Da un poco de pena que Indiana Jones y el dial del destino esté estrellándose en taquilla cuando supone la digna despedida de uno de los personajes más míticos y carismáticos de la historia
del cine. Qué lejanos aquellos tiempos cuando de niño vi una y otra vez los
VHS de En busca del arca perdida e Indiana Jones y el templo maldito,
o acudí al estreno de Indiana Jones y la última cruzada en septiembre de
1989 en el Cine Eslava de Valencia, después de hacer una buena cola al sol o haber
vivido durante todo aquel verano en Irlanda el buzz de su rivalidad con
el Batman de Tim Burton. Tras el resbalón de Indiana
Jones y el reino de la calavera de cristal (2008) 15 años después ha
llegado esta quinta entrega, que curiosamente era el número total de películas
que George Lucas y Steven Spielberg tenían en mente en 1981 cuando iniciaron la
saga.
Al contrario que su predecesora, Indiana Jones V honra el legado de la franquicia en este último baile del
personaje, aunque al final se quede corto respecto a los logros de la trilogía
original. Esto tampoco es una sorpresa, pues Harrison Ford, que tenía 78-79 años
en el rodaje, encarna a un Indiana Jones alejado de su mejor estado físico y
mental, y encima tras las cámaras no está el director que elevó sus películas
a la categoría de clásicos del cine, sino James Mangold, un correcto artesano
pero sin el toque mágico del gran Steven. A cambio, el film da lo que
promete para agradar a sus seguidores: un guión trepidante con muchas escenas
de acción, un objeto histórico de macguffin, nazis como los malos, la música de
John Williams, cameos de personajes muy queridos por los fans o diversas
metarreferencias para regocijo no sólo de los muy cafeteros. El problema es que
todo esto no ha bastado para enganchar a las nuevas generaciones, que no poseen un vínculo afectivo con el personaje ni
se sienten atraídas por un señor de 80 años de protagonista, aunque tenga detrás a toda la maquinaria publicitaria de la Disney.
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El film se inicia con un prólogo de
25 minutos que resulta ser lo mejor de la función, no sólo por capturar el espíritu
aventurero de las tres primeras cintas al incluir elementos indispensables del universo indianesco -la 2ª Guerra Mundial, los nazis, persecuciones
en coche o en un tren, reliquias religiosas en disputa, Indy salvándose por los
pelos, etc- sino también por mostrarnos, por obra y gracia del CGI de rejuvenecimiento
facial, a un Indiana Jones de 1944 en una plenitud física que recuerda a su aspecto de
los años 80, y que por primera vez se puede decir que está bastante conseguido y
no chirría casi en ningún momento. Pero no sólo en su rostro, sino también en
sus movimientos corporales: es como si Hollywood hubiera aprendido la lección
de El irlandés e Indiana se moviera como una persona acorde con la edad que
aparenta su cara -menos cuando corre en PG de forma poco natural por el techo
del tren, estilo dibujo animado-. Esto me pareció en realidad una especie de
desagravio de los productores ante los fans, como entonando el mea culpa al
reconocer que tenían que haber hecho más películas de Indiana Joven, digo Jones,
cuando Harrison Ford estaba en su prime. Y es que el efecto está tan logrado
que uno llega a imaginar lo que molaría toda la película con ese Indiana
rejuvenecido, aunque es verdad que en escenas más luminosas o dramáticas
creo que sí se vería el cartón. Pero como dirían en The Mandalorian, this is the way, y puede que en un futuro cercano veamos nuevas aventuras de
Indiana Jones con el aspecto de un Harrison Ford ochentero, tan sólo apretando
algunos botones de un banco de imágenes almacenadas y generadas por CGI.
El contraste llega en la
siguiente escena, ambientada en 1969 con un Indy avejentado, amargado y solitario viviendo
en un piso bonsai de Nueva York, que va a quejarse a sus vecinos porque tienen
la música muy alta. Un cambio que nos avisa que esta será una historia crepuscular, pues el personaje no está para muchos trotes, sino al borde del retiro en un
mundo que ya no comprende o siente como suyo. Sin embargo, la reaparición de
Voller, el nazi del prólogo -Mads Mikkelsen, malo oficial de toda franquicia
que se precie- en busca del macguffin de turno -el dial del destino,
obra de Arquímedes- hará que nuestro héroe se vea obligado a tomar cartas en el
asunto ante la llamada a la acción que le hace Helena -Phoebe Waller-Bridge-,
su ahijada y compañera de fatigas en esta aventura, que los llevará sin respiro
por Nueva York, Tánger, el Mar Egeo o Siracusa, en Sicilia.
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La película resulta entretenida, aunque
se resiente en lo visual de la ausencia de Spielberg a los mandos: apenas hay
planos que se te queden en la retina, como sin duda habría manufacturado el Rey Midas. Las set
pieces de acción son demasiado largas y aparatosas, y se nota el excesivo
uso de CGI en ellas, sobre todo en la interminable secuencia de la persecución en tuk-tuk por
las callejuelas de Tánger. Un fallo que llevo viendo en el cine desde el King
Kong (2005) de Peter Jackson. Hollywood, ya sabemos que la tenéis muy
larga, no hace falta que nos la restreguéis tanto rato por la cara.
