Si el 31 de octubre de 2020 despedíamos tristemente a Sean Connery, un año después de nuevo es pertinente aprovechar la festividad de Todos los Santos para entonar un réquiem por su personaje fetiche, James Bond. Y es que esta vez no puede decirse aquello de Nunca digas nunca jamás y el último Bond, Daniel Craig, ha dicho para siempre adiós a 007 con Sin tiempo para morir, su quinto film de la saga. Un largometraje que, parafraseando a Andrew Sarris, es la película ideal de James Bond para todos aquellos a los que no les gusta James Bond. En efecto, quince años ha durado la era Bond-Craig, un periodo en el que Barbara Broccoli y Michael G. Wilson, sempiternos productores de la franquicia, han intentado un progresivo lavado de cara del personaje acorde con los nuevos tiempos, algo que ya se intuía tímidamente en Casino Royale (2006) al mostrarnos a un 007 multidimensional, vulnerable y con sentimientos, que ni siquiera fumaba o le daba igual si el Martini estaba mezclado o agitado, aunque al menos mantenía varias señas de identidad, como su ludopatía, la capacidad para la acción y la violencia o su arte para la seducción femenina. Pero cinco películas después, la maniobra gatopardiana -hacer que todo cambie para que todo siga igual- se les ha ido de las manos al dotar a Bond de un arco evolutivo tan excesivo que a este ya no lo reconocería ni su propio padre. Un Ian Fleming que debe estar revolviéndose en su tumba al ver en lo que han convertido a su mítico personaje: en un monógamo abstemio, jubilado y padre de familia, simbolizado en ese famoso meme en el que le vemos de paquete en una moto conducida por la nueva 007, que atiende al nombre de Nomi -Lashana Lynch- y que por supuesto es una mujer empoderada, lesbiana y negra. Una concesión a la dictadura de lo políticamente correcto a la vez que una traición de tomo y lomo a la esencia bondiana, algo que ya ha encontrado las quejas y lamentos de fans famosos como Arturo Pérez Reverte o Santiago Segura… y probablemente de los herederos de Fleming.
Quizá tanto cambio fue lo que
ahuyentó a Danny Boyle de la silla del director en No Time To Die,
siendo sustituido por el prometedor Cary Joji Fukunaga -Sin nombre, True
Detective-. Ya en harina Fukunaga se encontró con muchos retrasos debido a otra
lesión en el rodaje del patoso Craig -que ya había puesto en duda el proyecto por
sus recelos de seguir encarnando al personaje- así como por la pandemia del
coronavirus, que acabó postergando el estreno más de un año, con lo que se igualaba
el récord de más tiempo -seis años- sin una película de James Bond, pues Spectre
es de 2015; tal y como sucedió entre 1989 y 1995, los años perdidos entre
Timothy Dalton y Pierce Brosnan.
Al hablar de la película en sí, en
el lado bueno de la balanza hay que reconocer que Sin tiempo para morir
tiene escenas de acción muy espectaculares, y un metraje generoso de 143
minutos que justifican el pago de la entrada, suponiendo una especie de mágico
fin de fiesta de la era Craig en la que se incluyen guiños a otros títulos de
007, como la mención a Vesper Lynd -Eva Green- o la presencia del gran Felix
Leiter -Jeffrey Wright-; o ese malo de nombre demoníaco -Lyutsifer Safin-
interpretado por Rami Malek que recuerda al Dr No por sus taras físicas, su
vestuario o su guarida-fortaleza en una isla -rollo también Solo se vive dos
veces, Operación trueno, etc-; así como los varios Aston Martin -marca recuperada
tras la etapa Brosnan, que solo conducía BMWs- que utiliza aquí Bond cuando aparca
la moto. También destaca Ana de Armas como lo más parecido a una chica Bond que
aparece en el film, y que roba la película en su única escena en La Habana. De
hecho ya se habla de un spin off de Paloma, aunque también se dijo de uno de
Jinx -Halle Berry- tras Muere otro día (2002) y aún lo estamos
esperando. En el lado malo, hay que señalar que No Time To Die no acaba
de ser redonda por varias razones. En primer lugar, por la errática dirección de
Fukunaga, que combina en sus escenas de acción el montaje mareante y espídico made
in Paul Greengrass de principios de los 2000 de la saga Bourne -donde no te
enteras de nada-, con otros momentos en los que hace todo lo contrario, como
ventilarse en un único plano secuencia una set piece de Bond contra un
montón de drugos de Safin, una autorreferencia a su famoso travelling de
tres minutos sin cortes del 1x04 de True Detective. Pero sin duda lo
peor de la película son los molestos fallos de guión que contiene -y eso que había
cinco guionistas acreditados- con comportamientos continuamente ilógicos de los
personajes. Así, por ejemplo, Madeleine -Lea Seydoux- no le dice su gran
noticia a James antes de subir al tren, o no dispara a Safin en la puerta de la
cabaña noruega ¿?; Mathilde araña a Safin durante su huida y este deja ir a la niña,
que era su rehén, perdiendo su gran baza contra Bond ¿¿¿??? Y luego ella -con 5
años- encuentra a su madre por los intrincados pasillos de la guarida del malo
como si nada. Por no hablar de la cualidad del propio Safin de no envejecer
-debe ser familia de Benjamin Button-, pues tiene el mismo aspecto en el flash-back
inicial de hace 25 años que en el presente, o las caprichosas reglas del virus
Heracles, que cambian según les convenga a los guionistas. Por cierto, esto del
virus suena sospechosamente actual, y parece una predicción illuminati al covid
19... ¿Cómo podían saberlo, si el guión se escribió varios años antes? Pues
porque manejan la agenda mundial y deciden lo que va a pasar, está bastante
claro.
En fin, que es como si los productores
de James Bond se hubieran dado cuenta de que en esta nueva sociedad de lo woke y la cultura LTGBIQ+ ya no hay sitio en el cine mainstream
para un personaje como el agente secreto británico con licencia para matar, pues
si se estrenara hoy cualquiera de sus films previos sería carne de boicot en
twitter y en la puerta de los cines por machista y misógino, así que normal que
corten por lo sano con la ex gallina de los huevos de oro. Eran otros tiempos,
y ahora hay que ser más inclusivo, tolerante, eco friendly y biodegradable. Me
parece muy bien, pero que paren la franquicia que yo me bajo. Buena suerte, Nomi.
Criticoll
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