar en esa cocina tan cinematográfica Sospechosos habichueales 2.

La película resultante de todos estos embrollos no se ve muy perjudicada por los vaivenes sufridos, y supone un placer culpable bastante apañado para los seguidores de Queen o para el espectador mainstream en general. Y eso que el guión de Peter Morgan sigue al pie de la letra la estructura del biopic musical más típico: los duros inicios, el éxito inesperado, la cresta de la ola, la caída desde la cima por culpa de sexo, drogas y alcohol, y el arrepentimiento y la resurrección final. Aunque, como toda buena biografía, no deja que la realidad le estropee una buena historia y falsea a su conveniencia los hechos reales: por ejemplo, Freddie Mercury no descubrió que tenía SIDA hasta años después del Live Aid; Queen no llevaba entonces tres años sin tocar juntos, sino apenas unos meses; y Paul Prenter supongo que no sería un malo tan de opereta como le pintan aquí. Qué importa, si como espectadores la película nos permite colarnos en la trastienda de la banda y revivir momentazos del rock como la gestación de canciones estilo We Will Rock You  o la propia Bohemian Rhapsody -con la aparición de Mike Myers y su guiño a Wayne's World-. Por no hablar de la tremenda secuencia final que reproduce el concierto de Queen en el Live Aid del 13 de julio de 1985, considerada la mejor actuación en directo de un grupo de rock de la historia. Curiosamente, esta escena fue la primera que se rodó de la película, y es buena idea compararla con el original para ver hasta qué punto está recreada con exactitud. Aunque, por ponerle un pero, el montaje de John Ottman aquí me parece un pelín acelerado, videoclipero; quizá debió darle más duración a los planos.


A pesar de esto, hay que reconocer que el film mantiene un buen ritmo durante todo el metraje y no llega a decaer en casi ningún momento, apoyado en la excelente ambientación de la época y en la labor de sus actores, calcados de los originales -bueno, menos Roger Taylor, que es bastante más feo que Ben Hardy-. En este punto hay que detenerse a alabar el trabajo de Rami Malek por su impresionante mimetización con Freddie Mercury, al que a veces consigue revivir. Se podría decir, primero, que ya tiene medio Oscar en el bolsillo, y, segundo, que con esos dientes nació para interpretar al mítico cantante de Queen; lástima que le falte un palmo de altura para ser clavado -son más de 2 cm los que le separan de la altura real de Freddie, imdb miente-. Pero especialmente en los primeros planos y cuando aparece con bigote, hay que reconocer que el parecido es asombroso. Una similitud que también se alcanza en el plano vocal, gracias a la colaboración del cantante canadiense de rock cristiano Mark Martel, que es quien canta principalmente en realidad. Y eso que al principio se hace un poco raro que la voz que se oiga cantar no sea solo la de Freddie Mercury, sino la de éste mezclada con la de Martel y la de Rami Malek. Esto se hizo porque las grabaciones que se conservan de Queen -como las del Live Aid- no son lo suficientemente buenas para igualar la calidad de audio que exige un film digital en la actualidad -con 7.1 de canales de sonido-, por lo que hubo que regrabar las canciones expresamente para la película. Pero bueno, la voz que se consigue con esta extraña mezcla es tan parecida a la original que se te olvida, y sólo hay que ver este video de YouTube de Mark Martel para comprobar el timbre que posee tan increíblemente similar a Freddie Mercury. Las dos nominaciones al Oscar de Bohemian Rhapsody por su sonido legitiman el experimento.

