Resumen de 2012: Los suspensos
Aunque este año ya no he visto Tu cara me suena, para no perder la tradición voy a poner notas como en el colegio a varios de los films estrenados en 2012. En esta ocasión analizaré los que merecen ser suspendidos por malos, fallidos y prepotentes, entre ellos el peor largometraje del año con diferencia: Holy Motors. Como de Manolete, John Carter, La sombra de la traición y Extraterrestre ya hablé en su momento, me concentraré en los otros títulos que me quedan por destrozar.
Los suspensos del año: Holy Motors, Manolete, John Carter, La sombra de la traición, Extraterrestre, Luces rojas y La chispa de la vida.
HOLY MOTORS
He visto por ahí que algunas webs de cine han elegido a Holy Motors como la mejor película del año. Es natural, dicen que sobre gustos no hay nada escrito. Hay personas que prefieren la mostaza al ketchup, Death Proof a Pulp Fiction, se ríen con Miki Nadal o disfrutan con la versión cinematográfica de Dune. El problema viene cuando un grupo de individuos se ponen de acuerdo para llegar a conclusiones tan equivocadas y tratan de convencer al resto de la humanidad de que ésas son las buenas, por lo que a uno le da por pensar si hablan en serio y no estarán todos para que los encierren. De hecho, igual ya viven en algún manicomio y esas listas las han escrito en el recreo o entre electroshock y electroshock. Solo así se entiende que una mierda del tamaño de Holy Motors haya sido capaz de subyugar la mente de tanta gente y, lo que es peor, de tanta gente que no se conoce entre sí.
Y es que cuando parecía que ninguna película de 2012 era tan irritantemente mala como para recoger el testigo de El árbol de la vida, llegó Holy Motors y salvó los muebles. ¡Alegría, alegría! Como agravante hay que señalar que su director -Leos Carax- sólo rueda una película cada 10 años, así que, falta de tiempo para pensarla no habrá sido... Sin embargo, l’enfant terrible del cine francés parece que hubiera filmado aquí la primera chorrada que se le ocurría en el plató, dando un nuevo sentido a la frase “las drogas son malas, no te las pongas”, bajo la excusa del surrealismo y de manchar el nombre de Buñuel o Ionesco por el camino. Sí, amigos, estamos ante un verdadero engendro con ínfulas de cine de autor, la típica marcianada narcisista hecha para provocar como sólo los gabachos saben perpetrar cuando se lo proponen. Como no podía ser menos, Cahiers du Cinéma tardó poco en ponerla como la mejor película del año; un hecho que no hace sino confirmar el chiste con el que terminaba Woody Allen Un final made in Hollywood.
Un Señor Mierda de film
![](http://2.bp.blogspot.com/-yr-eE8u_s8Q/UOg6iJNGoyI/AAAAAAAABqU/lhIRlUvx8xE/s320/holy-motors-pelicula-imagen-11.jpg)
En fin, que una cosa es el surrealismo y otra el morro y la pereza integral, y lo de Leos Carax parece esto último. Y eso que de vez en cuando metía en Holy Motors algún homenaje cinéfilo para aparentar ser muy profundo y multirreferencial, como, por ejemplo, que Edith Scob -la chófer- saliera con la misma máscara que llevaba en Ojos sin rostro (1960) de Georges Franju. Algo que no venía mucho a cuento y sólo servía para que los espectadores gafapastas le hicieran la ola con las orejas, y los demás se comieran la cabeza buscando significados ocultos; eso en el supuesto de que aguantaran hasta el final de semejante tortura de película. En este sentido, recuerdo una historieta de Mortadelo y Filemón que viene bastante al caso: los dos agentes de la T.I.A. reciben un mensaje secreto -wIrhe894yirRh- y se rompen las meninges tratando de averiguar lo que significa, utilizando todos los códigos descifradores a su alcance. Todo en vano hasta que, al final, consiguen entrar en la habitación desde donde se envió el mensaje y se encuentran… a una gallina aporreando una máquina de escribir. Pues eso. Que la próxima vez le dejen hacer la película a la gallina. O a las monas.
Otros dos estrenos de principios de año también hicieron méritos para figurar en este artículo. Igual la mayoría ya no los recordáis y con razón, pero yo es que soy muy rencoroso y les apunté la matrícula: hablo de Luces rojas y La chispa de la vida.
LUCES ROJAS
Hay un chiste fácil que viene al pelo para resumir Luces rojas: “Rodrigo Cortés pasó de tener al protagonista enterrado a tener una película para enterrar”. Y es que esa sensación de decepción es la que provocaba este thriller de misterio sobre dos físicos -Cillian Murphy y Sigourney Weaver-, que se dedicaban a desenmascarar a videntes supuestamente farsantes, como a una vieja gloria del negocio -Robert De Niro- que volvía al ruedo después de una larga temporada inactivo.
Yo ya cumplí en su momento y fui lo suficientemente ambiguo como para no spoilear nada, pero lo que sí me siento obligado a avisar a los que no hayan visto todavía Red Lights es… que no la vean, porque la vida es corta y no vale la pena.
