La La Liamos
Los Oscars 2016 pasarán a la
posteridad por uno de los errores más flagrantes de su historia: el envelopegate, ese momento ya mítico y
surrealista en el que Warren Beatty y Faye Dunaway leyeron el sobre equivocado
y otorgaron el premio a la mejor película a La La Land cuando en realidad había ganado Moonlight. La madre de todos los errores trajo minutos de auténtico
esperpento, con los productores del musical de Damien Chazelle agradeciendo el
premio mientras, por detrás, un regidor todo apurado trataba de aguarles el
mejor momento de sus vidas, porque, ejem, esos Oscars no eran suyos… Un fallo garrafal
más propio de los Goya que provocó el fulminante despido de Brian
Cullinan y Martha Ruiz, la pareja de empleados de PriceWatherhouseCoopers encargados
de gestionar el reparto de los sobres. Esta serie de catastróficas desdichas se
inició, primero, por la mitomanía de Cullinan y Ruiz, más pendientes de hacerse
selfies con Emma Stone que de
desempeñar bien su trabajo, ya que entregaron a Dunaway y Beatty el sobre de la
categoría anterior, el de mejor actriz -que había sido Stone por La La Land- en lugar del que tocaba, el
del mejor film. Luego vino la pillería de Beatty y su desconcierto al leer el
sobre, pasándole el marrón a la pobre Faye, quien, en una mezcla de inercia,
ingenuidad y miopía, intuyó La La Land
escrito por ahí y la proclamó como ganadora. Y es que después de todo, no era
tan extraño pensar que la favorita de la noche -con su récord de 14 nominaciones
y 6 estatuillas hasta entonces- fuera a llevarse también el premio gordo. Pero
no, después de las quejas por la ausencia de nominados negros del año pasado y
aquel hastag de #oscarsowhite, la Academia había tomado nota y estaba
claro que en esta edición iban a pasar cosas muy distintas.
Remontándonos al comienzo de la
gala, ésta ya empezó como un terremoto que presagiaba emociones fuertes, gracias
a la entrada en el Kodak Theatre de Justin Timberlake y un grupo de bailarines jacarandosos
y vivarachos a ritmo de Can’t Stop The Feeling -la canción nominada de Trolls-, recordando lo de hace dos años de Pfarrell
Williams con Happy. Otro estallido de
alegría y vitalidad que también hizo vibrar a la platea, pero que luego no sirvió
de mucho de cara a sus aspiraciones reales con la estatuilla, ya que ganó la
sosa “City of Stars” de La La Land.
El maestro de ceremonias fue el
humorista Jimmy Kimmel, novato en la gala y que se burló en su speech inicial de las críticas del
twittero Donald Trump a Hollywood en general -y a la sobrevalorada Meryl Streep en
particular-, a la par que abogaba por el diálogo entre la gente, aunque dentro
de esa gente se incluyera a Matt Damon, su enemigo íntimo en los descacharrantes
sketches de su show televisivo de ABC desde los tiempos deI I’m f** Matt Damon. Kimmel hizo de él el centro de sus chistes durante toda la noche, recordándole de paso que rechazó el oscarizable papel de Casey Affleck en Manchester frente al mar -estaba nominado como productor- para irse a China a rodar La gran muralla, un sonoro fracaso de taquilla. También anticipó mediante un chiste
que la noche sería, a diferencia del año pasado, una reivindicación del black power –“los oscars no son racistas, Hollywood sólo discrimina por razón de edad
y peso”-. Y es que en esta edición había nada menos que seis actores
afroamericanos nominados -incluyendo a los ganadores como secundarios, Mahershala Ali y Viola Davis-, y guiños constantes y
referencias a Moonlight, Fences y Figuras ocultas. Vaya, ahora empiezo a
entender el inenarrable Oscar honorífico a Jackie Chan: se ve que los chinos
también se quejaron.
Kimmel fue el ideólogo de algunas
ideas graciosas: que llovieran gominolas sobre la platea, la sección Mean Tweets -con actores nominados de la
noche y otros como Samuel L. Jackson o Robert De Niro leyendo críticas de sus
peores haters-, o esa de comentar escenas
y diálogos de tu película favorita sentado en un cine. La de Kimmel se supone
que es… Un lugar para soñar (2011), un
truño de Cameron Crowe con Matt Damon
en la que su personaje por lo visto se compra un zoo. La coña siguió al
aparecer a continuación en el escenario Damon junto a Ben Affleck para
presentar el Oscar al mejor guión original, y Kimmel -ocupando el lugar del
director de orquesta en el foso-, subía la música cada vez que Matt iba a
hablar. Quizá se tratase en realidad de una crítica encubierta al exceso de
celo de la Academia con los parlamentos, ya que enseguida se metía la música a
los premiados en categorías menores tras los 45 segundos de cortesía; algo que
rayó directamente en la mala educación cuando el tercer maquillador italiano de
Suicide Squad estaba dedicándole el
Oscar a su mujer recientemente fallecida, y, junto a la música, apareció un barbudo
con aspecto de guardia de seguridad que empezó a empujarlo para que cortara el
rollo y saliera ya del escenario ¿¿??
