jueves, 10 de enero de 2013

RESUMEN DE 2012 (II): LOS SUFICIENTES

Vamos ahora con los suficientes, films que me decepcionaron pero no en grado sumo, ya que a pesar de todo tenían algún detalle atractivo que los salvaba de la quema de estar junto al Señor Mierda, John Carter y compañía.

Los suficientes del año: Lo imposible, Intocable, Looper, La vida de Pi.


LO IMPOSIBLE


Ha recaudado cifras récord, ganará un porrón de Goyas y también han nominado a Naomi Watts y Ewan McGregor para darle glamour a la ceremonia  -eso si vienen-, pero lo cierto es que me esperaba mucho más de Lo imposible. Tanto se había comentado de la película de Juan Antonio Bayona que al final no pude sentirme más que decepcionado ante lo poco destacable que tenía que ofrecernos el film. OJO, SPOILERS, si queda alguien en Siberia que no sepa lo que pasó.

La película empieza con una familia europea de postal en el avión que les lleva a un hotel costero tailandés, el 24 de diciembre de 2004. En el cuarto de hora inicial antes de la catástrofe, nos dan una breve pincelada de los protagonistas, un matrimonio y sus tres hijos varones: de su personalidad, sus quehaceres, inquietudes, etc. Un poco sonrojante que J A. Bayona pretenda que sintamos pena por ellos ya antes de la ola, porque, eh, también tienen problemas: igual despiden a Ewan McGregor de su trabajo en Japón y ya no podrán pasar más navidades en otro megarresort de lujo en Tailandia. Snif, snif, puta crisis, siempre cebándose con los mismos.

En fin, que tras una escena muy bonita en la que encienden unos faroles por la noche y todos se abrazan -¿sacaría el Butanito la expresión de abrazafarolas de algún viaje por allí?- a los 15 minutos de metraje llega el momento del tsunami, que los pilla a todos descalzos en la piscina. Como consecuencia del impacto, María -Naomi Watts- y el hijo mayor -un adolescente algo irritante llamado Lucas, que se había ido a buscar una pelota roja-, se ven separados de los otros 3 miembros de la familia, esto es, Henry -Ewan McGregor- y los dos niños pequeños.

Y a partir de ahí se puede decir que se acaba la película, porque ya no hay más olas gigantes, ni amenazas, ni saqueadores, ni pederastas, ni peligros para María y Lucas, que a partir de entonces pasan a monopolizar la trama. Si acaso, y conforme se sitúa la acción a partir de que los llevan a un hospital, los malos parece que vayan a ser los desbordados médicos y enfermeras nativos ¿? o la pierna herida de la Watts, de la que uno se espera otro plano subjetivo amenazante, como hemos visto antes uno del mar mirando a los incautos humanos en la playa -plano saqueado, por cierto, de Tiburón-. Y es que la película se centra en ellos y olvida por completo las vicisitudes de Henry y los niños. ¡Dios mío! ¿Qué habrá sido de ellos? ¡Seguro que están muertos y lo de Ewan en el reparto era como lo de Janet Leigh en Psicosis! Bueno… puede que algún espectador llegara a pensar eso, pero se trataría de alguien que no ve mucho la tele y no se hubiera enterado aún de que ésta era una historia real basada en una familia española que sobrevivió al tsunami. ¡Vaya! ¡Un spoiler! Ni de coña, porque hace cuatro meses que está en cines y Bayona y compañía ya se encargaron en su momento de publicitarlos y pasearlos por todas partes en los preestrenos; con dos coj... Lo imposible era no enterarse de que estaban vivos. Y luego quieren que la gente sufra, se muerda las uñas y se estremezca por la incertidumbre frente a la pantalla. ¡JA!

Pues eso, que Ewan y los dos niños no vuelven a salir hasta una hora después o por ahí, que es cuando la película nos muestra el post-tsunami desde su punto de vista. Una historia que no deja en muy buen lugar a Henry que digamos: sobrevive a la ola pero se hace más daño luego al tropezarse dos veces con unos muebles; vuelve a una habitación de bungalow y no se le ocurre buscar ropa nueva o zapatos; deja a los pequeños al cuidado de unos extraños que bien podrían ser de alguna red de pederastia -aunque la película lo obvia por completo, desgraciadamente se dieron muchos casos de esos en la realidad-, y encima se achanta cuando le pide prestado a un tipo su móvil para llamar a casa y este se lo niega porque “se le gasta la batería”. ¡Maldito rácano! Ojalá se te hubiera tragado la mar, piensa el público al unísono -qué raro que no sonara aquí la música a todo trapo para acentuar el dramatismo-.


