martes, 26 de octubre de 2021

CRY MACHO

Cry Macho
 supone la enésima despedida ante las cámaras de Clint Eastwood, una reflexión con ecos al Peckinpah más crepuscular  sobre sus temas favoritos: la masculinidad y el paso del tiempo. La película, ambientada en 1978, cuenta la historia de Mike Milo -Eastwood- un campeón de rodeo jubilado que recibe el encargo de viajar a México para llevar de vuelta a Texas a Rafo -Eduardo Minett- el hijo de su ex jefe, un adolescente problemático que vive en el D.C. con su madre metiéndose en problemas y apostando a peleas de gallos.  

Aunque siempre es agradable volver a saber del viejo Clint, hay que reconocer que Cry Macho no pasa por ser una de sus mejores obras y tampoco un gran adiós interpretativo, si es que esta vez es fiel a su promesa de concluir su carrera como actor, algo incumplido sistemáticamente tras Million Dollar Baby, Gran Torino o Mula, anteriores amagos de cierre mucho más dignos. Una faceta actoral que Eastwood, a pesar de su edad, se niega a dejar de lado, añadiendo cláusulas del estilo de si no la dirijo yo no cuenta, como Golpe de efecto.

Pero lo cierto es que, por muy buenos genes que tenga Clint y que le hagan continuar en activo pasados los noventa, hay que reconocer que su imagen física ya está muy ajada y aquí no se corresponde con la que debería tener su personaje en realidad. Irónicamente, para alguien que compró el guión de Sin perdón en 1982 y lo guardó diez años en un cajón hasta alcanzar la edad adecuada para protagonizarlo, aquí tenemos la situación contraria, la de un actor que supera en 30 años a su personaje y que por desgracia no es Benjamin Button. En efecto, el guión de N. Richard Nash -escrito en 1975 y luego convertido en novela- fue ideado para un actor de unos 60 años, y a lo largo del tiempo dio tumbos por Hollywood en proyectos frustrados que hubieran contado con Roy Scheider, Robert Mitchum, Pierce Brosnan, Arnold Schwarzenegger o el propio Eastwood con 58 años -en 1988-, si bien lo rechazó e hizo La lista negra en su lugar. Cuando al fin la ha rodado -en otoño de 2020- Clint ya es nonagenario y de aspecto muy frágil y quebradizo, algo que no casa mucho con su personaje: el de un vaquero recién jubilado que no rehúsa la acción y todavía es capaz de seducir a un par de mujeres en la trama. Esto da lugar a momentos que rozan el bochorno, como cuando la madre de Rafo, de 39 años -Fernanda Urrejola, la mujer de Diego Luna en Narcos: México- se le insinúa y él la rechaza, o la suspensión de la incredulidad que supone contemplar la escena en la que Mike doma un caballo, por mucho que nos metan un inserto de Clint dando botes en plano medio para disimular el doble que le sustituye en el plano general.

Se ha acusado a la película de parecer hecha por la Disney de hace unos años -desde luego no la de ahora, no hay personajes LGTBIQ-, con situaciones de peligro solventadas con facilidad por los protagonistas, como la de deshacerse del único matón enviado por la mafiosa Leta para recuperar a su hijo, o la ambigüedad que supone que al final al espectador le dé igual que Rafo se vaya con su padre o se quede con Mike, pues las dos opciones serían válidas según como evolucionan las situaciones y los personajes en la trama. Lo cierto es que si los estudios de Hollywood habían rechazado tantas veces el libreto de Nash por algo sería, pues este es demasiado bienintencionado y no acaba de explotar todas sus posibilidades, salvo en ese sólido monólogo de Mike que desmitifica la figura del macho, en el que diserta sobre la sabiduría que proporciona la experiencia y el paso del tiempo.