Volviendo a Rami Malek, no me imagino llegada la hora del Oscar al Mejor Actor en la gala del próximo 24 de febrero y que se lo den a Christian Bale por encarnar a alguien tan siniestro y odiado como Dick Cheney, chafando de paso la ilusión de millones de personas y de fans de Queen. Sobre todo con esta versión tan rejuvenecida de los Oscars en la ceremonia que nos viene, tan necesitada de highlights para atrapar a su público objetivo deseado: esos millenials que no saben quién es Cheney y que harán zapping si ven que no gana Malek. Eso por no hablar que este año se han fumado de la retransmisión las categorías técnicas, cuyos Oscars se entregarán durante las pausas de publicidad para aligerar la gala ¿? Aunque ahora que lo pienso, esto de frustrar los deseos y el cariño de la audiencia hacia un candidato ya pasó hace pocos años con Stallone-Rocky y Mark Rylance. Pero esta vez no creo que se repita por varias razones: Rami Malek y Bohemian Rhapsody ya ganaron ambos el Globo de Oro, y al film lo avala que también está nominado a Mejor Película y que haya sido un gran éxito de taquilla. Por otro lado, Dick Cheney es republicano y cae rematadamente mal en Hollywood, y Christian Bale ya tiene un Oscar. Y aunque fue descubierto por Spielberg, su papel en El vicio del poder no viene apadrinado por la poderosa y alargada mano del director de El imperio del sol, como sí tenía el Rylance de El puente de los espías.

En fin, una película hecha por y para los fans, sin grandes altibajos de interés, y que se deja ver con facilidad. En otro año con más competencia, Bohemian Rhapsody no habría tenido sitio entre los títulos nominados a mejor película, pero en este 2018 tan mediocre, si lo están Black Panther o Infiltrados en el KKKlan, no veo por qué no puede estar nominada esta cinta también, que encima tiene canciones de Queen para hacer Karaoke en el cine y posiblemente al mejor actor del año. Algo que la convirtió en un fenómeno sociológico con más de 433 millones de recaudación en todo el mundo, y en España la película nº 1 en taquilla en 2018, con más de cuatro millones de espectadores. Para poder decir aquello de We are the champions.

Criticoll

lunes, 4 de febrero de 2019

LAS PELÍCULAS DE LOS OSCARS: INFILTRADO EN EL KKKLAN



La imprescindible cuota afroamericana en la categoría de Mejor Película tiene a su representante más reivindicativa con Infiltrado en el KKKlan, nominada a 6 Oscars: Película, Director, Actor Secundario -Adam Driver-, Guión Adaptado, Montaje y Banda Sonora, de los cuales no creo que gane ninguno.

Con Donald Trump en la Casa Blanca desde enero de 2017, Spike Lee se sintió obligado a dejar las películas de encargo y volver a sus soflamas sobre el racismo en USA, como en los viejos tiempos de Haz lo que debas (1989). Así, tras Rodney King (2017) y Pass Over (2018) ahora llega Infiltrado en el KKKlan -BlacKkKlansman, 2018-, y, como siempre con el Lee más combativo, todos los blancos anglosajones que aparecen en este film son de dos tipos: racistas y estúpidos, o solo racistas o solo estúpidos, con los personajes negros y judíos siendo los únicos que demuestran humanidad y buen juicio. Es lo malo de generalizar, que acabas resultando injusto y sectario.


Infiltrado en el KKKlan está protagonizada por David John Washington, que no tiene la presencia física ni el carisma de su padre Denzel, y por Adam Driver, nominado al Oscar como actor de reparto pero sin muchas posibilidades de conseguirlo, ya que tampoco se luce mucho ni tiene ninguna escena importante en el plano emocional que le permita darlo todo interpretativamente. La trama, basada en una historia real sucedida en 1979 -aunque aquí se cambia a 1972- cuenta cómo un policía negro de Colorado logró infiltrarse por telefóno en el Ku Klux Klan, y que, al descubrir que los miembros de la organización racista querían conocerlo en persona, tuvo que contar con la ayuda de otro compañero judío que se hiciera pasar por él.