Pues nada, que hasta que se reúnen hay una escena con Geraldine Chaplin para rellenar, otra con Marta Etura potando, muchos planos aéreos de escombros para que veamos qué grande es la Ciudad de la Luz de Alicante, y una pelota roja que le hace a Henry bajarse de la camioneta y encontrar a su familia en un hospital. El problema es que no era la de su hijo, se había quedado en el resort… Ya, bueno, que era un presagio de que ellos estarían en ese hospital, y bla, bla, bla. ¡Pues no cuela, muy cogido por los pelos! Encima al final les ponen a un avión para ellos solos para que se vuelvan a casa, para recordarnos que siempre hubo clases.

Llegados a este punto hay que hacer referencia a dos aspectos de la película bastante molestos: el primero el guión de telefilme lacrimógeno de Sergio G. Sánchez, con fallos como no poner en paralelo las dos historias; recursos dramáticos tan manidos como el bote de coca-cola o la pelota, o el hecho de que escenas dramáticas como el sofoco de Lucas al ver que su madre ya no está en la cama tras la operación, queden en agua de borrajas porque sabemos que no murió.  Y el segundo, la música tan manipuladora y subrayante de Fernando Velásquez, que trata continuamente al espectador como a un pelele al que ha de guiársele en sus emociones: ahora toca llorar, ahora reír, ahora emocionarse mucho, etc.

Y tanto destacar los efectos visuales y no eran tan espectaculares, casi que los de Más allá de la vida eran mejores; al menos esa estuvo en el terceto de nominadas al Oscar. Lo Imposible no pudo ni entrar en el corte previo de las 10 preseleccionadas de noviembre. En fin, que la apruebo porque tengo debilidad por Naomi Watts y porque si yo hiciera una película intentando copiar a Spielberg, probablemente me saldría una muy parecida a ésta. Con la diferencia de que yo al menos habría escondido a la familia protagonista en un búnker bajo tierra hasta que la echaran algún día por Telecinco. Por cierto, ¿he dicho ya que todos sobrevivieron?

INTOCABLE

Antes de las nominaciones a los Oscar me sentía una mala persona al haber visto Intocable y no haber caído rendido a sus pies como el 98 % de la gente, como si así tuviera que ser para que el orden natural de las cosas se mantuviera. Su no inclusión en el quinteto final a la Película en Lengua Extranjera me alivia un poco, ya que pensaba que era yo solo y que había perdido el gen de la empatía con las masas o algo.

La película recrea la historia real de Philippe -François Cluzet-, un tetrapléjico-multimillonario-francés-blanco que contrata a Driss -Omar Sy-, un joven negro-de-origen-senegalés-de-los-suburbios-parisinos para ser su enfermero y ayudante personal. Sólo que en la realidad el joven no era negro, sino árabe. Vaya, ya empezamos mal:  vamos a contar una true story de amistad y buen rollo entre dos hombres de razas y clases sociales distintas pero cambiando al moro por el moreno, que es más cool para que nos compren el remake los americanos… Qué se le va a hacer, lo magrebí no vende a no ser que la peli trate sobre terrorismo.

Pero lo que realmente chirría de Intocable no es eso; a fin de cuentas, esto no es Lo imposible y si no has indagado un poco en el asunto, hasta los créditos finales no te enteras. No, lo verdaderamente molesto de ella es la acumulación de tópicos que nos meten los directores y guionistas -Olivier Nakache y Eric Toledano- para vendernos su moto, que en el fondo no es nada más que otra adaptación del mito del buen salvaje o del pez fuera del agua; como Pretty Woman, Una monja de cuidado, Sonrisas y lágrimas o las películas de Marisol o Shirley Temple de siempre: un personaje luminoso de extracción social baja que entra en contacto con algún ricachón y pone patas arriba su encorsetada existencia a golpe de vitalidad, espontaneidad e incorrección política, para acabar mejorando su vida y la de todos los que le rodean.

Especialmente molesto es Driss, un caracter que parece dibujado por los guionistas siguiendo el modelo de Mary Poppins, y que acaba resultando muy cargante al resolver los problemas de todos y cada uno de los personajes con los que interactúa. No me resisto a poner esta reflexión que he visto en filmaffinity y que secundo:

Si la película durase 5 minutos más, Driss aprendería a tocar el chelo.
Si la película durase 10 minutos más, Driss arreglaría los problemas gástricos de Yvonne.
Si la película durase 15 minutos más, Driss arreglaría la homosexualidad de Magalie.
Si la película durase 20 minutos más, Driss conseguíría que Giselle Bündchen se enamorara de Philippe.
Si la película durase 20 minutos más, Driss arreglaría la boda de Gastón y Adama.
Si la película durase 25 minutos más, Driss ganaría el gran premio de Mónaco de F1.
Y si la película durase 30 minutos más, Driss estudiaría medicina, se especializaría en neurocirugía y operaría a Philippe con resultados espectaculares.

