J. Edgar
TÍTULO ORIGINAL: “J. Edgar” (2011). DIRECCIÓN: Clint Eastwood. REPARTO: Leonardo DiCaprio, Armie Hammer, Naomi Watts, Judi Dench, Josh Lucas, Dermot Mulroney, Damon Herriman, Zach Grenier.
Cualquiera familiarizado con la Trilogía Americana de James Ellroy -América, Seis de los grandes y Sangre vagabunda- tendrá la imagen del sempiterno director del FBI John Edgar Hoover como esa figura turbia y fantasmagórica que movía los hilos en la sombra y hacía y deshacía a su antojo, sin importarle mucho los medios o las muertes necesarias para conseguir sus fines: mantener intacto el poder y librar a su amado país de la amenaza de sus enemigos, del estilo de rojos, liberales, feministas, defensores de los derechos civiles, activistas, negros o intelectuales. Todo ello, curiosamente, mientras dejaba campar libre y a sus anchas a la mafia en sus negocios de Las Vegas, para así obtener luego su colaboración en magnicidios de elementos molestos como los Kennedy o Martin Luther King…
Sin embargo, y para chasco de los lectores de Ellroy, el Hoover de J. Edgar parece más bien un burócrata cuadriculado y aburrido que la verdadera reencarnación del mal que nos proponía en sus páginas el escritor de L.A. Confidential; una repetición en realidad -para Leo DiCaprio- del Howard Hughes de El aviador, ya que de nuevo tenemos a un personaje tan influyente y controvertido como estigmatizado por su madre; otra vez apretando mucho la mandíbula al declarar ante comités o jurados, y hasta con un pañuelo siempre a mano para limpiarse después de estrecharle la ídem a alguien.
Y es que la aproximación de Clint Eastwood a la figura del longevo director -48 años- del FBI resulta tibia y monocorde, no logrando transmitir apenas emociones ni despejando las dudas sobre quién era realmente Hoover. Un ser tan misterioso como sus míticos archivos, esos documentos cargados de secretos inconfesables del presidente de turno -y la mejor arma de J. Edgar para perpetuarse en el poder durante décadas-, pero que, a pesar de su legendaria fama, en este film dan muy poco juego. De hecho, sólo aparecen en la escena en la que el protagonista amedrenta a Bobby Kennedy y, casi al final, cuando tras su muerte son destruidos por su secretaria -una desaprovechadísima Naomi Watts, por otra parte-.
Uno de los grandes culpables de la decepción que supone esta cinta es el guión de Dustin Lance Black, que -como ya ocurría con el de Abi Morgan en La dama de hierro- lastra el ritmo de la película al intentar resumir sin mucho tino una trayectoria tan dilatada como la de J. Edgar, dando demasiada importancia a unos hechos -sus brillantes inicios, la lucha contra los gángsters, el episodio del bebé de los Lindbergh- y citando de pasada o incluso obviando otros muy memorables, como su enemistad con Truman o los Kennedy o su papel durante la Caza de Brujas. Entre flashback y flashback, también se nos cuenta la historia de “amistad” de Hoover -un esforzado Di Caprio- y su ayudante, Clyde Tolson –Armie Hammer-, con quien probablemente mantuvo una relación homosexual, ya que nunca se casó y lo nombró heredero de sus bienes. Lástima que las buenas interpretaciones de ambos actores -aunque sin pasarse, tampoco son de Oscar- se vean seriamente dañadas por un maquillaje ridículo que sin duda tendrá su recompensa en los Razzies. Y es que, en ocasiones, el make-up les hace parecer recién salidos de un Celebrities de Muchachada Nui antes que de una película de Clint Eastwood. Un Clint muy alejado en este film de la calidad y el interés de otras incursiones suyas en el biopic como Bird, Cazador blanco, corazón negro o Invictus; y que aquí no ha sabido -o no ha podido- entrar en el alma de su retratado para revelárnosla. Tampoco es de extrañar, viendo como el propio Hoover mentía más que hablaba al narrar a su biógrafo sus presuntos éxitos -como las detenciones de Dillinger o Bruno Hauptmann-, y que realidad habían efectuado agentes de campo justo antes de que el tío Edgar llegara para hacerse la foto.
Criticoll
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