miércoles, 18 de enero de 2012

RESUMEN DEL AÑO (IV)


NOTABLE

Esto ya empiezan a ser palabras mayores: películas que se cuentan entre lo mejorcito del año y que nadie debería haberse perdido.

Un dios salvaje

Kate Winslet sigue haciendo historia. Tras sobrevivir al Titanic y a Ricky Gervais en un episodio de Extras, ganar un Oscar a los 33 por el conjunto de su carrera o aparecer en peliculones como ¡Olvídate de mí!, La vida de David Gale o Revolutionary Road, este año la vimos vomitar -¿?- nada menos que tres veces entre cine y TV: además de en Contagio y Mildred Pierce, en Un dios salvaje, película de Roman Polanski donde lo hizo con una clase, una delicadeza y un saber estar como para que a nadie nos hubiera importado que viniera a casa a bosar un poquito en la mesa del salón -encima era de mentiras, lo hicieron con F/X-. Lástima que arrojara en el hogar de Jodie Foster, que como ya es famosa, tiene el doble de Oscars que Kate y estaba caliente con ella porque su hijo le había cascado al suyo, como que no parecía muy impresionada con la hazaña. Aunque también hay que comprender a Jodie. No debe ser fácil ser lesbiana y fingir en una película que estás casada con un tipo tan feo y patán como John C Reilly -que no es precisamente Brad Pitt- o tener que aguantar la visita de una pareja de pijos como Kate y Christoph Waltz, en la que la una te pota en tus libros preferidos y el otro no para de hablar por la blackberry voz en grito, eso cuando no te está mirando por encima del hombro a pesar de ser un enano. ¡Es que es para desquiciar a cualquiera! Encima, todo ello sin salir del apartamento, en tiempo real y con un tipo tan perfeccionista y dictador como Polanski dirigiendo el cotarro. Normal que al final le acaben dando todos al whisky, encima con los rumores que corren por ahí de que no van a nominar a ninguno al Oscar. Ellos se lo pierden, porque Un dios salvaje era una comedia negra que se reía sobre las convenciones sociales absolutamente recomendable -conocieras o no ya la obra de teatro de Yasmina Reza-, y gracias a la cual es muy probable que Kate Winslet consiga un papel en la secuela de La boda de mi mejor amiga. Y es que esa forma de vomitar con tanto glamour no puede caer en saco roto.

Melancolía

Con Lars Von Trier pasa lo mismo que con el Mozart de Amadeus. Son personas irritantes y desagradables pero bendecidas con la gracia de un gran talento artístico, inversamente proporcional a su calidad como seres humanos. O, en palabras de Kirk Douglas blasfemando sobre Kubrick, son “una mierda con talento”. Así es este pequeño y bocazas director danés de padres anarquistas -que le daban de beber champán con 5 años-, simpatizante de Hitler y las parodias de El hundimiento; capaz primero de ganar en Cannes y a continuación ser declarado persona non grata en el mismo festival. Pero también es el autor de Melancolía, la mejor de largo de todas esas incursiones atípicas en la ciencia-ficción del 2011 -El árbol de la vida, Zoo loco, Larry Crowne-, y en la que el director de Dogville volvía a demostrar su especial habilidad para conectar emocionalmente con el espectador. En esta ocasión, en otra de sus historias de mujeres desesperadas, con una Kristen Dunst más deprimida el día de su boda que en el del Juicio Final -quizá porque ya no tendría que soportar nunca más a la suegra- y Charlotte Gainsbourg como su flacuchilla hermana, y que, como buena gala descendiente de Abraracúrcix, lo que más temía en este mundo era que el cielo cayera sobre su cabeza. Lo curioso del caso es que, cuando esto finalmente sucede, lo único que se le ocurre a la muchacha es sacar la vajilla buena y ponerse a brindar con vino en la terraza ¿? En fin, una lírica y muy intensa película la del amigo Lars Von aquí, aunque muchos fans de 24 no le perdonemos que hiciera quedar como un cobarde a Kiefer Sutherland / Jack Bauer y no le permitiese ninguna maniobra de las suyas para salvar a última hora el planeta.


