viernes, 1 de octubre de 2021

FAUNA



Fauna es una película mexicana de 2020 dirigida por Nicolás Pereda, un joven director salido del mundo del video arte y el cine ensayo que se ha especializado en el circuito de festivales de cine, siendo su mayor logro hasta la fecha el premio Horizonte en Venecia por su obra Verano de Goliat (2010). La propia Fauna se proyectó en los Festivales de Nueva York, Toronto, Mar del Plata o San Sebastián, donde se ubicó en la sección Zabaltegi, que recoge “trabajos fílmicos de duración variable y que propongan nuevas formas, miradas o puntos de vista en el cine”. Algo que encaja como anillo al dedo con Fauna, pues sólo dura 70 minutos y nos ofrece una historia ciertamente singular: empieza como si fuera Los padres de ella a la mexicana, pero a la mitad del film se producirá un giro metanarrativo donde el relato se reorganiza y pasamos a contemplar la película desde una nueva perspectiva: en otra ficción dentro de la ficción en la que ya estábamos -la representación visual de una novela que está leyendo uno de los protagonistas- y en la que los mismos actores del principio pasarán a interpretar a otros caracteres.

La película es una reflexión sobre el acto de interpretar, la performatividad, la capacidad del ser humano para cambiar de rol y representar un papel en una ficción. En este sentido, la trama contiene tres escenas donde se ilustra claramente este tema. En la primera, a un actor secundario de Narcos: México -Francisco Barreiro- se le insta a que interprete una escena de la serie; un curioso juego entre realidad y ficción, pues el propio Barreiro participó en esa misma serie de Netflix. En la segunda, una madre y una hija representan una emotiva escena sacada de Sonata de otoño (1978) de Bergman, que le sirve a Pereda para homenajear visualmente al maestro sueco de la incomunicación -y al espectador para comprobar la odiosa comparación de las dos actrices mexicanas con nada menos que Ingrid Bergman y Liv Ullman-; y en la tercera, dos personajes ensayan la interactuación que uno de ellos ha de tener con otro en el futuro, un encuentro provocado y que no llegaremos a ver, después de todo, en la pantalla.

Rodada en un estilo cercano al documental -Pereda aboga por eliminar las barreras entre realidad y ficción y califica a su cine de docuficción-, la película va organizando sus escenas en distintos planos secuencia, con lo que la acción se desarrolla en tiempo real, sin cortes. Pereda tampoco mueve la cámara del emplazamiento inicial, y son los actores con su movimiento de acercamiento y alejamiento del objetivo los que hacen variar la escalaridad del plano. Esto hace que la labor de estos sea muy importante, pues cualquier error podría echar a perder una toma de, por ejemplo, ocho minutos del tirón. Un alarde que denota la gran confianza de Pereda en sus actores: no por casualidad, el director siempre trabaja con el mismo cuarteto de intérpretes -Gabino Rodríguez, Luisa Pardo, Francisco Barreiro y Teresa Sánchez-, hasta el punto de que cuando escribe un guión ya les da a los personajes el nombre del actor que lo va a interpretar, amoldando sus caracteres a la forma de hablar y moverse de estos.

La película también encierra una crítica al modo distorsionado en el que los medios de comunicación -películas, series, libros, periódicos, noticiarios- representan la narcocultura, inoculando en el subconsciente colectivo una imagen glamourizada de la violencia y de unos narcos que son retratados como antihéroes con un férreo código de honor, algo muy alejado de la realidad. En este sentido actúa la escena donde Barreiro recita el monólogo de Diego Luna en Narcos:México, donde vemos que, fuera de su hábitat natural -un episodio de Netflix- y trasplantado a la realidad cotidiana y espartana de una película como Fauna, sus frases resultan grandilocuentes y exageradas, poco verosímiles. Así mismo, el personaje de Rosendo Mendieta -referido en los dos universos diegéticos que nos muestra el film- alude a los más de 121.000 muertos y 30.000 desaparecidos que ha provocado la guerra contra el narco desde 2006 en México; y la canción que interpreta Teresa Sánchez en el bar es una parodia de la intro de Narcos de Netflix, principal causante de esa distorsión mediática relacionada con la narcocultura mexicana.

En resumen, con Fauna estamos ante una película situada en los márgenes del cine comercial, interesante por su experimentación con la metaficción, y que aunque pueda ser de difícil digestión para el público mainstream por su propuesta tan minimalista, no resulta nada desdeñable si se pueden interpretar sus claves.

Criticoll

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