Recomiendo ver la película en versión original, y no solo porque Eastwood no cuente ya con la voz del recordado Constantino Romero, ni siquiera la de Arsenio Corsellas -su voz de Mula- o la del gallego Antonio Cancelas -la de En la línea de fuego-, todos ellos ya fallecidos, sino la de Camilo García, doblador habitual de Anthony Hopkins o Tommy Lee Jones y que recuerda demasiado a estos; sino porque en muchas escenas al personaje de Clint le hablan en español y él no lo comprende, y necesita al muchacho que le traduzca, por lo que este le repite en inglés lo que le han dicho. En el doblaje esto se resuelve como si el chaval supiese más cosas sobre lo que le están diciendo los otros, añadiéndole datos. Pero en un par de ocasiones simplemente repite en castellano lo que ya le habían dicho en el idioma de Cervantes y ahí es donde te das cuenta de que en la VO le están hablando en español y Mike no lo entiende, y no porque esté un poco sordo. Con lo que Rafo lo que hace en realidad es aportar información redundante, ampliada para tontos y que resulta bastante risible, aunque sin llegar a los niveles de vergüenza ajena como en Tras el corazón verde. 

Criticoll

miércoles, 6 de octubre de 2021

DUNE

 


Hace unos años hice una lista de 20 películas que había visto y que odiaba, e incluí Dune (1984) de David Lynch. Algo en lo que mi tocayo habría estado de acuerdo, pues renegó de ella por la constante tijera de los productores en el final cut, lo que la convirtió en una película farragosa y mal explicada, hasta el punto de que desde 2006 en su bluray pone que la dirigió Alan Smithee. Es por ello que la llegada de una nueva versión de la novela de Frank Herbert me creó bastantes suspicacias. El hecho de que la iba a dirigir Denis Villeneuve era al menos una garantía: si bien Blade Runner 2049 no me gustó nada, hay que reconocer que el canadiense es un autor interesante y sin miedo a los remakes, y que aquí el listón del original estaba realmente bajo.

La película se rodó entre marzo y julio de 2019 con miras a estrenarse en diciembre de 2020, pero se vio afectada por la pandemia y, tras varios cambios de fecha, la impaciente Warner amagó varias veces con estrenarla directamente en video bajo demanda, en contra de los deseos de Villeneuve. Finalmente se preestrenó en el festival de Venecia de 2021 y pocas semanas después en cines de todo el mundo, saludado como el primer blockbuster post coronavirus.

Dune versión Villeneuve resulta satisfactoria en su resultado, a pesar de que sea un film algo lento y tenga pocas secuencias de acción, debido a su carácter expositivo de presentación de su universo; uno de los fallos de la película de Lynch, donde las cosas pasaban y no te enterabas de nada si no te habías leído el primer tocho, digo libro. Aquí, aunque se echa en falta alguna explicación de detalles menores como qué significan las cabezas de toro disecadas en la morada de los Atreides, o por qué no existen las armas de fuego en este universo, al menos al espectador se le proporciona más información para hacerse una composición general de lugar, que le permite disfrutar mejor de la película. Del nutrido elenco de stars destacan Timothée Chalamet -primera y única opción de Villeneuve para el papel de Paul Atreides- como el héroe iniciático y Rebecca Ferguson, la revelación del film -si se le puede llamar así a estas alturas- como su madre bruja, MILF y consejera, a pesar de que en realidad sólo tenga 12 años más que él.

Añadir que Hans Zimmer -gran fan del libro, como Villeneuve- renunció a su colaboración habitual con Christopher Nolan en Tenet para poder participar en este Dune, entregando una banda sonora plena de sonidos malrolleros y metálicos marca de la casa, pero sin llegar a los excesos de Dunkerque. Villeneuve además, aprovecha para introducir algunos temas más o menos presentes en la novela -el auge de las grandes corporaciones para esquilmar los recursos de países subdesarrollados, el ecologismo-, y no esconde sus referentes visuales y argumentales -Star Wars, Juego de tronos…- para enganchar a los espectadores más jóvenes, a pesar de su vitola de película de ciencia ficción para adultos. Vaya, que nunca pensé que me iba a gustar una adaptación de Dune, después de devolver sin abrir el DVD de la versión de 1984 que me regalaron unas navidades. Y todo indica que dentro de un par de años nos espera la continuación, que estaba supeditada a que esta primera parte fuera un éxito en taquilla. Pues dicho y hecho, ya que todo indica que sus 160 millones de dólares de presupuesto pronto se verán superados sumando las cifras de su recaudación mundial, y eso que todavía no se ha estrenado en USA y China.