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Habría que hacer una mención a
nuestro Antonio Banderas, al que le hacía tanta ilusión salir en una película
de Indiana Jones que cuando se lo dijeron seguro que ni se leyó el guión. Y es que su personaje está totalmente desaprovechado, sin oportunidades de lucimiento y apenas líneas de
diálogo; no sé cómo lo destacan tanto en el poster, es publicidad engañosa. Su
papel lo debería haber interpretado un actor random y todos habríamos salido ganando,
pues su brevísima intervención hasta parece una falta de respeto a su estatus de estrella de
Hollywood. Por cierto, que ya le podían haber llamado de otra forma, porque lo
de Renaldo se las trae… He buscado en la página del INE cuántos Renaldos hay en
España y pone que “no existen habitantes con el nombre consultado o su
frecuencia es inferior a 20 para el total nacional -ó 5 por provincia-”. Se ve
que a los tres guionistas gringos no les sonaba lo bastante español Pepe, Paco,
Manolo o ya puestos, Antonio. También es curioso el cameo de un bote de leche
en polvo Clesa en un armario de su barco, ¿habrán pagado product placement ¿?
Tampoco Sallah -John Rhys-Davies- tiene mucho que hacer, da lástima cuando Indiana
se lo deja en el aeropuerto obviando sus ruegos de que se lo lleve de
aventuras, como diciéndole: lo siento, se te ha pasado el arroz, con un viejo en
la historia sobra.
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Así mismo, el guión encuentra una
buena solución para justificar la ausencia de Mutt -Shia LaBeouf-, el irritante
hijo de Indy, omisión explicada por este en una emotiva escena. Lo que da pie, como decían en twitter, a un irónico pensamiento:
¿Qué
demonios? ¿Indiana Jones 5 me hizo llorar por Mutt Williams? Si bien sus
nuevos
sidekicks tampoco son una maravilla: a la propia Helena no se le
acaba de coger el punto, es como una especie de versión hacendado y feapa de Keira
Knightley -esta habría quedado más cool en el papel- y Teddy -
Ethann Isidore- actúa
como su mini yo, un mena de Tánger rollo Tapón para enganchar al público
joven, y al que yo -tras afeitarle el mostacho- becaría en Harvard, pues estamos ante uno de los individuos
más inteligentes de la historia, capaz de aprender a nadar o a pilotar una
avioneta sin ninguna instrucción o experiencia previa. Y es que la historia
está plagada de agujeros de guión, que si te pones a pensarlos no se
sostienen, aunque el -escaso- público que está yendo a verla seamos del Team
Indiana a muerte. Aquí hay unos cuantos: ¿Cómo es que los nazis que suben al coche
de Indy en el prólogo no ven que hay un tío inconsciente en el suelo? ¿Cómo
es que Voller no muere o al menos no tiene alguna cicatriz del tremendo golpetazo
que recibe en la cara en el tren? ¿Le quedaron secuelas cerebrales al no reconocer años después al hombre que le robó el dial? ¿Por qué la noticia en la tele es que un
viejo es sospechoso de asesinar a dos personas en un colegio y no el tremendo follón
que se ha montado en el desfile de los astronautas? ¿Por qué Helena le dice a
Teddy que robe una avioneta? ¿Es pitonisa y sabe que les hará falta para volver allá a donde van?
¿Por qué luego ella no se sube y se va en moto a lo loco a perseguir al avión
de Voller? ¿Para qué secuestran todo el rato a Indiana y no se lo cargan, si este
no tiene ninguna información útil que proporcionar a los villanos?
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El viaje en el tiempo final rasgará
las vestiduras de los más puristas, pero lo cierto es que las películas de
indiana Jones siempre flirtean con lo sobrenatural, aunque a veces, como en la cuarta,
se pasen tres pueblos. Creo que aquí queda bien, resulta un hábil recurso para
homenajear al arqueólogo más famoso del cine, que pueda conocer de primera mano
épocas pretéritas y figuras históricas que lleva toda su vida estudiando; un desenlace que
por lo visto se volvió a rodar tras los malos resultados en los screen test. El
epílogo actúa un poco como fan service, pero hay que reconocer que es emotivo en
su alusión a una de las escenas más recordadas de En busca del arca perdida,
cerrando el círculo afectivo del protagonista. Aunque habría estado mejor si
hubieran respetado la asociación habitual de doblaje de cierto personaje y no
cambiarlo, a estas alturas.
![](https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEi0PLdbvMxBVPiPw2BTQ254Za_J5RxjT0rJj9Yz9x6LOAbM6Z6e6X5ri05JijqZSD92kq2ZKiKsSvYj1SqF4QKi1KFujETmeaFARO1pMgK5YwRmsTfO38f5ikCJq1v7rhzUjxcpQHsHGMOfXBsywaUyE4OXESY72K0uf5zKkd9zMDeP6gdjS7B7BJKZb0rh/w400-h200/indiana-jones-dial-destiny-box-office-bomb-reason-1.jpg)
En fin, una película hecha a la
medida de los fans de Indiana Jones con 295 milllones de dólares de presupuesto
-más de 400 en total, tras los gastos de publicidad- lo que la convierte en una
de las cintas más caras de la historia. Pero lleva sólo 159 millones recaudados
a nivel mundial y tendría que alcanzar sobre los 800 para obtener beneficios, lo que se antoja bastante improbable: el público juvenil -el que más frecuenta las salas- no conoce a Indiana Jones, y el grueso de quienes han ido a verla son adultos movidos esencialmente por la
nostalgia o la gratitud hacia el personaje, para despedirse de él más que por otra
cosa; por lo general prefieren ver Netflix o sucedáneos en casita. A ver si la medida del
gobierno de rebajar las entradas de cine a 2 euros los martes para mayores de 65 años la
hace remontar un poco, aunque con ese precio ya tienen que ir oleadas de jubilados a verla para que la cosa sea rentable.
Criticoll
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