Con lo que Kimmel no estuvo tan
acertado fue en su ocurrencia de darle una sorpresa a un autobús de turistas y
meterlos dentro del Dolby Theatre para que interactuaran brevemente con sus ídolos de la pantalla.
Quedó raro raro, fuera de lugar y clasista, y sólo Ryan Gosling parecía
cómodo con la situación, charlando en corrillo con algunos. Quien tampoco debió sentirse muy cómoda fue la directora alemana Maren Ade, favorita para llevarse el Oscar a la Película Extranjera por Toni Erdmann y que vio cómo la Academia
prefería finalmente a la iraní El viajante, de Asghar Farhadi, que ya ganó en 2011 por Nader
y Simi: una separación. Igual lo hicieron para tocarle más las narices a
Trump, ya que Farhadi dejó claro que no acudiría a la ceremonia en desacuerdo
con la política migratoria del presidente USA. Puede que fuera por eso, o puede
que fuera por el reparo que les daba premiar el oxímoron con patas que
significaba el film de Ade: una comedia alemana -y de casi 3 horas, encima-. No he visto
ninguna de las dos, pero he de decir que en 2003 conocí a Maren Ade en el
Cinema Jove de Valencia cuando vino a presentar una película -el drama The Forest for the Trees- y dudo
bastante de su capacidad para el humor, ya que en persona era muy seca.
Dentro de los hitos de los Oscars
2016, esta edición sin duda también debería recordarse porque fue en la que por
fin el técnico de sonido Kevin O’Connell logró hacerse con la estatuilla
en su nominación número 21, gracias a Hasta el último hombre, del ahora perdonado Mel Gibson. Y eso que la competencia
era dura, con La llegada -que ya había
ganado los efectos sonoros-, La La Land o Rogue One. O’Connell, exultante por fin
al oír su nombre, no se lo creía: rodeado de aplausos, sólo habló él de los
cuatro técnicos –se pasó de los 45 segundos, pero le dejaron en paz, la ocasión
lo merecía- y recordó a su madre, que le consiguió 39 años atrás su primer
empleo en el mundo del sonido. Cuando Kevin le dijo que cómo se lo podría
agradecer, esta le respondió que ganando un Oscar y dedicándoselo a ella delante
de todo el mundo cuando fuera a recogerlo. El hijo cumplió su promesa, si bien la
madre ya había muerto. Desconocemos cuándo y cómo, y si fue del disgusto de ver
a su retoño sempiternamente derrotado durante 20 largos años por sonorizar
siempre la película equivocada. Hablando de fallecidos, la lista de este año
incluyó una larga lista de nombres: Ken Adam (95), Prince (57), Gene Wilder (83), Anton
Yelchin (27), George Kennedy (91), John Hurt (77) , Abbas Kiarostami (76), Garry Marshall (81), Michael Cimino (77),
Emmanuelle Riva (89) , la más que centenaria Lupita Tovar (106), Kenny Baker (81), Mary Tyler Moore (80),
William Peter Blatty (89), Curtis Hanson (71), Marnie Nixon (86), Zsa Zsa Gabor (99), Nancy Reagan (94),
Debbie Reynolds (84) y Carrie Fisher (60), que fue la última y que aparecía diciendo lo
de que la fuerza te acompañe de El despertar de la fuerza. También hubo
una mención a Bill Paxton (61), que como había fallecido el día anterior, ya no les daba
tiempo a añadirlo en el video ¿? algo que nunca he entendido.
Los premios a los mejores actores
principales estaba cantados, nunca mejor dicho en el caso de Emma Stone, que
con la desarmante cara de pena con la que abrazaba a su Oscar de Lego hace
dos años, estaba claro que pronto se lo darían, snif. El de Casey Affleck
era también cristalino, aunque Brie Larson no pudo disimular cierta cara de
asco al leer su nombre, pues lo había criticado públicamente por irse de
rositas tras ser acusado de abusos sexuales por dos mujeres. Quien sí que
lloraba a moco tendido era Ben Affleck, muy orgulloso de su hermano pequeño,que tanto le ha costado de criar, consiguiéndole papeles desde los tiempos de El indomable Will Hunting. Damien Chazelle, por su parte, se convirtió en el director más joven en ganar el Oscar
-y es que nació en 1985, nada menos-; quitándole la estatuilla a Mel Gibson o a
Barry Jenkins, que de todas formas ya había ganado el guión adaptado y luego se llevaría otra alegría con el triunfo inesperado de Moonlight; con
lo que al final volvemos a hablar del principio. Y es que lo del sobre fue muy
fuerte, tú.
Criticoll
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