Criticoll

viernes, 1 de octubre de 2021

FAUNA



Fauna es una película mexicana de 2020 dirigida por Nicolás Pereda, un joven director salido del mundo del video arte y el cine ensayo que se ha especializado en el circuito de festivales de cine, siendo su mayor logro hasta la fecha el premio Horizonte en Venecia por su obra Verano de Goliat (2010). La propia Fauna se proyectó en los Festivales de Nueva York, Toronto, Mar del Plata o San Sebastián, donde se ubicó en la sección Zabaltegi, que recoge “trabajos fílmicos de duración variable y que propongan nuevas formas, miradas o puntos de vista en el cine”. Algo que encaja como anillo al dedo con Fauna, pues sólo dura 70 minutos y nos ofrece una historia ciertamente singular: empieza como si fuera Los padres de ella a la mexicana, pero a la mitad del film se producirá un giro metanarrativo donde el relato se reorganiza y pasamos a contemplar la película desde una nueva perspectiva: en otra ficción dentro de la ficción en la que ya estábamos -la representación visual de una novela que está leyendo uno de los protagonistas- y en la que los mismos actores del principio pasarán a interpretar a otros caracteres.

La película es una reflexión sobre el acto de interpretar, la performatividad, la capacidad del ser humano para cambiar de rol y representar un papel en una ficción. En este sentido, la trama contiene tres escenas donde se ilustra claramente este tema. En la primera, a un actor secundario de Narcos: México -Francisco Barreiro- se le insta a que interprete una escena de la serie; un curioso juego entre realidad y ficción, pues el propio Barreiro participó en esa misma serie de Netflix. En la segunda, una madre y una hija representan una emotiva escena sacada de Sonata de otoño (1978) de Bergman, que le sirve a Pereda para homenajear visualmente al maestro sueco de la incomunicación -y al espectador para comprobar la odiosa comparación de las dos actrices mexicanas con nada menos que Ingrid Bergman y Liv Ullman-; y en la tercera, dos personajes ensayan la interactuación que uno de ellos ha de tener con otro en el futuro, un encuentro provocado y que no llegaremos a ver, después de todo, en la pantalla.

Rodada en un estilo cercano al documental -Pereda aboga por eliminar las barreras entre realidad y ficción y califica a su cine de docuficción-, la película va organizando sus escenas en distintos planos secuencia, con lo que la acción se desarrolla en tiempo real, sin cortes. Pereda tampoco mueve la cámara del emplazamiento inicial, y son los actores con su movimiento de acercamiento y alejamiento del objetivo los que hacen variar la escalaridad del plano. Esto hace que la labor de estos sea muy importante, pues cualquier error podría echar a perder una toma de, por ejemplo, ocho minutos del tirón. Un alarde que denota la gran confianza de Pereda en sus actores: no por casualidad, el director siempre trabaja con el mismo cuarteto de intérpretes -Gabino Rodríguez, Luisa Pardo, Francisco Barreiro y Teresa Sánchez-, hasta el punto de que cuando escribe un guión ya les da a los personajes el nombre del actor que lo va a interpretar, amoldando sus caracteres a la forma de hablar y moverse de estos.

La película también encierra una crítica al modo distorsionado en el que los medios de comunicación -películas, series, libros, periódicos, noticiarios- representan la narcocultura, inoculando en el subconsciente colectivo una imagen glamourizada de la violencia y de unos narcos que son retratados como antihéroes con un férreo código de honor, algo muy alejado de la realidad. En este sentido actúa la escena donde Barreiro recita el monólogo de Diego Luna en Narcos:México, donde vemos que, fuera de su hábitat natural -un episodio de Netflix- y trasplantado a la realidad cotidiana y espartana de una película como Fauna, sus frases resultan grandilocuentes y exageradas, poco verosímiles. Así mismo, el personaje de Rosendo Mendieta -referido en los dos universos diegéticos que nos muestra el film- alude a los más de 121.000 muertos y 30.000 desaparecidos que ha provocado la guerra contra el narco desde 2006 en México; y la canción que interpreta Teresa Sánchez en el bar es una parodia de la intro de Narcos de Netflix, principal causante de esa distorsión mediática relacionada con la narcocultura mexicana.

En resumen, con Fauna estamos ante una película situada en los márgenes del cine comercial, interesante por su experimentación con la metaficción, y que aunque pueda ser de difícil digestión para el público mainstream por su propuesta tan minimalista, no resulta nada desdeñable si se pueden interpretar sus claves.

Criticoll