Si no fuera por el spoiler a los millennials
abonados a Netflix, El irlandés bien podría haberse titulado El
hombre que mató a Jimmy Hoffa, pues supone para la filmografía de Martin
Scorsese lo mismo que El hombre que mató a Liberty Valance (1962) para
la de John Ford: la mirada crepuscular y nostálgica de un maestro sobre su
género fetiche y el film que actúa como resumen de toda su obra. En el caso de
Scorsese, su famoso cine de gangsters con hitos como Malas calles,
Uno de los nuestros, Casino o Infiltrados. Sin embargo, El
irlandés, a pesar de ser un film notable, no alcanza la categoría
de obra maestra que sí tenía el film de Ford por una serie de pequeños factores
cuya suma acaban por resultar molestos. Tenemos, en primer lugar, el tan discutible
CGI de rejuvenecimiento facial, que provoca una sensación extraña en
el espectador que recuerde cómo eran las caras de Robert De Niro o Al Pacino
de jóvenes y que desde luego no eran así de raras o acartonadas, como de videojuego;
dando la impresión de que Frank Sheeran y Jimmy Hoffa tengan 55 años durante tres décadas. Además, esa tecnología digital habrá costado 160 millones de dólares, pero no logra
rejuvenecer ni por asomo el movimiento de los cuerpos ni su agilidad, que no
son los mismos a los 25 que a los 80, y si no, a la paliza de De Niro al tendero
me remito. Otro hándicap es que la película baja un poco de ritmo e interés tras el
asesinato de Hoffa, dejando unos 45 minutos finales menos lucidos donde parece que la cinta vaya a echar el cierre 15 veces antes de cuando finalmente lo hace, estilo El retorno del rey. Está, por otro lado, la
confusión enunciativa que provoca la ausencia física de la persona a la que Frank
Sheeran -Robert De Niro- le está contando su historia. En el plano secuencia
inicial oímos a Frank en off y luego aparece sentado en la residencia de la
tercera edad verbalizando el resto de su parlamento introductorio, y después insertos diseminados a lo largo del film de él hablando de anciano, pero nunca
vemos a ningún interlocutor que le esté escuchando. ¿Está senil y habla solo? Se ve que no, se
supone que se dirige al espectador, aunque no mira a cámara. Otra
opción es que se lo esté narrando de forma indirecta al escritor Charles
Brandt, el autor del libro I heard you paint houses, que le entrevistó
en realidad en los últimos años de su vida y a quien este sicario irlandés de
la mafia le reveló la verdad sobre la misteriosa desaparición de Jimmy Hoffa.
Sin embargo, a Ward tampoco le vemos ni oímos en ningún momento en toda la
película ¿? Creo que aquí el guionista Steven Zaillian y Scorsese no están muy
finos en la claridad de la puesta en escena.
Otro aspecto que se podría haber
ahorrado Scorsese es la sobrexposición de la canción In the Still of the Night
(I Remember) de The Five Satins: la película empieza y termina con ella, y
durante los 209 minutos de metraje suena como unas veinte veces más; una
reiteración tan machacona que acaba por hacerla aborrecible. Yo personalmente la odio profundamente después de ver este film, y creo que tampoco veré Dirty Dancing en un lustro por no encontrármela. Eso por no hablar del equivocado doblaje en castellano, con la incomprensible defenestración de Ricardo Solans, voz de De Niro en 79 películas, pero que aquí
no se la presta por el capricho de Scorsese, al que le dio por meter las narices en
el doblaje en castellano sin conocer el idioma, guiándose por cómo le sonaban
las voces de los actores de doblaje propuestos y eligiendo al tun tun. Así, Jordi
Royo tampoco pega ni con cola con Pacino -al que nunca había doblado y no
creo que vuelva a hacerlo-; encima con errores de pronunciación, como cuando en
un mitin Hoffa dice la frase El día que nuestros camiones se paren, Estados
Unidos se parará, que no entiendo cómo no la repitieron, porque en lo de nuestros
camiones parece que estuviera comiendo sopas, sólo se le intuye decirlo. El
único que tiene una voz que le ajusta -la de Camilo García- es Harvey Keitel,
pero sólo sale en dos escenas.