Fallida y tramposa, casi todos los males de la película se concentraban en el guión escrito en solitario por el propio Cortés -en vez de firmar con seudónimo, el muy temerario-. Un libreto supuestamente original y novedoso pero en realidad plagado de tópicos y recursos baratos dignos de Uwe Boll, con demasiados diálogos y que encima tomaba por tonto al espectador al sacarse de la manga un giro final estilo El sexto sentido que traicionaba todo lo que habíamos visto hasta entonces, y que le hacía preguntarse a uno qué fue lo que se fumó Cortés cuando decidió acabar así su película.
Por supuesto tampoco faltaban escenas gratuitas para lucimiento de sus estrellas hollywoodenses, como ese encuentro furtivo en una habitación de hotel con ecos a Twin Peaks entre el pobre De Niro -su carrera sí que está en luces rojas- y Cillian Murphy sin mucho sentido en la trama, salvo para figurar como la típica secuencia en la que el antagonista le suelta el discursito auto justificativo al héroe, antes del clímax final y similar a la del mismo De Niro y Al Pacino de la cafetería en Heat -aunque al menos aquí ambos sí que compartían un puñetero plano-. Ah bueno, y en Luces rojas también salía Elizabeth Olsen, pero de eso ya ni me acuerdo. Ella seguro que tampoco.
LA CHISPA DE LA VIDA
La carrera de Alex de la Iglesia no ha evolucionado a la altura que prometían Acción mutante y El día de la bestia, sus dos primeras películas y las mejores junto con La comunidad. Y es que con cada nueva realización de Álex se ha hundido un poco más el buen recuerdo dejado por esos films, quedando patente que lo del de Bilbao es tropezar una y otra vez con la misma piedra y repetir sistemáticamente el error que arrastran todas sus películas: partir de una idea sugerente e ir malográndola poco a poco con un desarrollo pobre, para al final acabar de cualquier manera y por debajo de lo esperado.
La chispa de la vida no fue una excepción a la norma, por mucho que Álex viniera ahora de heredero de autores como Berlanga, Ferreri o Wilder nada menos. Pero la realidad fue tan cruel como la que nos mostraba su film, y ésta vino a decirle que su talento no daba para tanto, al andar tan escaso de sutileza y ambigüedad como sobrado de humor negro y mala leche. Y es que justo en esta película, cuando más falta hacía que desplegara esas virtudes que sin duda atesoraba en beneficio de la historia, va y se quedó corto de ellas, entregando un film blandito y excesivamente didáctico. Casi como si le diera vergüenza añadir matices al guión de la cinta -obra de Randy Feldman, ¡el de Tango y Cash!- y en el que por primera vez en su filmografía no participó ni como co-guionista.
La película nos mostraba el circo mediático que se originaba cuando un publicista en paro -José Mota- caía en unas obras del anfiteatro romano de Cartagena y se quedaba inmovilizado en el suelo con un hierro clavado en la cabeza. Pronto su percance se convertía en centro de la actualidad y todo el mundo -las televisiones, los dueños del anfiteatro, los políticos, hasta el propio accidentado- intentaban sacar tajada del suceso sin muchos escrúpulos.
![](http://4.bp.blogspot.com/-XOLDsvePQsQ/UOg9uS9CVjI/AAAAAAAABrM/fiuAoBlH-vA/s400/Lesdoit-la-chispa-de-la-vida-25.jpg)
Un detalle de La chispa de la vida que llamó mi atención es que era muy crítica con la telebasura pero luego en los créditos le daba las gracias a Tele 5 por la colaboración prestada -¿sería por el asesoramiento de sus expertos en la materia?-… Y es que la cadena de Vasile estaba durante todo el largometraje en medio de la diana, con el ficticio canal Antena 5, los cameos de Jorge Javier, Lidia Lozano o ese Rumore, Rumore tan similar al Sálvame o La Noria. Sin embargo, a la película le faltaban más dosis de ambigüedad para resultar real, ya que sus villanos -el alcalde que hacía Galiardo, el director de Antena 5 al que encarna Puigcorbé, siempre rodeado de meretrices- eran malos de una pieza, meras caricaturas; y, frente al íntegro personaje de Hayek en el polo opuesto -¿aún queda gente así?-, apenas habían unos pocos caracteres intermedios que hicieran el film más creíble: el médico de Antonio Garrido -en el fondo complacido por haber salido en la tele-, o el guardia jurado de Manuel Tallafé, que no podía evitar chupar plano en la emotiva entrevista familiar.
En resumen, que en este caso no costaba mucho imaginar lo que habría hecho un cineasta con más talento -y no con un hierro sino, como decía William Holden, con cuchillas de afeitar en el cerebro- como Billy Wilder, ya que ahí está El gran carnaval para que comprobemos de verdad cómo se utilizan la ironía, el sarcasmo o el morbo en una situación tan atractiva como la que nos plantean ambas películas.
Criticoll
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