Reencuentro entre Almodóvar y Antonio Banderas 21 años después de Átame (1990) casualmente, mediante otra historia de secuestros obsesivos. Un film arriesgado, provocador y que a veces bordeaba el ridículo -como con el inenarrable personaje de Roberto Álamo-, pero también de una innegable capacidad de fascinación, inspirado en referentes tan dispares como Pygmalión, El coleccionista, Ojos sin rostro de Franju o el mediático doctor Cavadas. Un título que reconcilió al autor manchego con sus simpatizantes tras la aburrida Los abrazos rotos, pero poco accesible para el gran público en general, menos tolerante a los tics y salidas de tono almodovarianas. A pesar de la afrenta ante Pa Negre en la selección para los Oscars, esta piel no olerá a Aloe Vera pero sí a Goya seguro para Almodóvar, Banderas, Elena Anaya o la banda sonora de Alberto Iglesias. Oye, y que encima que la nominaron al Globo de Oro, la Jolie ha dicho que saldría en el remake…


Medianoche en París

La mejor película de Woody Allen desde Match Point también contaba con su mejor alter ego en años -Owen Wilson- como ese guionista de Hollywood que se veía mágicamente transportado cada noche al París de los años ’20 para hacerse amigo de Hemingway, Dalí o Picasso, tener a Gertrude Stein como correctora de la novela que estaba escribiendo, y aún le sobraba tiempo para liarse con una groupie del arte de 1925 muy parecida a Marion Cotillard, que además de guapa le hacía comprender aquello de que cualquier tiempo pasado -por muy mitificado que lo tuvieras- no era necesariamente mejor. Vale, las secuencias diurnas no eran lo mismo, pero al menos salían Rachel McAdams, Carla Bruni o Léa Seydoux para distraer la vista, además de buenas postales parisinas para meterte el gusanillo de volver a visitar la ciudad. En fin, una comedia deliciosa como sólo el amigo Woody sabe hacer cuando se lo propone, y que seguro que provocó más de un viaje a esa iglesia de Saint Etienne du Mont a las 00:00 horas en punto, para ver si con las campanadas pasaba por allí el Peugeot Vintage de los Fitzgerald. Que no era el DeLorean pero al final venía a servir para lo mismo -y con la ventaja de que no necesitaba condesador de fluzo para regresar al futuro-.

The Artist

La conexión francesa continúa con The Artist, la película más excéntrica que probablemente veas en tu  vida en un cine -no sale Bryan Cranston, es en blanco y negro y… muda- pero que los cinéfilos con olfato no deberían perderse, ya que bajo su radical envoltorio esconde un canto de amor al cine con referencias tan clásicas como Cantando bajo la lluvia, Ha nacido una estrella o El crepúsculo de los dioses. Encima, como no hablan -aunque sí suena la banda sonora todo el rato-, en las salas se produce un extraño y nunca visto -bueno, más bien oído- fenómeno: ¡a la gente le da vergüenza hacer ruido! Por lo que uno queda milagrosamente a salvo de móviles, comedores compulsivos de palomitas, roncadores ocasionales o el/la típic@ que se cree que está en su casa y que no para de comentar la película con el/la amig@ -y que siempre hay uno, macho-…
En definitiva, que como al final los Weinstein hagan lo que mejor saben y muevan los hilos oportunos para que le den el Oscar -y van bien, de momento ya han rascado 3 Globos de Oro- en el cine se puede montar la de Dios es Cristo. Y es que con lo copiones que son en USA con los éxitos, ya me veo el año que viene una avalancha de películas en 3D mudas, en blanco y negro y música de piano acompañando. Sería un punto y gente con problemas de dicción y voces tan desagradables como Jorge Sanz, Eduardo Noriega o Verónica Forqué por fin tomarían Hollywood al asalto, tal y como se merecen desde hace añosss…

Criticoll

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