Battleship
TÍTULO ORIGINAL: “Battleship” (2012). DIRECTOR: Peter Berg. REPARTO: Taylor Kitsch, Brooklyn Decker, Alexander Skarsgård, Liam Neeson, Rihanna, Jesse Plemons, Tadabonu Asano, Josh Pence, Peter MacNicol, Gary Grubbs.
Ante esta nueva moda de películas inspiradas en juegos de mesa, y mientras uno se estruja las meninges pensando en cómo rayos van a adaptar Operación, Simón o a los hipopótamos del Tragabolas, Battleship rompe el fuego para mostrarnos el camino a seguir. De entrada, hay que dejar muy claro desde el principio la empresa dueña del juego -¡Hasbro, Hasbro!- y a partir de ahí copiar los parámetros marcados por gurús del blockbuster como Michael Bay y sus Transformers -también de Hasbro-. Esto es: mucha acción y ruido, F/X a saco, actores atractivos, ralentís de vez en cuando y un guión de encefalograma plano. Que luego hasta los 90 minutos no salgan los barquitos en el mapa de coordenadas para recordarnos que esto es Hundir la flota es lo de menos.
Pues todo eso es lo que utiliza aquí Peter Berg para estimular los instintos más básicos de su público, bastante satisfecho de que el producto final no se aleje demasiado de sus previsiones y de pasar un rato entretenido entre palomitas y coca-cola; por mucho que ese rato se extienda nada menos que a dos interminables horas y diez minutos.
Hay que decir que la película indigna menos de lo esperado porque, dentro de su previsibilidad, sorprende que en una cinta como ésta -para adolescentes carne de MTV-, haya espacio para reivindicaciones de gente que no tiene cabida en ese universo de jóvenes guays, como son los tullidos y contrahechos de guerra y los jubilados. Y es que, no por casualidad, el guión es de Erich y Jon Hoeber, los responsables de ese canto a la tercera edad que era R.E.D., la de Bruce Willis y Helen Mirren. Esto, unido a otros detalles como el guiño a los japoneses -ahora aliados de USA contra los aliens, Pearl Harbor queda ya lejos- y el interesante diseño del armamento extraterrestre -unas bolas giratorias dentadas y unas pilas que primero se clavan y luego explotan-, constituyen los únicos aspectos originales de Battleship. Si no incluimos en el paquete que Berg se haya atrevido a pasar aquí de tics habituales de Bay, como la cámara con parkinson y el montaje de planos de menos de un segundo.
Otras enseñanzas de Battleship podrían ser el comprobar cómo el veterano acorazado Missouri sigue dando juego en el cine, tras sobrevivir a Steven Seagal en Alerta máxima; que un ni-ni veinteañero puede pasar en dos años de soldado raso a Capitán de la Marina USA -ligándose de paso a Brooklyn Decker-, o que la solución para que no nos invadan alienígenas con ansias conquistadoras es no enviar señales al espacio en busca de vida extraterrestre. Un mensaje muy reaccionario que viene a decir algo parecido a esto: basta de fondos gubernamentales para la NASA o el programa espacial, donde esté un buen pepino de Defensa que se quite todo lo demás.
Y es que no es de extrañar que el ejército USA diera todas las facilidades para rodar este film, ya que Battleship supone en realidad un spot lava-cerebros de 131 minutos para alistarse en la Marina de la forma en la que sólo los norteamericanos saben hacer, capaz de convencer por un segundo hasta a los Celtas Cortos de Haz turismo. Claro que entonces algo se activa en tu cerebro y recuerdas la escena de Fahrenheit 9/11, con aquellos dos militares caza-incautos en el aparcamiento señalando a sus presas y diciendo “yo por aquí y tú por allá, y los acorralamos”, y se te van las ganas.
Criticoll
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