Después de darle tantos palos, ¿qué es
lo que hace a The Irishman un film notable? Pues en primer lugar su
carácter de fresco histórico, que la hace muy interesante al contarnos hechos
mil y una vez vistos en el cine pero ahora desde la perspectiva de alguien sin
pelos en la lengua que los vivió de primera mano. Así, por medio de las
experiencias vitales de Frank Sheeran viajamos por la trastienda de la
historia de USA del siglo XX, a través de los
manejos de la mafia para mover los hilos del poder en la sombra. Ya sea al aupar a John Kennedy a la presidencia -con la promesa de este
de recuperarles Cuba-; en la frustrada invasión de bahía de Cochinos, o en el
asesinato de JFK por no cumplir sus promesas y colocar a su hermano Bobby -Jack Huston- de fiscal general antimafia. También somos testigos del auge de Las Vegas y,
obviamente, de la desaparición de Hoffa en 1975; lo que acaba convirtiendo a El
irlandés en el Forrest Gump de las películas de gangsters. Otro
aspecto positivo del film es el tremendo oficio de sus tres actores
principales, que consiguen sobreponerse al hecho de ser demasiado viejos para sus papeles -y a pesar de que ni el CGI millonario ni dos años de postproducción lo puedan disimular-. Empezando por Robert
De Niro, que si bien no da el pego físico para encarnar al protagonista
-Sheeran medía en realidad 1’94 m-, a él le hemos de agradecer que se haya rodado
la película, pues fue quien le sugirió el libro de Brandt a Scorsese, como ya hiciera con Toro salvaje. De todas formas, al final te
acabas acostumbrando a esta suspensión de la credulidad, y hay momentos como el
rostro compungido de Frank en la secuencia del coche cuando sabe que ha de encargarse de
Jimmy Hoffa, que valen el precio de la entrada. Precisamente Al Pacino, a pesar de no
tener ojillos pequeños sino saltones, resulta un buen Hoffa, ya que su
histrionismo por una vez no resulta excesivo y se ajusta a la personalidad
arrolladora del legendario presidente del sindicato de camioneros, del que no
conocía yo su fijación por los helados y la puntualidad. Tema este último que se
erige en protagonista de la mejor escena de la película, la reunión de Hoffa
con su odiado Tony Pro -Stephen Graham- acerca de cuánto tiempo de cortesía ha
de darse al que llega tarde, si diez o quince minutos -o doce y medio-. Una
escena potente interpretativamente donde vuelan las réplicas y contrarréplicas
ágiles y efectivas y las improvisaciones con sentido.
La tercera pata del banco es Joe
Pesci, quien, tras negarse más de 50 veces a salir de su retiro para rodar este film,
al final terminó accediendo para brindarnos una última gran interpretación como
el mafioso Russell Bufalino. No es casualidad que, a pesar de que De Niro y
Pacino se lleven la fama, sea él quien aparezca más grande en el cartel, pues
de los tres es el que parece más a gusto con su personaje y consigue entregar
una interpretación realmente sublime. Tanto, que me apuesto a que acaba
siendo nominado al Oscar como mejor actor secundario: de momento ya lo ha sido a los Globos de Oro -junto con Pacino-. Como curiosidad, en una
escena Sheeran interactúa con un tipo llamado David Ferrie, que es en
realidad el mafioso anticastrista que encarnaba Pesci en JFK. Si el CGI hubiera sido realmente bueno, ya puestos, este papel lo debería haber interpretado el propio Pesci,
y no otro caracterizado con su aspecto de 1991.
Del resto del reparto, destaca Anna
Paquin como Peggy, la hija de Sheeran, que tan sólo dice una frase en todo el
film, pero cuya forma de mirar a su padre en segundo plano supone un
cuestionamiento constante sobre sus actividades, que acaban pesando sobre la
conciencia del pistolero. Aunque Frank en ningún momento disculpa sus crímenes -al
ser parte del trabajo con el que sacaba adelante a su familia-, secretamente sabía que no estaba bien ir matando a gente por ahí.
Destaca así mismo el gran número de
actores surgidos de la cantera de Boardwalk Empire -serie producida por
Scorsese- que aparecen en este film, como el propio Steven Graham, Aleska Palladino,
Bobby Cannavale, Jack Huston, Kevin O’Rourke o la niña Lucy Gallina -que hace
de Peggy de pequeña.- También me gustó
que saliera Jesse Plemmons -el hijo de Hoffa- aunque desde luego no por verle a
él, sino por el homenaje que supone a Breaking Bad, el gran referente audiovisual
del noir contemporáneo.
Añadir que la película, a pesar de bajar
un poco de interés en sus últimos 45 minutos, es entretenida y transcurre de forma bastante fluida
durante la mayor parte de sus tres horas y media de duración, y eso es un gran mérito. Porque yo he visto
cortometrajes de diez minutos que se me han hecho más largos que un día sin pan, y eso que en ellos no sonaba la pesada de In the Still of the Night (I Remember).
Criticoll
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