lunes, 21 de noviembre de 2011

La Blackberry en el agua

"Un Dios salvaje"

TÍTULO ORIGINAL: “Carnage” (2011). DIRECCIÓN: Roman Polanski. REPARTO: Jodie Foster, John C. Reilly, Kate Winslet, Christoph Waltz.

Cuarenta años después de Macbeth y casi veinte de La muerte y la doncella, Roman Polanski vuelve a las tablas para encontrar la inspiración de un nuevo film, en este caso Un Dios salvaje, basado en la famosa obra teatral de Yasmina Reza. Un montaje estrenado en París en 2007 y que pronto se trasladó con éxito a otros escenarios internacionales: el español con Maribel Verdú, Antonio Molero, Aitana Sánchez Gijón y Pere Ponce, o el de Broadway con Hope Davis, James Gandolfini, Marcia Gay Harden y Jeff Daniels.

Polanski permanece aquí fiel a la obra y desarrolla su película en los mismos parámetros espacio-temporales que Reza, es decir, una hora y veinte minutos de tiempo real y un escenario único: el apartamento donde dos matrimonios se reúnen para hablar de la pelea que han tenido en un parque sus respectivos hijos. Pero lo que empieza como una charla educada entre adultos irá degenerando poco a poco en una situación cada vez menos civilizada…

No por casualidad, el director de Frenético ambienta la cinta en Nueva York -megaurbe de sus prohibidos USA y el hogar de la ONU- para ofrecernos otra muestra más de su talento para diseccionar los aspectos menos amables y más oscuros del ser humano. Todo un dechado de empatía y corrección en la superficie pero primitivo, egoísta, salvaje y belicoso en la realidad tras un buen par de tragos de whisky. Sin embargo, lejos de gravedades y pesimismos, Polanski nos cuenta su historia en clave de comedia negra para ridiculizar mejor esa hipocresía convencionalista que nos exige la vida en sociedad, muy cercana en forma y fondo a El ángel exterminador de Buñuel. Para ello sitúa a sus cuatro personajes en una progresiva lucha dialéctica, que primero enfrenta a las dos parejas, luego a los hombres contra las mujeres, posteriormente a maridos contra esposas para acabar al final con un sálvese quien pueda de todos contra todos, como los típicos caracteres polanskianos, solos y desamparados en el mundo. Un tour de force en el que todos los intérpretes brillan a gran altura y donde es imposible destacar a uno sobre el resto. Ya sea Jodie Foster como la madre y esposa abnegada que va de liberal pero que salta a poco que le toquen sus propiedades -como sus libros de arte, sus flores o su hijo-; una Kate Winslet fina y elegante -hasta cuando vomita, en uno de los momentos del año- que se burla del apego de su marido a objetos materiales como la blackberry, pero que luego no duda en llorar infantilmente la rotura de su kit de maquillaje; John C. Reilly, el tipo en apariencia bonachón pero que esconde bajo esa máscara un peligroso reaccionarismo -con John Wayne e Ivanhoe como grandes héroes-; o Christoph Waltz encarnando al arrogante y cínico abogado a un móvil pegado y que tiene la suerte de decir las frases más ingeniosas del guión.

Paradójicamente, quizá la película se acabe haciendo en su tramo final algo larga, debido a que resulta muy difícil mantener constante el ritmo de la historia durante 79 minutos, sin elipsis y en una única localización; un problema inherente a la singularidad de su propuesta y que el mismísimo Hitchcock padeció en La soga o Náufragos. No obstante, hay que reconocer que la efectiva puesta en escena de Polanski -con su proverbial habilidad para moverse por espacios cerrados y buscar siempre el mejor encuadre-, la gran labor de los cuatro actores, así como la calidad del texto original subsana esos pequeños baches que pueda sufrir el film. Un título que o mucho me equivoco, o lleva camino de igualar el hito logrado anteriormente por ¿Quién teme a Virginia Woolf? y La huella: conseguir que su reparto en pleno sea nominado al Oscar.

Criticoll

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