Skyfall
TÍTULO ORIGINAL: “Skyfall” (2012). DIRECTOR: Sam Mendes. REPARTO: Daniel Craig, Judi Dench, Javier Bardem, Ralph Fiennes, Rory Kinnear, Naomi Harris, Bérénice Marlohe, Ben Whishaw, Ola Rapace, Albert Finney.
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Unos fichajes que pasan, en principio, por un director de prestigio y oscarizado -Sam Mendes-, algo inédito tras tantos años de artesanos aplicados como Young, Hamilton, Glen o Campbell. O del retorno del director de 2ª unidad Alexander Witt y del montador Stuart Baird -presentes en Casino Royale, ausentes en la confusa Quantum of Solace-; y del operador de los Coen, Roger Deakins, que debuta aquí en el universo Bond para dotar a la película de un look ciertamente fascinante. En cuanto al reparto, otro gran activo del film es la presencia de un antiguo conocido de Deakins en No es país para viejos, es decir, Javier Bardem. Un Bardem que interpreta con su calidad habitual a Raoul Silva, el villano de turno, y que, aunque tarda más de una hora larga en salir, cuando por fin lo hace la verdad es que es a lo grande: para marcarse un monólogo en plano secuencia mientras camina que empieza en Plano General y acaba en Primer Plano suyo y que parece fácil cuando se ve, pero que seguro que lo repitieron unas cuantas veces. Un personaje inquietante -hay que verla en v.o., la voz de Rafael Calvo del doblaje no le pega- y que resulta un compendio-homenaje a malvados míticos de la saga: con los ojos rasgados como el Dr No; rubio como el Max Zorin de Christopher Walken; con dentadura metálica a lo Tiburón; ex -agente del MI6 igual que el Sean Bean de Goldeneye, y en fin, con tendencias megalómanas como mandan los cánones. Un individuo con el que uno puede llegar a simpatizar o sentir lástima al contar con buenas razones para ser tan rencoroso con M -Judi Dench-… Una M que aquí se asemeja a la figura capital de una tragedia shakespeariana, con Silva y Bond como sus desconcertados hijos que, por distintas razones, no acaban de entender por qué su madre fue tan dura e injusta con ellos en el pasado. Una culpa que M reconoce, en el fondo, tras su fachada inflexible, y que la prepara para aceptar el mal karma derivado de sus acciones. Eso por no hablar de cómo se aferra con uñas y dientes a su puesto cuando ve asomar las orejas a la jubilación… Y es que la confianza traicionada y el recambio de lo viejo por lo nuevo son los dos grandes temas de la película. Un renovarse o morir que la serie tiene muy asumida desde Casino Royale (2005), con aquel shock que significó para algunos que a Bond ya no le importase el Martini con vodka mezclado o agitado. Pues aquí se añaden otras muescas a la desmitificación, como que el nuevo Q -Ben Whishaw- sea un imberbe que se burla de la extravagancia de gadgets anteriores, o que Bond pierda su puntería, fracase en una misión y sea criticado por viejo como agente de campo. Algo de lo que Craig se ha quejado en realidad, ya que a sus 44 tacos no se ve en muchas más cintas de 007 más allá de las dos que tiene firmadas… y eso que Roger Moore a sus años aún no había hecho ni la primera. Sin embargo, Skyfall también conmemora los 50 años de James Bond en el cine, por lo que Bárbara Broccoli y Michael G. Wilson -que han visto El gatopardo-, saben que tampoco hay que pasarse con los cambios, ya que la longevidad de la franquicia se debe en realidad a esos guiños clásicos tan reconocibles por los fans. Así, aquí tenemos de nuevo a Craig en un casino diciendo aquello de Bond, James Bond; la aparición de un escenario tan familiar como el Estambul de Desde Rusia con amor; del legendario Aston Martin; de la futura Moneypenny; de la recuperación de los orígenes escoceses del personaje, o de, por primera vez en la era Craig, de la icónica imagen de 007 andando y disparando desde dentro del cañón. Unos homenajes perfectamente integrados en el guión escrito a seis manos por Neil Purvis, Roger Wade y John Logan, y que aparca -de momento y gracias- la farragosa trama de la organización Quantum. Aunque también haya cosas que me chirriaron de la historia, pequeños detalles tontos como que Bond deje que se carguen a varios inocentes -como el que quería comprar el cuadro en Shanghai-, o que la avanzadilla de doce mercenarios que van a por 007 y M a la casa de campo escocesa, pasen por al lado del Aston Martin y no le hagan nada, ni siquiera pincharle las ruedas o un triste rasguño en la carrocería. Pues vaya mierda de sicarios, normal que acaben todos palmando, si eso se aprende en primero de Malotes… Menos mal que luego Silva salva el honor y deja el pobre coche hecho unos zorros. Algo que enerva sobremanera a su dueño, que no dudará en echar mano de su licencia para matar como represalia; mejor excusa que esa…
Eso sí, al salir del cine silbando alegremente la musiquilla de Monty Norman, enseguida se me fue la emoción al perder el autobús en las mismas narices, algo que a 007 nunca le habría pasado, GRRR. Pues eso, que mientras me quedaba en la parada refunfuñando, pensé en Bond y en la forma tan original que tenía de subirse al metro, y llegué a la conclusión de que Daniel Craig aún no está tan mayor para no seguir haciendo el papel, después de todo.
Eso sí, al salir del cine silbando alegremente la musiquilla de Monty Norman, enseguida se me fue la emoción al perder el autobús en las mismas narices, algo que a 007 nunca le habría pasado, GRRR. Pues eso, que mientras me quedaba en la parada refunfuñando, pensé en Bond y en la forma tan original que tenía de subirse al metro, y llegué a la conclusión de que Daniel Craig aún no está tan mayor para no seguir haciendo el papel, después de todo.
Criticoll
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