War Horse (Caballo de batalla)
Título original: War Horse (2011). Director: Steven Spielberg. Intérpretes: Jeremy Irvine, Peter Mullan, Emily Watson, Tom Hiddleston, Benedict Cumberbatch, Eddie Marsan, Toby Kebbel, Liam Cunningham, David Thwelis.
Hitchcock solía decir que nunca había que trabajar con niños, animales o Charles Laughton, un consejo que Steven Spielberg parece haber ignorado a lo largo de su carrera. No en vano, ha rodado con niños -E.T., El imperio del sol, Hook-, actores conflictivos a falta del finado Charles -Tom Sizemore, Dustin Hoffman, Robert Shaw-, y ahora nos llega su incursión en el reino animal con este War Horse (Caballo de batalla). Un film, curiosamente, cercano a aquel Seis destinos protagonizado por Laughton y en el que, en lugar de un frac, seguimos la trayectoria de un caballo y sus continuos cambios de dueño durante la Primera Guerra Mundial.
Estamos ante una película familiar de espíritu muy cercano a Lassie o Mi amigo Flipper, y en la que Spielberg trata de homenajear al gran número de equinos-soldado caídos en esa contienda, así como al modo de hacer cine a la vieja usanza de maestros como Ford, Wyler, Fleming o Vidor. Un terreno donde el Rey Midas pisa con comodidad y en el que demuestra de nuevo su virtuosismo como gran narrador de historias. Sin embargo, y aunque a estas alturas nadie le vaya a enseñar a filmar, sí es cierto que en esta ocasión da la impresión de que el autor de Tiburón se haya dejado llevar un poco por su entusiasmo, al sobresaturar el film de demasiados momentos emotivos y trascendentales. Instantes prefabricados a base de travellings in y out con grúa bastante grandilocuentes -un vicio adquirido seguro que por influencia de Peter Jackson-, así como por la omnipresente música de John Williams, que de tanto aparecer termina por sonar enfática y sentimentaloide.
Pero al menos la cinta entretiene, y, dentro de su inocencia o su afán por no mostrar los horrores del frente -todas las muertes se producen en elipsis, ¡estamos en la Disney!- el film posee un marcado carácter pacifista; no en vano, la frase fetiche del guión puesta en boca de varios personajes es “la guerra se lleva todo de todos”. Además, War Horse cuenta con una de las escenas mejor rodadas en la ya dilatada filmografía de Spielberg: esa de Joey corriendo por las trincheras y el campo de batalla a galope tendido, y donde todos los elementos de la película -fotografía, montaje, banda sonora, dirección…- se combinan a la perfección para lograr un momento ciertamente memorable. Una secuencia que equilibra otras algo chirriantes, -como la forzada camaradería anglo-alemana en el asunto alambre-tenazas-; el plano final del crepúsculo, saqueado de Lo que el viento se llevó; o lo raro que resulta escuchar en la v.o. a franceses y germanos hablando inglés con acento entre ellos -menos cuando las tropas marcan el paso, entonces dicen los números en alemán (¿?)-… Un recurso que obedece sin duda a esa intención de Spielberg por emular el estilo del cine añejo, pero que al Tarantino de Malditos bastardos le debe haber producido carcajadas. Otro aspecto paradójico -aunque achacable a la novela original de Michael Morpurgo- es que Joey acabe siendo en realidad tan gafe como el frac de Laughton, por lo que choca un poco que el joven Albert -Jeremy Irvine- desee recuperarlo con tanto anhelo.
En resumen, un largometraje bien realizado pero exactamente tal y como uno se lo imagina, sin poco espacio para la sorpresa, como no sea la de comprobar el talento de Spielberg para sacarle algo parecido a una interpretación al animal-caballo protagonista. Un hecho nada difícil, por otra parte, en un hombre que ya logró una proeza similar con Matthew McConaughey en Amistad.
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