BlacKkKlansman es mejor verla en versión original, ya que la gracia consiste en oír la diferente manera de expresarse que tienen negros y blancos en inglés norteamericano, algo que el doblaje madrileño despacha de manera bastante rutinaria. De todas formas, la cinta no termina de definirse tonalmente, ya que empieza con tintes de comedia, coquetea de forma postmoderna con el blaxploitation y acaba desembocando en una especie de thriller con un clímax bastante rocambolesco y mediocre, que evidencia el poco talento de Lee para rodar el suspense o la acción. También da la impresión de que la película prometía contar muchas más cosas de las que finalmente cuenta, desaprovechando la oportunidad de sacarle más partido a la historia o de profundizar en los personajes, y cayendo así mismo en varias incongruencias de guión difíciles de creer. No se entiende, por ejemplo, que los miembros del Klan no cachearan nunca a Flip -ni siquiera el día en que lo conocen-  por si llevaba un micro bajo la ropa, que de hecho llevaba siempre; o que veamos a Ron en la misión de ser el policía guardaespaldas del supremacista David Duke, después de que en la escena anterior haya tenido un enfrentamiento con su compañero racista Landers, y que el jefe de ambos, Bridges -Robert John Burke, el que hacía de Robocop 3- lo hubiera relevado de ese encargo al comprobar que no tenía el temple adecuado. Además -apunto yo- de que con Ron se ponía en peligro la operación, ya que Flip también estaría allí, y los del Klan se darían cuenta de que la voz del Ron telefónico y la del Ron de carne y hueso pertenecía a dos personas distintas. Por no recordar que los policías ya sabían que uno de los nazis conocía a ambos, y que éste podría relacionarlos al verlos juntos ¿?

Lo mejor de la película es la presencia señorial de Harry Belafonte, símbolo de la lucha por los derechos civiles de los ‘50 y ‘60, interpretando a un personaje que relata a un grupo de universitarios negros una terrible escena de racismo de la que fue testigo en 1919 en el Sur, que concluye con la rotura de la cuarta pared con todos los personajes mirando al espectador para incitarle a tomar partido ante la salvajada que acaba de escuchar. Curiosamente, Spike Lee alterna esta secuencia en el montaje con otra en paralelo donde el grupo de tarados del Ku Klux Klan ven entusiasmados El nacimiento de una nación... una doble referencia envenenada a David W. Griffith que tiene su intrahistoria, ya que Lee casi fue expulsado de la NYU Film School en 1980 al quejarse de que se exhibiera en las aulas el film de Griffith sin avisarse antes de su contenido racista, rodando como protesta un corto llamado The Response, en el que ofendía a varios de sus profesores.


Otra de las cuentas pendientes de Spike Lee que aparece en este film es, sorprendentemente, ¡Alec Baldwin! su enemigo público número uno después de que Kim Basinger lo abandonara por los brazos blancos de Alec 30 años atrás. Sin embargo, parece que ha pasado ya mucha agua bajo el puente, y ahora Lee y Baldwin se han unido contra un enemigo común: Donald Trump, a quien no deja de aludirse entre líneas durante todo el metraje, como en el detalle de que los neonazis de 1972 coreen el América primero, América primero, uno de los lemas más famosos del actual presidente USA.

Al final la película se hace larga y se nota demasiado la intención de Lee por premiar a los buenos y castigar a los malos, de forma muy infantiloide. Claro que luego añade una serie de imágenes sacadas de la más reciente actualidad que hielan la sonrisa tras ese desenlace excesivamente feel good, y que muestran la supervivencia del Klan y el racismo latente en los Estados Unidos de hoy. Como en ese trágico atropello de Charlottesville, Virginia, el 12 de agosto de 2017, cuando un supremacista blanco atropelló a un grupo de personas que se manifestaban en las calles frente a una concentración de extrema derecha, y que Lee no pierde ocasión de mostrar de forma bastante gráfica -la película está dedicada a una de las víctimas mortales, Heather Heyer-. Pero por si no nos había quedado aún claro -la sutileza nunca fue uno de los fuertes de Lee-, aparecen seguidas unas declaraciones de David Duke y del propio Donald Trump expresando discursos similares: que hay que recuperar América y que los activistas que se enfrentaron en esa concentración a los neonazis tampoco eran nada pacíficos.

El film acaba con la bandera USA boca abajo y en blanco y negro, un recurso visual para denotar dolor, angustia, sufrimiento, peligro… y un aviso de que la sociedad estadounidense sigue siendo un polvorín racista que puede acabar estallando en cualquier momento, encima con un personaje como Trump okupando la presidencia del país. Lo que pasa es que Spike Lee está ya tan radicalizado que predica a los conversos: ningún blanco que vea este largometraje va a cambiar su voto porque se lo diga él, y aquellos a los que Lee querría convencer no le tocarían ni con un palo ni se van a acercar a menos de 100 metros de esta película sólo con ver su nombre en el cartel.


Criticoll