¿Y por qué Philippe de repente lo despide? Con la buena química que tenían y lo bien que había encajado en su entorno... No, "porque ya llevaba mucho tiempo, y como es joven seguro que tendría otras ambiciones laborales aparte de cuidarlo a él". ¿? No tiene ningún sentido, y conforme está el patio menos. Más bien parece que en el guión había que poner algo que funcionara como segundo nudo de la trama antes del desenlace.

Pues eso, que no la suspendo porque su mensaje de esperanza para las personas minusválidas es aprovechable, y también porque me parece un poco fuerte meterla en el mismo saco que Holy Motors. Pero si hay una película en 2012 que me desilusionó después de todos los parabienes que había oído de ella, sin duda fue ésta.

LOOPER

Hace tiempo intenté ver una película que me habían recomendado llamada Brick, obra de un tal Rian Johnson. Era una historia contada a la manera del cine negro y ambientada en un instituto, donde un alumno -Joseph Gordon-Levitt- trataba de encontrar a su novia desaparecida entre matones, soplones y femmes fatales. Aguanté 15 minutos antes de darle al stop y decidir que no me apetecía mucho verla en aquel momento: ese cuarto de hora se me hizo eterno y los personajes y la trama, muy forzados. Han pasado varios años y nunca he vuelto a apretar el play para retomarla, y tampoco volví a saber nada de Johnson hasta este otoño, que se estrenó Looper y vi que había vuelto a la carga. La verdad es que no acudí muy raudo al cine como cuando se estrenó Eyes Wide Shut -a la primera sesión del primer día-, y el hecho de leer que los mismos críticos que habían ensalzado Brick hacían lo mismo con ésta no ayudó mucho. Así que la dejé pasar oliéndome otro aburrimiento similar, aunque la presencia de Bruce Willis y la trama fantástica de viajes en el tiempo parecían atractivos. Al final, el 31 de diciembre, unas horas antes de las campanadas, le di una oportunidad a Looper, a ver si imbuido por el espíritu del cambio de año lograba verla hasta el final. ¡Y lo conseguí! La verdad es que la película no puede negar que es hija del amigo Rian, un tío que lleva en los genes el ritmo premioso y que seguiría estando presente en sus films aunque le hiciesen rodar el remake de Speed. Debe ser una de esas personas lentas comiendo, de los que cuando en el cole estaba alguien leyendo en voz alta y había que pasar la página, la de su libro era la última que se oía.

Volviendo a Looper, la película empieza bien pero pronto se desvía por unos meandros argumentales que no eran los que debería haber seguido, no exprimiendo del todo el tema más interesante del film: la paradoja de encontrarte con tu propio yo del futuro y tener que acabar con él. Y eso que el trailer parecía muy chulo, pero en realidad la película pasa pronto de moderneces y juegos temporales para refugiarse en la quietud de la granja de Emily Blunt y convertirse en una especie de cruce de Raíces profundas con Terminator. ¿Y por qué en el futuro todo el mundo tiene tan mala puntería, que sólo aciertan con un trabuco a 2 metros? ¿Hacía falta caracterizar tan mal a Joseph Gordon-Levitt en su rol del Bruce Willis joven? Que yo recuerde, el bueno de Bruce nunca tuvo esas cejas tan negras ni esas arrugas en la frente, por no hablar de las lentillas tan cantarinas para cambiarle el color de ojos. El chico se esfuerza e intenta copiar sus tics, pero más bien parece que se haya aprendido los de Robert De Niro.

SPOILER Y lo del final… He hablado con más gente que ha visto Looper para ver si ellos le encontraban sentido a la idea de que la clave de la película sea proteger a un niño telequinésico llamado a convertirse en un nuevo Hitler. "¡Que no, que no, que al cambiar el presente cambia el futuro y ya no se hará malo!" Tch, tch, milongas: la semilla del mal anida en él… Ya me lo imagino cabreado al día siguiente porque los cereales estaban fríos y armándole a su madre un cisco de cuidado; como el niño de En los límites de la realidad al que había que tener contento para que no te matara. Pues eso, que la salvo porque a Piper Perabo al menos se le ve el tema y tal.
Criticoll
 

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