Creed II resulta un remake encubierto
de Rocky IV, nada raro si pensamos
que el guión es obra también de Sylvester Stallone -con la ayuda de Juel
Taylor-. Lo cierto es que parece que no se han calentado mucho la cabeza, ya que la estructura es básicamente la misma, aunque los tiempos
hayan cambiado y tras el patrón marcado por Creed siguen
teniendo su importancia en el metraje, igual de forma excesiva, las escenas de ámbito más personal de Adonis que reflejan, por una parte, su relación con Bianca -Tessa Thompson-, ahora incluso como padres primerizos; con su nuevo entrenador Tony -Wood Harris- el hijo de Duke; con su
madre adoptiva Mary Anne -Phylicia
Rashad- o con el propio Rocky. Por cierto, que me pareció de ciencia-ficción
la escena en la que Adonis le va a pedir matrimonio a Bianca la noche en la que se
proclama Campeón del Mundo, y tiene miedo de que ella le fuese a decir que no cuando se pusiera el sonotone ¿? Poco te aprecias, muchacho, tienes alma de
relojero.
Da pena que Sylvester Stallone, el
espíritu de la saga, interprete aquí por última vez a Rocky, porque no se trata de
una despedida a lo grande, ni mucho menos legendaria como proclama erróneamente su título; sino que Sly tiene un papel en esta mucho más secundario y con menos oportunidades
de lucimiento que en Creed, por lo
que al final no podrá vengarse del robo a mano armada del puto Mark Rylance en la edición
de 2015 de los Oscars, y ya no lo ganará nunca por interpretar al mítico boxeador. Podría intentar
comprarse uno honorífico, como Oprah Winfrey o Jackie Chan, pero no se lo darían;
está en su contra la envidia de muchos por haber sido una estrella taquillera y la sombra
de la asociación Rambo-Reagan de los ’80, demasiado alargada. Aunque se había previsto una trilogía, no parece
probable que la saga vaya a continuar sin él, ya que el personaje de
Adonis no tiene el carisma de Rocky como para
aguantar sin su apoyo la franquicia, por lo que el ciclo parece agotado.
De hecho, si tuviera que pagar otra
entrada de cine por ver nuevas aventuras centradas en caracteres de Creed II, yo lo haría sin duda por las de Ivan y
Viktor Drago, los antagonistas del film, pero que sorprendentemente resultan ser los
personajes más interesantes. La razón es que aparecen retratados
de una forma obviamente ya no tan unidimensional como en el Rocky IV de 1985 -en el caso de Ivan-,
sino como simples seres humanos, con aristas y traumas personales por los que
sentir empatía. ¡Si son incluso ellos los que suben las míticas escaleras
del Museo de Arte de Filadelfia, y se quedan mirando pensativos al horizonte!...
Los hermanos Dardenne o Michael Haneke podrían fichar por esta franquicia spin off y extraer oro de los Drago.
Lo cierto es que la película tarda
en arrancar, y sólo lo hace de verdad cuando se deja de lado las concesiones gafapastiles
de las continuas escenas que no son de boxeo -esto es Rocky, señores- y se mete de lleno en el meollo de los montajes
musicales del entrenamiento paralelo entre los dos púgiles, para regocijo de los
espectadores más fieles de la saga, y de los que también lo somos pero no
hacíamos tiempo mirando al móvil y molestando a los demás con las putas
pantallas encendidas, capullos. Así, la acción se alterna entre, por una parte,
el desierto -con fotografía de tonalidad dorada- de un Michael B. Jordan sufriendo de sol a sol
pero en mejor forma física que muchos deportistas profesionales tendrán nunca; y en un gimnasio a cubierto -y fotografía
azulada- en el caso de Viktor Drago, aniquilando con rabia a sus sparrings quizá
al pensar en cuando era niño y su madre les abandonó a él y a su padre -hay un cameo
de Brigitte Nielsen y todo-. Por cierto
que, viendo a uno y a otro y por mucho que se esfuerce -o se cicle- Adonis,
es normal que las apuestas estén 25 a 1 a favor de Viktor, a pesar de ser el
aspirante… Tal es el poderío físico que despliega en el film el rumano Munteanu, una munteaña de 1’96 m y boxeador profesional en la vida real, que da
la impresión de poder empatar en un combate contra Hulk. Y hablando de
combates, estos de Creed II están
rodados de forma sólida y funcional, pero se echa en falta algo más de brillantez o
atrevimiento, como la osadía aquella de Ryan Coogler en Creed de rodar uno entero en un plano secuencia de varios minutos.
Para acabar quiero señalar lo que en
realidad echo yo de menos de las dos películas de Creed, y que parece increíble que no se le haya ocurrido en ningún momento
a Stallone: una aparición fantasmal del propio Apollo Creed -presencia continuamente
aludida en las dos películas- en una escena onírica como mentor, aleccionando a
Adonis o algo por el estilo, como ya hizo John G. Avildsen en Rocky V con Mickey -Burgess Meredith-. La
verdad es que Carl Weathers sigue vivo, y ya que el bueno de Sylvester no lo metió en la franquicia
de Los Mercenarios a pesar de todos sus
méritos atesorados -Rockys, Depredador,
Acción Jackson, etc-, hubiera estado genial que al menos Weathers saliera aquí. Pero si no lo
ha hecho es porque debe estar en la lista negra de Stallone por alguna razón de
peso como, por ejemplo, no sé, ser amigo de Steven Seagal.
Criticoll
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