The Artist
TÍTULO ORIGINAL: “The Artist” (2011). DIRECCIÓN Y GUIÓN: Michel Hazanavicius. REPARTO: Jean Dujardin, Bérénice Bejo, James Cromwell, John Goodman, Penelope Ann Miller, Malcom McDowell, Missy Pyle, Beth Grant, Ed Lauter, Nina Siemaszko, Ken Davitian.
Ya sólo por el acontecimiento que supone ir a ver una película muda al cine uno no se debería perder The Artist. Pero si además la experiencia va acompañada por una historia entretenida que apela a la cinefilia más pura, buenas interpretaciones y una factura técnica impecable en cuanto a banda sonora, fotografía, vestuario, dirección artística… el disfrute empieza a ser ya importante. Pues todos esos factores son los que confluyen en este film de Michel Hazanavicius, una deliciosa cinta ambientada en la época más convulsa de la historia del cine -el tránsito del mudo al sonoro- y que podría dar la campanada en la próxima entrega de los Oscars.
Y eso que el guión de The Artist no es muy original que digamos, al mezclar elementos reconocibles de Ha nacido una estrella, Cantando bajo la lluvia o El crepúsculo de los dioses, en su trama de trayectorias cruzadas entre la estrella del mudo que se hunde al llegar el sonoro, y la joven promesa que ocupa el lugar de aquel en el nuevo cine. No, la clave de este largometraje reside en la sencillez con la que nos cuenta su historia y la forma de asumir unos riesgos que hoy en día sólo merecen un aplauso. Y es que hacer una película muda en pleno 2011 puede parecer una locura, pero no lo es tanto si pensamos en la ventaja que, tras más de 100 años de films, el público ya conozca de sobra el lenguaje de las imágenes en movimiento y aquello que éstas nos sugieren. Sólo con asistir al experimento de The Artist uno comprueba que la de Hazanavicius fue una gran idea y una gozada continua para el espectador, que mientras se emociona con este retorno a la pureza y a la esencia del cine, podrá disfrutar con guiños a Ciudadano Kane, The thin man, Gene Kelly, Greta Garbo, Douglas Fairbanks, John Gilbert, Clara Bow, Murnau, Rin Tin Tin, el musical de los ‘30, etc. En definitiva, a todo ese añorado pasado de Hollywood.
De hecho, una de las reflexiones que subyacen con The Artist es que debería cundir su ejemplo y rodarse más películas mudas, aunque sólo fuera porque así el público quizá se comportase con más educación en las salas, puesto que, sin sonidos en la pantalla, parece que hasta dé más vergüenza hacer ruido. Sin ir más lejos, un servidor pudo comprobar el viernes in situ cómo a una mujer le sonó el teléfono durante la proyección y no se puso a hablar a voz en grito como es ya desgraciadamente norma, sino que -bastante apurada- lo apagó en seguida. Y todo por no enturbiar la magia que acontecía en la pantalla, así como por escuchar sin molestias la brillante música de Ludovic Bource: omnipresente durante todo el metraje -tal y como sucedía con las películas silentes-, y que incluye así mismo un homenaje al tema de amor de Vertigo. Todo un acierto el trabajo de Bource aquí, ya que, si The Artist tiene posibilidades de llevarse Oscars de carrerilla, el primero debe ser para su banda sonora. Otra recomendación -aparte de apagar el móvil para teletransportarse mejor a los años 20- es la de evitar ver el trailer de este film o sus fotos de promoción, pues, conforme avanza la historia, alguien con memoria echará en falta planos y escenas que todavía no han salido y que le spoilearán el desarrollo de la acción.
Renovarse o morir
Y es que, aparte del de su revelador trailer, si se le puede poner algún pero a The Artist sería el de la exagerada postura de George Valentin -Jean Dujardin- contra el sonido que nos muestra su guión, aceptable en aras de la dramaturgia pero que chirría un poco a efectos reales. Lo digo porque quien haya estudiado los inicios del cine sonoro sabrá que el tránsito no resultó tan radical, y que a todas las estrellas del mudo se les brindó la oportunidad de ser escuchados en pruebas o directamente en películas sonoras -las primeras talkies-, para comprobar si tenían voces satisfactorias o, en caso de los actores extranjeros, acentos adecuados para la imagen cinematográfica que proyectaban. Nadie quedó defenestrado en Hollywood por haber seguido haciendo alguna película muda mientras ya se estrenaban sonoras: fue cuando ya quedó claro que el futuro estaba en el sonido, cuando a muchas stars silentes se les bajaron los humos y comprendieron que debían adoptar el nuevo formato o desaparecer -bueno, menos Chaplin, pero el suyo fue un caso aparte-. De hecho, el estatismo teatral de las primeras cintas habladas -debido a los primitivos sistemas de sonido- aburría bastante al público, lo que produjo una mengua momentánea en sus recaudaciones toda vez pasada la novedad; y que no volvieron a crecer hasta que a Dorothy Arzner se le ocurrió atarle un palo largo al micro y sacarlo de los arbustos de atrezzo y de aquellas pesadas cajas que impedían el rodaje en exteriores. De la forma en la que nos cuenta la historia The Artist, parece como si el empecinamiento de George Valentin al progreso se debiera a que fuera mudo en la vida real, o accionista mayoritario de alguna multinacional fabricante de rótulos.
Sin embargo, ese detalle no empaña la gozada de ver The Artist, un arriesgado film que, de triunfar el próximo 26 de febrero en el Kodak Theather, significaría un soplo de aire fresco y una forma de renovar el anquilosamiento de la Academia de Hollywood, demasiado ocupada últimamente en reparar agravios a grandes autores en trabajos menores -Scorsese, los Coen-, o en premiar cintas correctas y preciosistas, pero olvidables al poco -El paciente inglés, Shakespeare in Love, Una mente maravillosa, El discurso del rey-, antes que de dar el paso y atreverse con algo diferente, como ya lo eran Brokeback Mountain o Avatar. Ejemplos éstos de películas novedosas que se quedaron en el camino ante rivales más convencionales e inferiores, y que parecen marcarle el camino a The Artist. Ojalá los académicos hayan aprendido la lección y respondan al reto que les plantea este pequeño gran film mudo, en blanco y negro y francés; todo un canto al pasado glorioso del cine USA, y que manda huev… que lo hayan tenido que hacer precisamente los galos, sus rivales en la paternidad del 7º arte… En fin, pensándolo todo con más perspectiva, si ya ganó Chicago en aquel arrebato de nostalgia musical que le dio a la academia en plena invasión de Irak (2003), ahora, con la crisis que padecemos, ¿por qué no va a hacerlo The Artist? Como entretenimiento se lo merece muchísimo más y encima no sale Richard Gere.
Criticoll
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